miércoles, 23 de abril de 2014

Abril 23 de 2014.
“Las mariposas amarillas de Macondo también volaron al amazonas”
Hoy 23 de Abril Día mundial del Idioma español, por pura coincidencia, con ésta crónica No 70 llamada “Las mariposas amarillas de Macondo también volaron al Amazonas”,  que acabo de escribir sobre la visita que el  premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez (Q.E.P.D) hizo a la ciudad de Leticia en 1984, más las 30 que escribí anteriormente sin numeración, completo mis  primeros 100  escritos bajo esa modalidad escritos sobre diversos temas amazónicos (historia, ecología, anécdotas, política, personajes, entre otros) los cuales quiero dejar plasmados en un libro como un  legado histórico a esa juventud inquieta naciente para que conozcan  la verdad sobre lo que ocurrió y está ocurriendo en su tierra  escritos con conocimiento de causa, sin velos, sin sesgos ni mentiras, historias y realidades que muchos saben pero que les da miedo comentar, historias y realidades de esa tierra  durante  los últimos 40 años.

Crónicas leticianas 70.
“Las mariposas amarillas de Macondo también volaron al Amazonas”.
 A raíz de la muerte del Nobel  Gabriel García Márquez y conversando con mi gran amigo Nelson Hernández, compañero de lucha en la época cuando existía “la otra Leticia” que juntos conocimos, me  él preguntaba que si yo recordaba algo sobre   la visita del Nobel García Márquez  a Leticia, para que escribiera una crónica sobre ese tema.
Le comenté que tenía una vaga idea sobre ella, pero que  si él me refrescaba la memoria podía escribirla, inclusive  que sería muy apropiada para publicarla en esta fecha de gran significación. De inmediato, me contó varias anécdotas y me envió un documento con los apartes   publicados en el  libro “Gabriel García Márquez, una vida”  del escritor inglés Gerald Martin, en donde citan el nombre del profesor y escritor leticiano Alejandro Cueva Ramírez como autor de una nota   que también aparece en el libro, sobre la entrevista que el Nobel concedió al estudiantado de la Normal de Leticia en 1984  y que fue  recopilada por él.
Esos apartes me sirvieron  de guía para  escribir este artículo.
Cuenta   Alejandro que cierto día de los años ochenta, recibió  de parte de Carvajal Educación de Cali un libro titulado ”Gabriel García Márquez, una vida” escrito por el inglés Gerald Martín publicado en el año 2009, versión en español, en donde se hacía alusión a su nombre y al escrito  que el susodicho había enviado a la revista “Pluma 52” de Bogotá, la cual lo publicó,  cuando acompañado por el pintor Alejandro Obregón y   Felipe González presidente español,  el Nobel García Márquez, haciendo las veces de anfitrión había invitado a los personajes a pasar unos días en la capital amazonense.
La nota escrita por Cueva Ramírez fue titulad por la revista “Pluma 52”  de  marzo-abril de 1985 como: “El gallo no es más que el gallo”, nombre que se refería tal vez a la anécdota relatada por García Márquez  ocurrida con su hijo mayor cuando estudiaba en México, en un colegio inglés a donde        llegaban procedentes de Inglaterra y en un sobre sellado las preguntas de los exámenes; en uno de ellos, alguna de las preguntas fue la siguiente: ¿ Cuál es el símbolo que representa el gallo en la novela “El coronel no tiene quien le escriba”?,
El hijo de nuestro Nobel, respondiendo con la verdad  y  la modestia del caso,  dijo que de acuerdo con las conversaciones que había sostenido con el autor de la novela,  el gallo no era más que el gallo, o sea que no tenía otra connotación o significado. Por esa respuesta, lo rajaron en la materia. Gabo le escribió al profesor pidiéndole una explicación sobre el porqué de la pérdida de la materia por parte de su hijo a lo cual el docente respondió  que no lo había rajado por la respuesta, sino  porque pensó que el muchacho le estaba mamando gallo - como se dice literalmente – ya que desconocía que el joven era hijo  del Nobel. Y la verdad era esa: en la novela,  el gallo no era más que el gallo, cosa contraria para un buen crítico,  para quien  ese gallo podría significar algo más.
Narra el autor del libro, basado en el escrito de Cueva Ramírez, que el Nobel,  en la penumbra, después de haberse ido la luz eléctrica en el recinto, sentado en un salón de la Normal  y  a la luz de una vela y de una linterna, concedió una entrevista al estudiantado de la época,   que - como dije anteriormente - fue recopilada por el profesor.
