Agosto 4 de 2012
Crónicas leticianas
14
“Las Heladas del Brasil”
Como recuerdo mi
primera experiencia ocurrida en Leticia, cuando en un mes de junio, los fríos
procedentes del sur del continente
comúnmente llamadas “las heladas del
Brasil”, repercutieron en esta amazonía colombiana, en donde pasar de 38º de
temperatura a 14º a 18º en promedio es
algo significativo.. En Leticia se le llama a este fenómeno “friachas” “heladas” o “helajes”.
Bien lo recuerdo como en la
madrugada de su primer día de inicio, un frío poco normal recorrió mi
cuerpo, pensé que era una molestia de tipo febril, me levanté, apagué el
ventilador y procuré una cobija para arroparme. Cuando entré en calor, noté que
el frío era producto de un cambio de clima en la ciudad, fenómeno climático
para mi desconocido.
Me levanté normalmente con la
salvedad que al bañarme el agua estaba
súper fría y que me toco buscar la chaqueta que toda persona en la región
guarda en su armario para utilizarla cuando se desplazan a Bogotá.
El ambiente en las calles era
mustio y nublado acompañado de un aire fresco bastante agradable.
Las personas que pasaban
motorizadas portaban para protegerse del frío, ropas en todas las tallas y especificaciones como suéteres, chaquetas,
ponchos, ruanas, sacos cruzados pasados de moda que a su paso producían
hilaridad.
Consulté con los veteranos de la
región sobre este acontecimiento
explicándome que esto ocurre cada año en toda la zona, en donde estas
heladas procedentes del Brasil y famosas
por los estragos que producen en la cosecha de café de esa nación permanecen con nosotros casi ocho días
durante los cuales el sol radiante y abrasador, desaparece, reemplazado por una
bruma oscura que cubre la ciudad y sobre todo el río impidiendo una buena
visibilidad.
Como caso raro, las aguas del río
Amazonas disminuyendo el oxígeno del agua, lo que obliga a los peces a salir a
la superficie a respirar o “boquiar” como se dice coloquialmente.
Un amigo me comentó que esa era
una buena ocasión para salir en la madrugada a pescar porque los peces se
cogían hasta con la mano.
Para comprobarlo, una noche de
esas friolentas salimos hacia un caño que queda en la ribera peruana muy bueno
para la pesca.
Íbamos armados de todos los
implementos para protegernos del frío, aparte de las chaquetas, una buena
dotación de café y licor, además de los accesorios nativos de pesca como eran
la atarraya, los arpones y hasta un arco con flechas pues la experiencia se
basaba en capturar los peces con estos elementos ya que el anzuelo era de poca
utilidad y el amigo quería demostrarme la benevolencia de este fenómeno climático.
Entramos al sitio guiados por linternas y a
pesar de que la canoa tenía un pequeño motor llamado “peque peque”, una parte
del trayecto lo hicimos a remo buscando una buena pesca.
Llegamos a un remanso en donde el
agua parecía hervir, pero en realidad era
el sinnúmero de peces que estaban boqueando, buscando el oxigeno del
aire. Nuestro amigo mas experimentado
dio la primera demostración al arrojar con toda su fuerza un arpón al
epicentro del hervidero, resultado dos hermosos pintadillos atravesados por el
mismo artefacto. Después hizo la demostración con la atarraya teniendo que pedir ayuda para poderla subir a
bordo por la cantidad de especimenes capturados. Allí había pintadillos, palometas, pirañas, carahuazús,
bocachicos y sábalos entre otros, ese espectáculo parecía la pesca milagrosa
pues en verdad eran tanto los peces que afloraban en la superficie que hasta
con la mano se cogían.
Allí permanecimos en la faena
hasta el amanecer disfrutando de un buen café con licor desafiando el frío al
calor de una hoguera preparando
“moqueado“ , procedimiento que consiste en asar en una buena brasa tal como
salen del agua con vísceras y todo
algunos peces de escamas caídos en la redada..
Este proceso le da un sabor
exquisito a los peces, sabor experimentado únicamente en las especies extraídas de esas maravillosas y proliferas
aguas de la amazonía colombiana, peruana y brasilera, cuando la contaminación
de sus aguas no se había hecho presente.
En la mañana regresamos al puerto
de Leticia. en donde nos tocó regalar la mayoría de esta exuberante pesca pues como decimos los paisas
alcanzó hasta “ para dar y convidar”.
Increíble espectáculo, si uno no
lo hubiera visto con sus propios ojos y experimentado físicamente.
Javier,
ResponderEliminarDefinitivamente estás haciendo una recopilación de datos muy interesante y además entretenida. Felicitaciones y por favor sigue compartiendo con tus lectores toda esa vivencia. Gracias!
Ruth
Gracias Ruth por tus sinceros y motivantes comentarios
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