domingo, 11 de mayo de 2014

 Mayo 2 de 2014
¿Será que si puede haber paz?

Basado en la lectura de  algunos documentos periodísticos y de varios artículos sobre el tema, escribo esta crónica con el estilo que siempre me ha caracterizado y es el de llamar  a las cosas por su nombre.
Como en la mayoría de los desastres, masacres, accidentes y situaciones de riesgo que ocurren en el territorio colombiano en donde sólo se toman los correctivos una vez ocurridos los hechos - parodiando a García Márquez - ésta es la crónica de  una masacre anunciada, de la que el gobierno ya estaba  enterado de que iba a suceder, según lo denunciado por  la Comisaria del Pueblo del Chocó ante  el Ministerio de Defensa, la policía y el ejército nacional,  ocho días antes de los hechos. 
Eran  pasadas las 6 de la mañana  del amanecer del día 1 de mayo de 2002 en la comunidad de Bellavista, en Bojayá - Chocó, cuando se escucharon los primeros disparos por el enfrentamiento armado que comenzaba en la población de Vigía del fuerte, entre el bloque 58 de las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia Farc-ep, comandadas por Jhover Man Sánchez alias “el manteco” y las autodefensas de Colombia Auc con su bloque Elmer Cárdenas, comandado por Freddy Rendón Herrera alias “el alemán”, conflicto que posteriormente se trasladó al otro lado del rio en la comunidad de Bellavista, población víctima de la tragedia.
Las Auc atrincheradas en el área urbana y las Farc en la periferia  de la población, se tranzaron en un duelo a muerte  por la disputa del territorio, control de la zona que les daría autoridad y poder, pues el acceso al rio Atrato era de vital importancia para cualquiera de los dos grupos, como corredor para las rutas del narcotráfico  y para el tráfico de armas y pertrechos llegados de Centroamérica.
Los habitantes como forma de resistencia pacífica para protegerse y resistir la situación, se habían declarado actores neutrales en el conflicto, razón por la cual cuando se inició el combate, buscaron refugio y protección  en la casa cural, en la iglesia y en el convento de las hermanas misioneras agustinas supuestamente,  como sitios de respeto y seguridad.
Más de 1000 personas entre campesinos, indígenas y afro descendientes lograron albergarse en la iglesia de la población. Padres y madres con sus pequeños hijos  de brazos, niños, adultos, ancianos, todos corrían buscando un lugar seguro para protegerse de las balas.
Entre  los componentes de la estampida que buscaba refugio,  se encontraba Neymar, un niño de 5 años afro descendiente quien corría junto a sus padres  tíos y abuelos sin saber lo que estaba ocurriendo. Solo sabía que el estruendo y el caos  que se estaba viviendo en su pueblo, no era normal.
La horrible noche transcurrió  entre gritos, explosiones y fuego cruzado; a medida que el alba iluminaba la población  el combate  arreciaba con más violencia, pues  las Farc-ep no querían dar su brazo a torcer ni querían ceder un milímetro de su territorio al enemigo. Era el día 2 de Mayo.
El impacto de los cilindros bomba era cada vez más notorio y estruendoso haciendo blanco en diferentes casas y edificaciones; mientras tanto en la iglesia - lugar supuestamente más seguro para ellos - la población se entregaba a la oración en medio del llanto, el desespero y la incertidumbre, clamando al Hacedor un buen término de ese enfrentamiento armado.
Fueron varios los cilindros que cayeron  sin explotar en el área  en donde se encontraba la población.
Pasadas las 10 de la mañana llegó el “impacto mortal”, un cilindro de gran tamaño disparado por las Farc-ep desde  varios metros de distancia, impactó el techo de la iglesia, entrando y explotando en el interior  en donde se encontraban los refugiados, acabando con el recinto sagrado y además con la vida   de más de un centenar de personas entre niños, mujeres, hombres, adultos y ancianos.
El caos  era total, el infierno allí vivido y la visión dantesca del lugar eran traumática e impactante; los sobrevivientes y heridos que lograron pararse tras la explosión, corrían desaforadamente con pañuelos y banderas  blancas por las calles entre el fuego cruzado, buscando protección y tratando de llegar al rio para cruzarlo y quedar a salvo en la población de Vigía del Fuerte.
Neymar, como sobreviviente y como todos los niños allí presentes, lloraba y gritaba aterrorizado no alcanzando a dimensionar  la situación, pues al ser alzado en hombros por un tío durante el caos que se vivía dentro de la iglesia destruida, no se dio cuenta del estado en que quedaron sus padres víctimas de la explosión de la cual, aunque un poco aturdido, él junto a algunos familiares salieron ilesos milagrosamente.
