lunes, 29 de junio de 2020
“Viaje a la Sierra Nevada”
Durante la década de los sesenta, debido a las facilidades y seguridad para viajar por las carreteras de Colombia utilizando la modalidad de “auto stop”, fueron muchas las excursiones y experiencias que tuve en compañía de otros amigos.
Deseoso de conocer nuevos sitios y ciudades lo mismo que experimentar nuevas aventuras, decidí viajar a conocer a Santa Marta y su Sierra Nevada aprovechando que allá vivía un hermano mío adonde podía llegar. Una vez definida la fecha y confirmada la estadía donde mi hermano contacté a Javier Castrillón, compañero en el deporte del atletismo, y a Daniel Pérez propietario de la famosa librería Anticuaria para que me acompañaran en este viaje pues también eran amantes de la aventura. Con morrales, provisiones y carpa incluida , aprovechando el tren “Expreso del Sol” salimos cierta madrugada de Medellín, rumbo a Santa Marta.
El tren llegaba a Puerto Berrio después de pasar por todas esas cálidas poblaciones hasta adentrarse en la zona bananera en el departamento del Magdalena, para llegar finalmente a su destino después de un viaje que duraba en promedio día y medio bajo la inclemencia de un clima cálido, pegajoso y húmedo que sólo provocaba ingerir líquidos para evitar la deshidratación.
En Santa Marta nos esperaba mi hermano, quien nos hospedó en su casa.
Allí permanecimos por dos días mientras planeábamos el viaje hacia la Sierra Nevada.
Un cuñado de mi hermano supo lo del viaje y nos pidió el favor que lo incluyéramos en la excursión. De haber sabido de los tropiezos que a causa de su inexperiencia y flojera de buen costeño nos iba a causar, no hubiera viajado con nosotros.
Trazamos la ruta y partimos de madrugada a abordo de una chiva que nos llevó hasta la población de Minca, desde donde seguimos a pie hasta el pueblo arahuaco de San José de Rábago por una trocha en ascenso, la cual pudimos superar gracias a nuestro buen estado físico, cosa que no hizo el costeño pues cuando empezamos el ascenso lo afectó el soroche, se sentía ahogado, con mareos y vómito, complementando con ampollas en los pies, razón por la cual decidimos no continuar con él, por su seguridad.
Después de recuperado lo acompañamos de nuevo hasta Minca desde donde se devolvió para Santa Marta. Daniel nos esperó en una casa ubicada en el trayecto.
Retomando de nuevo la ruta continuamos la caminata hasta donde Daniel nos esperaba continuando hasta la población arahuaca, allí llegamos casi a la puesta del sol. Nos presentamos ante el mama a quien, después de explicarle el motivo de nuestro viaje le solicitamos un sitio para dormir. Para ello nos asignaron una maloca circular hecha en barro con techo de paja, una hoguera en el centro y pieles de chivo alrededor.
Si la noche se hizo para descansar creo que la nuestra se hizo para rascar, pues además del viento frío que soplaba y que calaba los huesos, una rasquiña por todo el cuerpo no dejaba dormir presumiendo que las pieles estaban plagadas de pulgas.
El paso a seguir era caminar mucho más arriba, hasta llegar a una antena de transmisión custodiada por un puesto de policía.
Después de haber tomado café acompañado con pan empezamos de nuevo la caminata hacia nuestro objetivo, por una trocha húmeda y pantanosa; en donde a cada paso que dábamos, el viento frio nos acompañaba soplando con más fuerza.
Paso a paso fuimos subiendo dándonos ánimos con comentarios jocosos para olvidarnos del cansancio. Al medio día ya estábamos al frente de los picos blancos de la majestuosa Sierra nevada que se observaban al fondo. Esta imagen nos levantó la moral y los ánimos pues ya estábamos más cerca que lejos de nuestro objetivo.
