Mayo 2 de 2014
¿Será que si puede haber paz?
Basado en la lectura de algunos documentos periodísticos y de varios
artículos sobre el tema, escribo esta crónica con el estilo que siempre me ha
caracterizado y es el de llamar a las
cosas por su nombre.
Como en la mayoría de los
desastres, masacres, accidentes y situaciones de riesgo que ocurren en el
territorio colombiano en donde sólo se toman los correctivos una vez ocurridos
los hechos - parodiando a García Márquez - ésta es la crónica de una masacre anunciada, de la que el gobierno
ya estaba enterado de que iba a suceder,
según lo denunciado por la Comisaria del
Pueblo del Chocó ante el Ministerio de
Defensa, la policía y el ejército nacional,
ocho días antes de los hechos.
Eran pasadas las 6 de la mañana del amanecer del día 1 de mayo de 2002 en la
comunidad de Bellavista, en Bojayá - Chocó, cuando se escucharon los primeros
disparos por el enfrentamiento armado que comenzaba en la población de Vigía
del fuerte, entre el bloque 58 de las Fuerzas Armadas revolucionarias de
Colombia Farc-ep, comandadas por Jhover Man Sánchez alias “el manteco” y las
autodefensas de Colombia Auc con su bloque Elmer Cárdenas, comandado por Freddy
Rendón Herrera alias “el alemán”, conflicto que posteriormente se trasladó al
otro lado del rio en la comunidad de Bellavista, población víctima de la
tragedia.
Las Auc atrincheradas en el área
urbana y las Farc en la periferia de la
población, se tranzaron en un duelo a muerte
por la disputa del territorio, control de la zona que les daría
autoridad y poder, pues el acceso al rio Atrato era de vital importancia para
cualquiera de los dos grupos, como corredor para las rutas del
narcotráfico y para el tráfico de armas
y pertrechos llegados de Centroamérica.
Los habitantes como forma de
resistencia pacífica para protegerse y resistir la situación, se habían
declarado actores neutrales en el conflicto, razón por la cual cuando se inició
el combate, buscaron refugio y protección
en la casa cural, en la iglesia y en el convento de las hermanas
misioneras agustinas supuestamente, como
sitios de respeto y seguridad.
Más de 1000 personas entre
campesinos, indígenas y afro descendientes lograron albergarse en la iglesia de
la población. Padres y madres con sus pequeños hijos de brazos, niños, adultos, ancianos, todos
corrían buscando un lugar seguro para protegerse de las balas.
Entre los componentes de la estampida que buscaba
refugio, se encontraba Neymar, un niño
de 5 años afro descendiente quien corría junto a sus padres tíos y abuelos sin saber lo que estaba
ocurriendo. Solo sabía que el estruendo y el caos que se estaba viviendo en su pueblo, no era
normal.
La horrible noche transcurrió entre gritos, explosiones y fuego cruzado; a
medida que el alba iluminaba la población
el combate arreciaba con más violencia,
pues las Farc-ep no querían dar su brazo
a torcer ni querían ceder un milímetro de su territorio al enemigo. Era el día
2 de Mayo.
El impacto de los cilindros bomba
era cada vez más notorio y estruendoso haciendo blanco en diferentes casas y
edificaciones; mientras tanto en la iglesia - lugar supuestamente más seguro
para ellos - la población se entregaba a la oración en medio del llanto, el
desespero y la incertidumbre, clamando al Hacedor un buen término de ese
enfrentamiento armado.
Fueron varios los cilindros que
cayeron sin explotar en el área en donde se encontraba la población.
Pasadas las 10 de la mañana llegó
el “impacto mortal”, un cilindro de gran tamaño disparado por las Farc-ep desde
varios metros de distancia, impactó el
techo de la iglesia, entrando y explotando en el interior en donde se encontraban los refugiados,
acabando con el recinto sagrado y además con la vida de más de un centenar de personas entre
niños, mujeres, hombres, adultos y ancianos.
El caos era total, el infierno allí vivido y la
visión dantesca del lugar eran traumática e impactante; los sobrevivientes y
heridos que lograron pararse tras la explosión, corrían desaforadamente con
pañuelos y banderas blancas por las
calles entre el fuego cruzado, buscando protección y tratando de llegar al rio
para cruzarlo y quedar a salvo en la población de Vigía del Fuerte.