Todo el que pudo trató de huir  desde el interior de lo que quedó de la iglesia hacia lugares más seguros; sólo los cuerpos de los fallecidos y heridos yacían esparcidos por el suelo.
Al día siguiente, tras un receso del enfrentamiento, las Farc-ep anunciaban  que habían retomado el control de la población y que permitían sacar a los muertos y heridos, labor que fue interrumpida varias veces por la reanudación de los combates.
Como caso particular, entre los escombros se encontraron los restos de una imagen destrozada por la explosión. Era el torso del que fuera el Cristo crucificado de la iglesia que, aunque tenía cabeza, carecía de brazos y piernas,  imagen que se convirtió en el símbolo de la tragedia y de la esperanza.
Desde ese momento empezó el  éxodo y sufrimiento de la población.
Cinco años después, en octubre 13 de 2007, con el lema “reubicación con dignidad”, el presidente Uribe junto con una comitiva gubernamental,  inauguró  la población de “Nuevo Bellavista”, situada a un kilómetro de la Bellavista original en donde ocurrió la masacre. Aunque el gobierno indemnizó   a los habitantes de la zona, la situación no es mucho lo que ha cambiado, pues la marginalidad y el abandono de esa región en  donde no entra sino el ojo de Dios y una mula buena,  el accionar de los grupos armados que aún merodean por el área, y la poca acción de los entes gubernamentales, hacen que la región siga  con la misma problemática  de hace 12 años atrás.
Según estudios e investigaciones  posteriores, ésta masacre  fue atribuida como primer actor a las Farc-ep, quienes utilizando armas no convencionales y tratando de neutralizar al enemigo acabaron con la vida de personas inocentes ajenas al conflicto. También tuvieron su responsabilidad las Auc, por atrincherarse en el seno de la población civil incrementándoles el riesgo ante los enfrentamientos y, por último, el  estado colombiano por la inacción y dejadez al no hacer cumplir las funciones de prevención, protección y garantía a la vida de los civiles víctimas del conflicto.
Hoy doce años después, Neymar con 17 años de edad, con el resentimiento de un joven a quien el conflicto lo deja huérfano a temprana edad, no ha podido entender el porqué de muchas cosas, como la muerte de sus padres, personas ajenas al conflicto - quienes como los demás - nada tenían que ver con la problemática de los dos grupos.
Hoy 12 años después, Neymar está viviendo con la incertidumbre del futuro de su vida, en una región en donde es muy difícil salir adelante y progresar por la falta de los servicios básicos como educación, salud y calidad de vida, y en donde alguna de las alternativas de trabajo es unirse a  alguno de los grupos armados en conflicto para poder sobrevivir.
Esto es grosso modo una radiografía  de las miles de cosas que suceden en nuestra querida Colombia desde hace muchos años, situaciones  en las que sigue muriendo gente inocente, campesinos, niños, afro descendientes, indígenas  y  pueblo en general, sin que se avizore una solución a  corto plazo a este conflicto que cada día se recrudece más y que la mayoría del pueblo colombiano sabe de su origen, pero que a muchos  apátridas de este país no les interesa solucionar para sacarle mejor partido a la situación, para que hoy en día se nos siga hablando de la “tal paz” que no es más que un show  reeleccionista y figurativo de un presidente que, a costa de lo que sea, con tal de sacar  avante su proyecto, está entregando el país a los “supuestos defensores” del pueblo colombiano, sin importarle las consecuencias.
Bien lo dijo Mauricio Vargas  al periódico El Tiempo de fecha   febrero 10 de 2014 “La promesa de paz total es casi un insulto  a la inteligencia de sus electores”. La paz no es obra de magia. No es posible reconstruir en un discurso y en un día, lo que se ha perdido en más de 50 años.  
La estupidez de los colombianos  ya no está vigente,  el manejo del país por los apellidos tradicionales, tiene que cambiar  si se quieren ver soluciones y de verdad gente comprometida con la paz y  el progreso de nuestro país, sino que lo digan: Buenaventura, Caloto, Toribio, el llano, Putumayo, Casanare, Antioquia, Caquetá, Arauca  entre otros departamentos, ciudades y pueblos, fuentes de conflicto  y principales aportadores de víctimas.

Carlos Javier Londoño O.

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