jueves, 11 de junio de 2020


Junio  de 2020
“Andagoya paraíso chocoano”

Cuando estudiaba bachillerato en el Liceo Antioqueño, en el período vacacional de Semana Santa, el de medio año, o en el de diciembre me daba el lujo de ir a disfrutar de mis vacaciones escolares,  ya fuera a Santa Marta  en donde residía mi hermano mayor o  a la población de Andagoya en el Chocó,  en donde vivía una tía cuyo esposo  trabajaba en la compañía minera.
Cuando viajaba a Santa Marta lo hacía  en el famoso transporte férreo llamado “ El Expreso del Sol”,  tren que salía de Medellín rumbo a la capital del Magdalena atravesando varios pueblos y estaciones de Antioquia, para luego adentrarse al Magdalena medio, vía por donde después de varias horas de recorrido  llegaba a la zona bananera.
Para viajar a Andagoya  lo hacía por el carreteable, si se le podía llamar así, a esa trocha de la época  que  desde Medellín me conducía a  Quibdó la capital chocoana. Desde allí, por vía  fluvial, llegaba a Andagoya, isla situada entre los ríos Condoto y San Juan cuyo nombre hace honor al   primer colono español que llegó a esas tierras  de nombre Pascual de Andagoya.
El pueblo era un asentamiento  minero  compuesto por familias llegadas de los Estados Unidos e Inglaterra, quienes una vez instalados en la isla fundaron un caserío bien trazado y organizado. Posteriormente crearon la empresa minera llamada  “Chocó Pacífico”,  importaron las famosas dragas, maquinaria para la explotación del oro y el platino que yacía en las profundo de los ríos atrás mencionados,  comenzando con ello la explotación minera legal  en la región  con la anuencia del gobierno de turno.
Para iniciar labores contrataron mano de obra  regional, compuesta por caucanos, nariñenses y chocoanos   expertos en minería quienes laborarían en el trabajo pesado. Para las labores administrativas   contrataron personal de color blanco los que poblaron el pueblo,  notándose desde esa época el racismo característico de la raza anglosajona. Para los trabajadores de color levantaron un pueblito con características muy diferentes a las de su pueblo, en todos los aspectos al frente  de la isla separado por el río Condoto  llamado Andagoyita.
Los del frente, o sea los negros, no podían pasar a Andagoya a no ser para trabajar y a la hora que sonaba la sirena  atravesando el rio hacía hacia el sitio de trabajo y devolviéndose  a casa en un planchón perteneciente a la empresa.
Los blancos si podían pasar a Andagoyita a beber, divertirse y como se diría coloquialmente,  a “hacer de la mujer la vil cortesana”.
Para el sustento de la población Andagoya tenía un gran almacén llamado “La Tienda”,  en donde se conseguía toda clase de artículos suntuosos,  comestibles y licores americanos importados, tienda la cual era administrada por el esposo de mi tía, en donde los “morochos” también podían comprar, en ciertos días y horas predeterminadas, con los bonos que como parte del sueldo les pagaban.
El pueblo tenía además construcciones muy modernas discordantes con el hábitat y el entorno, como iglesia, clínica de tercer nivel, escuela, casino con bar y diferentes juegos, casas matrimoniales y, para los solteros, un campamento especial distante  de las casas de los casados. Además gozaban  de buenos servicios de energía  y acueducto servicios facilitados por la compañía,  muy superiores  a los del pueblito del frente y a los de muchos pueblos del interior del país. 
Y para nuestra protección, contaban con una buena seguridad privada.
Como pueden ver, era una especie de paraíso enclavado en el espesor de esa  selva chocoana.
Por esa y otras razones yo prefería ir a pasar vacaciones  a esa tierra, pues la selva, la pesca, los ríos  y esa mezcla de idiosincrasias  eran interesantes cuando de descansar la mente se trataba. Allí también llegaban  a pasar vacaciones, venidos de otras ciudades y países, otros contemporáneos hijos de gringos y colombianos que allí laboraban  y en donde la empatía entre nosotros era ejemplar, pues se departía en camaradería,  juegos, natación, bailes y diferentes festividades que allí se celebraban y por qué no, algún romance vacacional.
Allí estuvieron disfrutando de las  maravillas naturales que la vida les ofrecía, mujeres hermosas hijas de ejecutivos de la empresa, como el caso de la que posteriormente fue la representante  por el Chocó al reinado nacional  de la belleza en Cartagena,  la modelo Nohora Perfecta Pereiro con quien   tuvimos la suerte de compartir  agradables momentos juveniles  de diálogos, juegos y sana diversión, y en donde ni ella ni nosotros pensamos que iba a llegar a ser tan famosa, como en efecto lo fue.
Como pueden darse cuenta, ésta si era una especie de la isla de la fantasía en donde había de todo un poco para mejorarle la calidad de vida a los que allí laboraban.
Como si esto fuera poco, los solteros tenían algunas prerrogativas: después  de las 5 pm hora de la salida a descansar, permitían entrar a la isla mujeres de color jóvenes adultas provenientes del pueblo del frente, a ofrecer en el campamento de ellos sus  servicios sexuales, mujeres  quienes después de tocar puerta por puerta  y al ofrecimiento de: el señó quiere negra pa´ esta noche?, eran contratadas para determinada hora a la cual llegaban muy puntuales, relaciones en donde se dieron casos de empatía entre la pareja que compartía la experiencia terminando en la formación de un hogar, como le ocurrió al gerente de la empresa  quien después de una inolvidable noche de pasión  quedó prendado de una hermosa morena, con quien posteriormente contrajo matrimonio y a la cual llevaba orgulloso a fiestas y compromisos empresariales. Hubo también casos de solteros que formalizaban relaciones con mujeres casadas del entorno, costándoles a veces el puesto,  el veto y el menosprecio por parte las demás casadas, presión que los obligaba a desocupar el pueblo.
Momentos memorables de una  inolvidable juventud.
Jalón
  

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