Junio de 2020
“Andagoya paraíso
chocoano”
Cuando estudiaba bachillerato en
el Liceo Antioqueño, en el período vacacional de Semana Santa, el de medio año,
o en el de diciembre me daba el lujo de ir a disfrutar de mis vacaciones
escolares, ya fuera a Santa Marta en donde residía mi hermano mayor o a la población de Andagoya en el Chocó, en donde vivía una tía cuyo esposo trabajaba en la compañía minera.
Cuando viajaba a Santa Marta lo
hacía en el famoso transporte férreo
llamado “ El Expreso del Sol”, tren que
salía de Medellín rumbo a la capital del Magdalena atravesando varios pueblos y
estaciones de Antioquia, para luego adentrarse al Magdalena medio, vía por
donde después de varias horas de recorrido llegaba a la zona bananera.
Para viajar a Andagoya lo hacía por el carreteable, si se le podía llamar
así, a esa trocha de la época que desde Medellín me conducía a Quibdó la capital chocoana. Desde allí, por vía fluvial, llegaba a Andagoya, isla situada
entre los ríos Condoto y San Juan cuyo nombre hace honor al primer colono español que llegó a esas
tierras de nombre Pascual de Andagoya.
El pueblo era un
asentamiento minero compuesto por familias llegadas de los Estados
Unidos e Inglaterra, quienes una vez instalados en la isla fundaron un caserío
bien trazado y organizado. Posteriormente crearon la empresa minera
llamada “Chocó Pacífico”, importaron las famosas dragas, maquinaria
para la explotación del oro y el platino que yacía en las profundo de los ríos
atrás mencionados, comenzando con ello
la explotación minera legal en la región
con la anuencia del gobierno de turno.
Para iniciar labores contrataron mano
de obra regional, compuesta por
caucanos, nariñenses y chocoanos expertos en minería quienes laborarían en el
trabajo pesado. Para las labores administrativas contrataron personal de color blanco los que
poblaron el pueblo, notándose desde esa
época el racismo característico de la raza anglosajona. Para los trabajadores
de color levantaron un pueblito con características muy diferentes a las de su
pueblo, en todos los aspectos al frente de la isla separado por el río Condoto llamado Andagoyita.
Los del frente, o sea los negros,
no podían pasar a Andagoya a no ser para trabajar y a la hora que sonaba la
sirena atravesando el rio hacía hacia el
sitio de trabajo y devolviéndose a casa
en un planchón perteneciente a la empresa.
Los blancos si podían pasar a
Andagoyita a beber, divertirse y como se diría coloquialmente, a “hacer de la mujer la vil cortesana”.
Para el sustento de la población Andagoya
tenía un gran almacén llamado “La Tienda”,
en donde se conseguía toda clase de artículos suntuosos, comestibles y licores americanos importados,
tienda la cual era administrada por el esposo de mi tía, en donde los
“morochos” también podían comprar, en ciertos días y horas predeterminadas, con
los bonos que como parte del sueldo les pagaban.
El pueblo tenía además
construcciones muy modernas discordantes con el hábitat y el entorno, como
iglesia, clínica de tercer nivel, escuela, casino con bar y diferentes juegos,
casas matrimoniales y, para los solteros, un campamento especial distante de las casas de los casados. Además gozaban de buenos servicios de energía y acueducto servicios facilitados por la
compañía, muy superiores a los del pueblito del frente y a los de
muchos pueblos del interior del país.
Y para nuestra protección,
contaban con una buena seguridad privada.
Como pueden ver, era una especie de
paraíso enclavado en el espesor de esa
selva chocoana.
Por esa y otras razones yo
prefería ir a pasar vacaciones a esa
tierra, pues la selva, la pesca, los ríos y esa mezcla de idiosincrasias eran interesantes cuando de descansar la
mente se trataba. Allí también llegaban a pasar vacaciones, venidos de otras ciudades
y países, otros contemporáneos hijos de gringos y colombianos que allí
laboraban y en donde la empatía entre nosotros
era ejemplar, pues se departía en camaradería,
juegos, natación, bailes y diferentes festividades que allí se
celebraban y por qué no, algún romance vacacional.
Allí estuvieron disfrutando de
las maravillas naturales que la vida les
ofrecía, mujeres hermosas hijas de ejecutivos de la empresa, como el caso de la
que posteriormente fue la representante por el Chocó al reinado nacional de la belleza en Cartagena, la modelo Nohora Perfecta Pereiro con
quien tuvimos la suerte de
compartir agradables momentos
juveniles de diálogos, juegos y sana
diversión, y en donde ni ella ni nosotros pensamos que iba a llegar a ser tan
famosa, como en efecto lo fue.
Como pueden darse cuenta, ésta si
era una especie de la isla de la fantasía en donde había de todo un poco para
mejorarle la calidad de vida a los que allí laboraban.
Como si esto fuera poco, los
solteros tenían algunas prerrogativas: después
de las 5 pm hora de la salida a descansar, permitían entrar a la isla
mujeres de color jóvenes adultas provenientes del pueblo del frente, a ofrecer
en el campamento de ellos sus servicios
sexuales, mujeres quienes después de
tocar puerta por puerta y al
ofrecimiento de: el señó quiere negra pa´ esta noche?, eran contratadas para
determinada hora a la cual llegaban muy puntuales, relaciones en donde se
dieron casos de empatía entre la pareja que compartía la experiencia terminando
en la formación de un hogar, como le ocurrió al gerente de la empresa quien después de una inolvidable noche de
pasión quedó prendado de una hermosa
morena, con quien posteriormente contrajo matrimonio y a la cual llevaba
orgulloso a fiestas y compromisos empresariales. Hubo también casos de solteros
que formalizaban relaciones con mujeres casadas del entorno, costándoles a
veces el puesto, el veto y el
menosprecio por parte las demás casadas, presión que los obligaba a desocupar
el pueblo.
Momentos memorables de una inolvidable juventud.
Jalón
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