En la cima de esa montaña, una inmensa torre metálica se erguía solitaria hacia el firmamento. Una patrulla de la policía conformada por un sargento llamado Eduardo y cinco agentes, más un perro lanudo que vivían allí custodiando la torre nos dieron la bienvenida. El sitio en donde estaba construida la casa en material en donde vivían los agentes era una área despejada, desde donde se tenía una visual de 360 grados y un paisaje muy interesante cuando no había neblina. El sitio estaba rodeado por cercas de alambre de las cuales pendían tarros que sonaban cuando alguien tocaba el alambrado, supongo que era para tener mayor seguridad en la noche por si alguien trataba de entrarse.
Había algunas aves de corral y una especie de sementera con algunas legumbres y, una especie de corral con cuatro mulas que pastaban apaciblemente.
En el centro del lugar había un bohío con mesas y asientos.
Nos presentaron ante el superior al cual le expusimos el motivo de nuestra visita, la cual aceptaron complacidos, pues según su comentario, hacia días no veían a alguien diferente más que a sus compañeros. Nos permitieron armar la carpa en un montículo cerca de la casa. Posteriormente, en una estufa pequeña a gasolina que portábamos hicimos un reconfortante café, al cual invitamos a los agentes a degustar.
Por la tarde nos sentamos charlar con ellos y a jugar naipes, amenizado por un radio a pilas y una botella de ron cañita que habíamos llevado para obsequiarles.
Ya entrada la noche nos invitaron a compartir con ellos un chocolate caliente con pan, gran alivio para el frio que estaba haciendo.
Esa misma tarde concretamos con ellos el alquiler de tres mulas para que nos acercaran por lo menos hasta la base de la Sierra, pues desde donde estábamos hasta al sitio adonde pensábamos llegar, nos tomaría por lo menos medio día. Un agente se ofreció acompañarnos.
Esa noche nos fuimos a dormir a nuestra carpa, con una noche estrellada de fondo y el acompañamiento de un viento helado que congelaba, al cual tratábamos de sobreponernos comiendo panela para que nos diera calorías.
Todo andaba normal y dormíamos plácidamente hasta la madrugada, cuando se empezaron a sentir fuertes vientos que sacudían la carpa de un lado para el otro hasta que un remolino la arrancó de sus amarres y la hizo volar como un simple trapo que fue a caer como a cien metros de distancia quedando nosotros cobijados y a la intemperie mirando el cielo estrellado. Más que susto esta experiencia nos dio fue risa. Minutos después los agentes se dieron cuenta de la emergencia y nos invitaron a dormir dentro de la casa. Al otro día temprano estábamos recogiendo la carpa enredada en unos árboles a varios metros de distancia.
Preparamos café y a las siete de la mañana empezamos el recorrido a lomo de mula, siguiendo al policía que iba guiándonos adelante. Era un camino bastante difícil en el cual hasta las mulas trastabillaban. Después de tres horas de recorrido paramos a tomar un refrigerio y a descansar las nalgas haciendo ejercicios de estiramiento. Ya se veían al fondo y más cerca esas moles de hielo que se erguían majestuosas frente a nosotros. Era un hecho: estábamos cerca de pisar la base de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Apresuramos el paso. A las dos de la tarde ya nos encontrábamos en la base de la montaña. Subimos hasta donde comienza el hielo y por primera vez me sentí como en Europa en época de invierno pisando hielo por doquier. Prendimos la pequeña estufa de gasolina, colocamos hielo en una olla para que el calor la convirtiera en agua y así poder hacer café, que acompañado con pan y salchichón nos sirvió de almuerzo.
Como nuestro objetivo era llegar hasta la base de la nevada, pues nuestra indumentaria tanto ropa como zapatos y sin lentes para sol no eran prendas aptas para permanecer mucho tiempo en la zona, tomamos fotos, disfrutamos del hielo y descansamos para devolvernos esa misma tarde, pues el frío era implacable con nosotros por lo frágil de nuestros vestidos.
Allí permanecimos por espacio de dos horas, saliendo de nuevo a las 4 pm hacia la torre. A las 10:30 de la noche ya nos encontrábamos en la casa policial disfrutando de un caldo con papas, arroz y chocolate con pan, comida que nos dio energías para pasar de nuevo una noche más en aquel lugar.
