Marzo 19 de 2020
“La humanización animal”
Leyendo alguno de los mensajes que aparecen en Facebook, hubo uno que me llamó la atención el cual decía más o menos así: qué tiempos
aquellos en que nuestros perros se llamaban Danger, Titán, káiser, que comían
de todo y no se enfermaban y que no eran presentados en casa como el hermanito
menor o el bebé de la casa.
Pues bien, analizando este
mensaje de una manera muy personal y con el respeto que todos me merecen, me
hice la siguiente pregunta: Qué le está pasando a esta generación actual que siguiendo normativas de esta sociedad moderna,
está humanizando de tal forma los animales domésticos que ya nos los presentan
como componentes genéticos de la familia?
No es que sea zoo fóbico, ni tenga
algo en contra de los animales, por el contrario, como antiguo habitante, por
muchos años del Amazonas colombiano, tuve como compañeros animales domésticos,
aves, peces, simios, felinos entre otros, a los cuales dándoles el tratamiento que como animales se
merecían, sin disminuir ni aumentar el sentimientos que hacia ellos me unía, compaginé y compartí normalmente, pero ya eso
de extremizar ese sentimiento como se está viendo actualmente con esta juventud
reinante, en donde dichos animales los están equiparando al estatus de hijo, a
los que presentan, inclusive como nietos, tratándolos como seres humanos en una compenetración
nociva tanto para el dueño como para el animal es preocupante. Estado que
mientras sea de normalidad y de salud no hay problema, pero cuando la
enfermedad hace parte del animal, el estrés, la responsabilidad, la atención y
todo aquello que la situación conlleva se apodera de los relacionados
involucrando a otros miembros de la familia, que en nada tienen que ver con esa
situación buscada, pues al llevarles el juego a estas multinacionales de las
“pets” con sus invenciones de comidas innovadoras, juguetes y accesorios para
mejorarles la calidad de vida a sus mascotas, les están ayudando a hacer de las
suyas.
Ya el perro y el gato son
manejados como clientes preferenciales en estas tiendas especializadas
pasando el dueño a segundo plano, tan es
así, que cuando hay promociones llaman al dueño (a) del animal preguntando por
la “mamita” (dueña) del doméstico ya facturado, para ofrecerle los productos. Y
lo más significativo de este ofrecimiento, es que al dueño del animal ya lo
tienen metido en el juego.
No se han dado cuenta que ahora
que existen comidas más sofisticadas para mascotas, y más elementos para su
cuidado, han aparecido más enfermedades en los animales? Que el negocio está montado, está montado y
todo con las anuencia suya como consumidor.
Con los años que tengo de vida
nunca había oído hablar de un perro con diabetes, pancreatitis o algo por el
estilo, enfermedades que como ocurre con las de los humanos parecen
prefabricadas para poder vender los productos sofisticados que de gran valor
están fabricando.
Personalmente viví un caso que me
dejó mucho que pensar con respecto a esta nueva costumbre, tendencia o como
quieran llamarla, en manejar las mascotas como hijos de familia.
Me encontraba en una reunión
familiar acompañado por mis hijos, sus primos y mis cuñados. La mayoría de
ellos jóvenes pero eso si ya con hijos,
valga la expresión, representados en gatos y perros, todos manejados con la
misma tendencia.
Resulta que llegó a la reunión,
una prima de todos ellos, con una perrita de raza a bordo con toda la
parafernalia y cuidados de una hija enferma. Manifestó que acababa de llevar el
animalito al veterinario quien le pronosticó “diabetes”. Qué que fue eso, se complicó
la reunión, pues ya todo giró alrededor de la perrita, de su enfermedad y de su
cuidado. Que no dejáramos caer nada al
piso de los pasa bocas que estábamos
degustando porque la perrita nada de eso podía comer y cosas por el estilo.
Como el veterinario aconsejó
controlar la glicemia cada cuatro horas, la propietaria de la perrita en el
trayecto, se compró un glucómetro última generación para tomar dicho control.
Como esta juventud de ahora cree que se
las sabe todas sobre todo si de tecnología se trata, comenzaron a manipular el
aparato con miras a tomar la muestra de la cual ni sabían en que parte del
animal debían de pinchar para la toma. Yo desde la distancia me limitaba a
observar la operación, sin que nadie acertara como hacerlo. Lo que si note fue
que a pesar de que nadie daba pie con bola en el manejo del aparato, ninguno
sugirió leer el manual de instrucciones, que para nosotros sería lo más lógico cuando
de aprender el manejo de un nuevo
aparato se trata, sólo se limitaron a presionar botones sin ningún resultado
positivo. De pronto alguien sugirió que yo como ex socorrista que fui, podía
tener conocimiento de cómo tomar la
muestra. Aunque si sabía y con miras a darles una enseñanza, me hice el desentendido
manifestándoles que de esos aparatos tan sofisticados no tenía conocimiento,
aconsejándoles leer el manual, sugerencia a la que nadie le paró bolas y más
bien decidieron seguir dañando cintas de
papel con las que se toma la muestra. En
vista que no pudieron hacer la prueba, la solución fue llevar de nuevo el
animal al veterinario para que el hiciera la prueba.
Qué situación tan sobrecogedora
se vivió con este acontecimiento, ver la dueña del perro en un estado anímico
de shock, estresada, baja de nota y compungida ante la enfermedad del
animalito, que aunque no presentaba ningún síntoma alarmante, el show contagió
a todos los que estaban presentes.
Qué nos espera ante esta
situación ?Aquí como padres podríamos echarnos la culpa de lo que está
sucediendo con esta nueva generación, producto de inconsistencias nuestras, que al no entregarles lo mejor de nuestra educación recibida,
cohesionándola con la de ellos, no estarían viviendo esta modernidad estúpida producto
del cambio de mecanismos sociales favorecedoras a ciertas élites y de una tecnología
absorbente que cada día los convierte en zombis de esta sociedad.