Octubre 14 de 2013
Crónicas leticianas 59
“Personajes que
hicieron historia en el Amazonas”
Seguimos con otro de
los personajes que hicieron historia en esa tierra amazonense, quienes, como ya
dijimos, se caracterizaron por alguna particularidad especial que los hizo notorios y famosos.
Si les comento que se
trata de Hernán de Jesús Pemberty Arboleda, tal vez no se acordarán de él; pero si les digo que ese nombre corresponde
al pintoresco personaje de “Sietepintas” muchos lo evocarán inmediatamente.
Este paisa de raca mandaca nacido en Necoclí, Antioquia, no
llegó al amazonas por casualidad, llegó a acabar de cumplir una condena que por
el delito de apropiación de los fondos de algunos bancos colombianos, sin
autorización de los gerentes (el que lo entendió, lo entendió) purgaba su
condena en la penitenciería de Araracuara ubicada en la selva amazónica
colombiana, y cuando fue cerrada, los reclusos fueron enviados a diferentes
cárceles de Colombia, correspondiéndole a él la de Leticia, de donde salía a rebuscarse la vida
acompañado por un guardián. Era especialista en la fabricación de colchones. Gran
amigo del amigo y enemigo de sus
enemigos sin vacilaciones.
Su apodo se debía a su forma particular de vestir, pues eran
atuendos coloridos y del mismo color consistente en sombrero, camisa, pantalón
y botas, color y pinta que no repetía en la semana.
Se desplazaba por la ciudad en una ruidosa moto de alto
cilindraje, razón por la cual, todo el
mundo se daba cuenta cuando él pasaba.
Es de los pocos que puede contar que, después de ser retenido
en Brasil con dólares falsos, se salvó - después de pagar una buena suma de
dinero - de que le dieran el “paseo” en un helicóptero del cual, delincuente que montaran allí, fuese narco, asesino, traficante de
dinero falso o atracador, no regresaba porque - según el decir de los
conocedores - eran arrojados a la selva, acción
más rentable para el gobierno brasileño que sostenerlos en una cárcel. Esto no lo
puedo demostrar pero era el comentario generalizado en esa época, reforzado por
lo dicho por el propio “Sietepintas” que era nuestro amigo y paisano.
A pesar de sus antecedentes fue un personaje que se hizo
querer en la ciudad, por su amistad sincera y su espíritu de colaboración en
actos cívicos que vinculaban a la comunidad.
Este personaje pasó a la historia regional, cuando en una
noche de los años setenta corrió el
rumor que los peruanos se iban a tomar la ciudad de Leticia, al observarse
cierta movilización en la isla peruana
de Santa Rosa al frente de la ciudad, en donde se veían alumbrar reflectores y
luces en horas de la noche.
Ante la zozobra del pueblo en general, las entidades
encargadas de la seguridad fronteriza como
ejército, policía, Das, Cruz roja y
bomberos declararon la alerta máxima en la ciudad; por ésta razón el
comandante y jefe del Comando Unificado del Sur, tomando una decisión muy patriótica jamás vista
en otra ciudad de Colombia, permitió el porte de armas con o sin salvoconducto,
por esa noche, a toda la población residente con miras a defender la ciudad de alguna agresión posible.
Los carros militares y particulares repletos de voluntarios se desplazaban por todas las
calles patrullando la ciudad, y es en
ésta situación en donde aparece nuestro personaje, quien hizo un gesto de
patriotismo exacerbado que nos eriza la piel al evocar esos actos heroicos de
los antiguos próceres que en aras por defender el tricolor colombiano o su
terruño, daban hasta la vida por hacerlos respetar.
Fue así como nuestro amigo sietepintas reunió a un buen
número de amigos, especialmente antiguos compañeros de prisión formando un
grupo tipo “comando” quienes armados con
cuanto tipo de armas poseían, desfilaron marcialmente por la ciudad rumbo a la sede del Comando
Unificado del Sur, en donde se presentaron ante el mayor Casalins, jefe de la unidad, para ponerse a sus órdenes
en pro de la defensa de la ciudad.
El comandante al observar este gesto patriótico no tuvo más
que aplaudir con sus soldados y
felicitar a sietepintas como jefe del grupo de voluntarios, invitándolos a
patrullar la ciudad a fin de prevenir cualquier eventualidad.
Esa noche la población no durmió y la menor arma que se
portaba era un machete al cinto.
Para verificar la supuesta invasión se formó un grupo
conformado por militares quienes con el mayor de bomberos mayor Fabio Quintero
Barrera a bordo del deslizador, como
radioaficionado, era el encargado de la transmisión por radio a las centrales militares de la ciudad.
El parte del mayor hacia las entidades de control con
respecto a la invasión fue negativo, pues al salir al rio a verificar pudieron
darse cuenta que la supuesta amenaza era una lancha de gran calado, que se
encontraba varada en la isla y le estaban trabajando en esa noche con ayuda de
reflectores por causa de la oscuridad.
Si no hubiéramos visto y participado de este incidente nadie
lo creería, pero fue una realidad en una época en donde la hermandad de los
habitantes se sumó a ese patriotismo
fervoroso que corría por nuestras venas para defender los símbolos patrios, y
la soberanía de esa olvidada tierra se hacía respetar muy diferente a la Leticia
de ahora, sometida a la politiquería infame y a la desidia de sus gobernantes, quienes han permitido
cambiar la cumbia por un “forró” brasilero, el español por el portuñol,
y hasta la comida que ahora es de sabores
peruano y brasileño.
Como nadie es monedita de oro para caerle bien a todos,
Sietepintas tenía cazada una pelea a muerte con otro exararacuaro residente en
la ciudad, con quien evitaba encontrarse para no desencadenar un desenlace
fatal. Sin embargo, según rumores pueblerinos, cierto día, su enemigo le
madrugó acabando con su vida.
Posteriormente, éste murió trágicamente de la
misma forma.
Carlos
Javier Londoño O.