En vista de que nuestro objetivo fue alcanzado, decidimos viajar al día siguiente en horas de la mañana rumbo a la población de Minca, por una ruta más corta explicada por los agentes. Agradeciéndoles las deferencias que tuvieron para con nosotros y dejándoles las provisiones que nos sobraron, nos despedimos de ellos.
El camino de regreso se nos hizo más corto porque era en descenso. Al mediodía ya nos encontrábamos en la población, en un restaurante de paso degustando un buen plato de caldo de pescado con todas las “arandelas”. Al rato llegó la chiva que nos trasladó hacia Santa Marta en donde, en casa de mi hermano y después de un buen baño, nos sentamos en el patio trasero a escuchar buena música y al calor de unos Old Parr narramos nuestra odisea.
Jalón
martes, 23 de junio de 2020
Enseñanzas de la escuela de la vida
Junio 23 de 2020
“Enseñanzas de la escuela de la vida”
Esta es otra de las tantas
aventuras y anécdotas que he
experimentado en mi vida.
Se trata del viaje que por
motivos de trabajo hice desde ciudad de México a San Pedro Sula,
ciudad situada al norte de Honduras, capital administrativa del
departamento de Cortés, llamada la capital industrial por generar el 68% de las
exportaciones del país. Tiene alrededor de un millón de habitantes y clima cálido y húmedo.
Antes de viajar me pusieron al
tanto sobre los peligros a los que me
podía exponer “si daba papaya” como se
dice coloquialmente pues era una ciudad que tenía un alto índice de
criminalidad y donde fácilmente podías perder la vida por un reloj.
Enterado de esa situación y con
hoteles recomendados, viajé un viernes
en la mañana directo a esa ciudad. Antes de abordar, en las tiendas libres de
impuestos del aeropuerto de México compré una botella de wisky y algunos
enlatados como mejillones, pulpo y otras golosinas para tener que “picar” en el hotel y así evitar la
salida a comprar algo.
La llegada a la ciudad fue sin contratiempos
con una aduana muy respetuosa con los turistas.
En el aeropuerto me recogió un
amigo quien sería mi guía en la ciudad,
llevándome a un hotel situado en
el centro de la ciudad cerca de un gran
parque que más bien parecía una plaza de mercado, pues allí se
encontraba de todo en un ambiente de
basuras y gente de ascendencia indígena que se rebuscaban con sus productos,
observación que hice desde el vehículo en que me transportaba. El hotel quedaba
a una cuadra del parque y aunque era un buen hotel se demeritaba por el sitio.
Luego de registrarme
almorzamos allí mismo en donde estuvimos
un largo rato conversando sobre diversos temas, entre los cuales estaba el de
los cuidados que debían de tener si iba a salir del hotel, lo cual había que
hacerlo de día procurando llegar a él
antes de caer la noche para no tomar riesgos innecesarios.
Antes de anochecer el amigo se
retiró quedando de recogerme al día siguiente alrededor de las 9 am, para hacer
las diligencias alusivas al trabajo y razón por la cual había viajado a esa
ciudad.
En la habitación, luego de tomar
un baño, enpiyamado me serví un wisky y me puse a ver una película en la televisión.
Luego de varios wiskys me dispuse
a dormir.
La noche fue tranquila. Al otro día
el amigo estuvo puntual recogiéndome para hacer las diligencias en las cuales
estuvimos ocupados toda la mañana.
A la hora de almorzar me invitó a
la ciudad de Tela en la costa atlántica hondureña y cerca de San Pedro Sula, adonde fuimos por una moderna
autopista. Allí, cerca al mar, degustamos los frutos del mar en un buen
restaurante, acompañados por un buen vino blanco. Recorrimos la ciudad y por la
tarde regresamos de nuevo a San Pedro Sula, dejándome en el hotel y
explicándome que debido a unas ocupaciones personales no me podía recoger al
otro día, así que tenía el día libre para conocer el centro de la ciudad con los cuidados
respectivos y que buscara un buen hotel
en donde almorzar que en ellos la comida era relativamente barata.