Neymar, como sobreviviente y como
todos los niños allí presentes, lloraba y gritaba aterrorizado no alcanzando a dimensionar la situación, pues al ser alzado en hombros
por un tío durante el caos que se vivía dentro de la iglesia destruida, no se
dio cuenta del estado en que quedaron sus padres víctimas de la explosión de la
cual, aunque un poco aturdido, él junto a algunos familiares salieron ilesos milagrosamente.
Todo el que pudo trató de
huir desde el interior de lo que quedó
de la iglesia hacia lugares más seguros; sólo los cuerpos de los fallecidos y
heridos yacían esparcidos por el suelo.
Al día siguiente, tras un receso
del enfrentamiento, las Farc-ep anunciaban que habían retomado el control de la población
y que permitían sacar a los muertos y heridos, labor que fue interrumpida
varias veces por la reanudación de los combates.
Como caso particular, entre los
escombros se encontraron los restos de una imagen destrozada por la explosión.
Era el torso del que fuera el Cristo crucificado de la iglesia que, aunque
tenía cabeza, carecía de brazos y piernas,
imagen que se convirtió en el símbolo de la tragedia y de la esperanza.
Desde ese momento empezó el éxodo y sufrimiento de la población.
Cinco años después, en octubre 13
de 2007, con el lema “reubicación con dignidad”, el presidente Uribe junto con
una comitiva gubernamental, inauguró la población de “Nuevo Bellavista”, situada a
un kilómetro de la Bellavista original en donde ocurrió la masacre. Aunque el
gobierno indemnizó a los habitantes de
la zona, la situación no es mucho lo que ha cambiado, pues la marginalidad y el
abandono de esa región en donde no entra
sino el ojo de Dios y una mula buena, el
accionar de los grupos armados que aún merodean por el área, y la poca acción
de los entes gubernamentales, hacen que la región siga con la misma problemática de hace 12 años atrás.
Según estudios e investigaciones posteriores, ésta masacre fue atribuida como primer actor a las Farc-ep,
quienes utilizando armas no convencionales y tratando de neutralizar al enemigo
acabaron con la vida de personas inocentes ajenas al conflicto. También
tuvieron su responsabilidad las Auc, por atrincherarse en el seno de la
población civil incrementándoles el riesgo ante los enfrentamientos y, por
último, el estado colombiano por la
inacción y dejadez al no hacer cumplir las funciones de prevención, protección
y garantía a la vida de los civiles víctimas del conflicto.
Hoy doce años después, Neymar con
17 años de edad, con el resentimiento de un joven a quien el conflicto lo deja
huérfano a temprana edad, no ha podido entender el porqué de muchas cosas, como
la muerte de sus padres, personas ajenas al conflicto - quienes como los demás
- nada tenían que ver con la problemática de los dos grupos.
Hoy 12 años después, Neymar está
viviendo con la incertidumbre del futuro de su vida, en una región en donde es
muy difícil salir adelante y progresar por la falta de los servicios básicos
como educación, salud y calidad de vida, y en donde alguna de las alternativas
de trabajo es unirse a alguno de los
grupos armados en conflicto para poder sobrevivir.
Esto es grosso modo una
radiografía de las miles de cosas que
suceden en nuestra querida Colombia desde hace muchos años, situaciones en las que sigue muriendo gente inocente,
campesinos, niños, afro descendientes, indígenas y
pueblo en general, sin que se avizore una solución a corto plazo a este conflicto que cada día se
recrudece más y que la mayoría del pueblo colombiano sabe de su origen, pero
que a muchos apátridas de este país no
les interesa solucionar para sacarle mejor partido a la situación, para que hoy
en día se nos siga hablando de la “tal paz” que no es más que un show reeleccionista y figurativo de un presidente
que, a costa de lo que sea, con tal de sacar avante su proyecto, está entregando el país a
los “supuestos defensores” del pueblo colombiano, sin importarle las
consecuencias.
Bien lo dijo Mauricio Vargas al periódico El Tiempo de fecha febrero 10 de 2014 “La promesa de paz total
es casi un insulto a la inteligencia de
sus electores”. La paz no es obra de magia. No es posible reconstruir en un
discurso y en un día, lo que se ha perdido en más de 50 años.
La estupidez de los
colombianos ya no está vigente, el manejo del país por los apellidos
tradicionales, tiene que cambiar si se
quieren ver soluciones y de verdad gente comprometida con la paz y el progreso de nuestro país, sino que lo
digan: Buenaventura, Caloto, Toribio, el llano, Putumayo, Casanare, Antioquia, Caquetá,
Arauca entre otros departamentos,
ciudades y pueblos, fuentes de conflicto
y principales aportadores de víctimas.
Carlos Javier Londoño O.
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