Después de tomarme unas cervezas micheladas en el mismo hotel me acosté
temprano a descansar.
Al otro día me levanté un poco
tarde y después de organizarme me dispuse a salir, no sin antes escuchar las
observaciones de los empleados del hotel con respecto a los cuidados que debía asumir
para evitar problemas.
Al salir a la calle, ante tanta
recomendación, estaba más arisco que un guatín cuando le hacen un tiro en un
maizal, pues cuando uno se desplaza por las calles de inmediato lo
identifican como turista y todas las miradas recaen sobre uno.
Después de recorrer algunas
calles y hacer algunas compras pasé por
un moderno hotel en cuya entrada
principal anunciaban el menú del día. Allí en un vistoso aviso se leía:
“Langosta de 2 libras con sus
guarniciones, valor 12 dólares”. De
inmediato pensé: por 12 dólares no voy
a dejar de comerme una langosta de 2 libras. De inmediato pregunté que si podía entrar en bermudas
indicándome el portero que no había problema que me dirigiera al restaurante.
Una vez en el sitio, el mesero me
hizo sentar en una mesa en donde me atendió muy cortésmente.
El sitio era elegante y visitado
por gente lujosamente vestida; el que deslucía en el salón tal vez pude ser yo, pero eso no
me complicó la vida pues estaba autorizado para entrar y compartir con la gente
que allí se encontraba.
Una vez sentado le solicité al
mesero, para empezar, media botella de vino blanco bien frio y de plato
principal la langosta. Ante la pregunta del mesero que con qué guarnición
deseaba la langosta ahí si quedé desconcertado, pues yo sabía que el
significado de la palabra guarnición era un conjunto de soldados que
permanecían en un sitio para cuidarlo y defenderlo, pero en gastronomía no conocía su significado.
Como buen montañero y con miras a aprender algo ese día le pedí el favor me
explicara que significaba la palabra guarnición para ellos a lo que me respondió
que era el acompañamiento con que se servía la langosta. Ahora si nos vamos
entendiendo - le dije- y que me ofrece como acompañamiento? Tengo frijoles tipo
caraota, arroz, plátano maduro y ensalada. Ahí si quedé más desconcertado, pues
nunca en mi vida había oído de ese “casao” como decimos en Antioquia a las
combinaciones raras, langosta con
frijoles, arroz, tajadas maduras y ensalada. Me limite a mirar a las otras
mesas y observé que la mayoría de los comensales estaban degustando de ese
plato, de donde deduje que era un plato típico de la región y ordené lo mismo:
arroz, tajadas maduras, frijol y ensalada como complemento; al plato y si a eso
le sumábamos el vino pues creo que el acompañamiento no era el mejor, pero como
dice el refrán: “al pueblo que fueres haréis lo que vieres”, y me comí mi langosta con todo lo pedido.
Fue una deliciosa experiencia, de
la cual pensaba que cuando se las contara a mis amigos nadie me iba a creer, por eso la dejo aquí
plasmada como una enseñanza de la escuela de la vida, sacando la conclusión la importancia que tiene viajar para conocer
de otras costumbres.
Jalón
lunes, 15 de junio de 2020
“Recordando aquellos años que nos hicieron felices”
“Quien pudiera regresar de la niñez a la era, con una botella de whisky y una bonita niñera”.
Refrán que nos lleva a recordar, con un poco más de sofisticación esos tiempos que desearíamos se repitieran, pues las experiencias adquiridas son nuestra fortaleza al día de hoy.
Así que al cavilar sobre qué tema tocaría para este nuevo escrito, se me vino a la cabeza la idea de este test, en donde al contestar las preguntas te darás cuenta de cuán activa fue tu niñez y tu juventud.
¿Cuántas de éstas preguntas hicieron parte de tus experiencias juveniles?
1) Fuiste tú uno de los que fueron un domingo al Bosque de la Independencia como se dice coloquialmente “a ver chupar paletas” o a montar en las barquitas?
2) Fuiste tú uno de los que fueron al almacén “Caravana” a montar por diversión en la escalera eléctrica recién inaugurada?
3) Fuiste tú uno de los que iban los domingos con tus padres a misa con la esperanza de que a la salida te motivaran con un “algodón de azúcar”?
4) Fuiste tú uno de los que les tocó llevar como lonchera una arepa untada con manteca de cerdo y una botella de chocolate o agua de panela?
5) Fuiste tú uno de aquellos chicos que en los diciembres se iban persiguiendo un globo a ver dónde iba a caer, que si no podías coger lo encendías a piedra?
6) Fuiste tú uno de los que se ofrecían voluntariamente en los diciembres a menear la natilla con tal que te dieran la paila para raspar?
7) Fuiste tú uno de los que en los diciembres salían a la calle con un espejo a reflejar en él un globo, dizque para que se “chorreara” y así hacerlo caer?
8) Fuiste tú uno de los que en las procesiones de semana santa gozaban sujetando con un gancho nodriza los chales de las viejitas que iban juntas en la procesión?
9) Fuiste tú uno de los que le gustaba visitar a los abuelos por aquello del “mecato” que les guardaban?
10) Fuiste tú uno de los que les gustaba ir a la tienda a hacer los mandados para pedir la “ñapa”
11) Fuiste tú uno de los que el 24 de diciembre se hacían los dormidos para tratar de identificar al niño Jesús cuando depositaba los regalos?
12) Fuiste tú uno de los que dejaban el diente recién caído debajo de la almohada para que el Ratón Pérez les dejara algunas monedas?
13) Fuiste tú uno de los que los domingos ibas con la familia o con amigos a Campos de Paz o a la avenida 30 a ver aterrizar y despegar aviones?
14) Fuiste tú uno de los que durmieron con el vestido “estrén” de semana santa o traído del niño?
15) Fuiste tú uno de los que solían frecuentar solares ajenos con miras a robar guayabas, naranjas o zapotes?
16) Fuiste tú uno de los que hicieron paseo de olla con amigos o familiares a los charcos de Barbosa?
17) Fuiste tú uno de los que ahorraban dinero de las onces para asistir los domingos a matinal?
18) Fuiste tú uno de los que te pusieron un tramojo en la boca para que se tomaran el purgante quenopodio para las lombrices y luego lo pasaban con jugo de naranja?
19) Fuiste tú uno de los que pueden exhibir en tu brazo la cicatriz de la vacuna para la viruela?
20) Fuiste tú uno de los que cuando estabas pequeño añoraban ser policía o bombero?
21) Fuiste tú uno de los que cuando ibas a fincas escuchaban cuentos de brujas y espantos?
22) Fuiste tú uno de los que cuando te ibas a ennoviar tuvieron que pedirle a la novia que si los aceptaba?
23) Fuiste tú uno de los que les tocó visitar la novia acompañados de cuerpo presente por la suegra, tía o hermanito?
24) Fuiste tú uno de los que jugaron fútbol en la calle, en especial cuando estaba lloviendo?
25) Fuiste tú uno de los que pueden exhibir cicatrices dejadas por las caídas cuando aprendías a montar en bicicleta?
26) Fuiste tú uno de los infortunados que usaron una cauchera para dar de baja a pajaritos?
27) Fuiste tú uno de los que hacían sus propios globos para luego tener el placer de elevarlos?
28) Fuiste tú uno de los que tocaban el timbre del vecino para luego salir corriendo?
29) Fuiste tú uno de los que tenían un trompo con una gran punta para dañar los trompos de los compañeros perdedores?
30) Fuiste tú uno de los amigos que salían en defensa de otro amigo cuando se presentaba un zafarrancho?
Si contestaste positivamente la mayoría de estas preguntas eres mi coetáneo, que compartiste una juventud inolvidable, preguntas con las cuales espero haberte devuelto muchos años atrás.
Jalón