En palabras textuales  dice“ Gabriel García Márquez, al comenzar su entrevista, fue recibido por  los aplausos del estudiantado, aplausos ante los cuales solicitó una pausa para decir: “esperen, no sabemos si lo que voy a decir vale la pena el aplauso (risas del público), no nos podemos conocer esta noche por falta de luz, no nos vemos  las caras, pero espero que tengamos muy pronto la oportunidad de vernos de nuevo, pues precisamente tengo planeado un viaje desde Iquitos hasta Belem de Pará en la desembocadura del Amazonas, con motivo de la celebración  del medio milenio  del descubrimiento de América, noticia que les doy como primicia pues no ha sido divulgada”. Este recorrido va a contribuir en tres obras: la terminación del diccionario filológico, apuntes críticos del Instituto Caro y Cuervo, la terminación  de los trabajos de la expedición botánica y la tercera es precisamente sobre un libro que quiero escribir sobre el descubrimiento del rio Amazonas, que como ustedes  bien lo saben lo recorrió Francisco de Orellana desde Iquitos hasta la desembocadura escribiendo un diario que yo conozco. La idea es volver a escribir ese diario de navegación,  casi para probar que es muy poco lo que han cambiado las cosas desde entonces, pues me imagino que cuando Orellana pasó por  aquí, ¡tampoco había luz!, de manera que ya eso empieza a ser una semejanza (risas). Les cuento esto primero a ustedes, pues como están estudiando, sé que les interesa que se haga éste proyecto,  que sin duda permitirá divulgar los problemas de la región y, segundo, les prometo formalmente que volveré otra vez, y si no hay luz nos veremos de día (risas) con la luz del sol que esa aquí si nos sobra y esto puede ser al final de este año.
El propósito no era  venir a dictarles una conferencia porque las detesto, porque siempre hay un señor que habla y sabe de todo y otros que lo oyen, creo que aquí todos sabemos un poco y podemos enseñarnos y lástima que no tenemos mucho tiempo para hablar de lo que yo sé realmente y es sobre mis libros.
Al  hacer esta pregunta al público: ¿A ver, yo creo que aquí nadie ha leído mis libros?, la única respuesta que escuchó por parte de ellos  fueron risas.
Habló de sus diferencias culturales y de escritura  entre él y Hemingway de él dijo que le tenía gran admiración después de haber leído  todas sus obras;  y que además era un gran  escritor  y sobre todo un gran cuentista, aconsejando leer  una de sus obras titulada “ La vida feliz de Francis Macomber” como uno  de los cuentos más perfectos que se hayan escrito.
Cuando se le preguntó  el significado que tenía Macondo para él, contestó: “Macondo es lo que nosotros tenemos de distinto en relación con el mundo entero; es la primera vez que se me ocurre pensar en  esto, porque lo que quería decir  es que generalmente eso lo hacen los críticos que son los que descubren estos elementos a veces inconscientes en el escritor”
Comentaba además  que lo más difícil para un escritor era empezar una obra, empezar cada capítulo, razón por la cual  aconsejaba lo ventajoso de escribir cuentos porque sólo hay que empezarlos una vez. Cuando estaba  explicando esto, llegó la  luz de nuevo al salón en donde se daba la entrevista, alguien le acomoda un micrófono, él probó el sonido y al comentar que ese micrófono estaba mejor para cantantes, el público soltó de nuevo la risa.
Lo más difícil de una novela - decía - es el primer párrafo, ya que allí el escritor descubre cuál será su estilo, cuál será el tono he inclusive cuál será el ritmo  y cuál puede ser la longitud probable de la novela, en cambio terminar es mucho más fácil.
Explicó sobre la estructura mental del comportamiento de sus personajes en sus obras, de esa relación existente entre el escritor y esos personajes para que no se le salgan de la mano, haciendo énfasis  en que lo más interesante para un escritor, es la creación de un personaje.
Como el tiempo era apremiante para él, al hacerle la última pregunta sobre una recomendación para alguien que quiera ser escritor su respuesta fue contundente: “que escriba”. Lo único que tiene que hacer una persona que quiera ser escritor es escribir, porque a escribir se aprende es escribiendo.
Lástima que Gabo no alcanzó a escribir ese libro sobre el descubrimiento del Amazonas del que habló, ya que al ser un libro  escrito por un Nobel  tendría más credibilidad,  pero lo que si podíamos asegurar sobre ese libro, si existiera, era que los problemas allí esbozados, serían los mismos de siempre por los que ha pasado y está pasando la región actualmente y que nadie cree.
Y si observan la foto con detenimiento, tal vez  entre los cambios que han ocurrido desde ese entonces serían, entre otros, la vela y la edad de las personas que se encuentran en la fotografía.
Atendió como Nobel varias reuniones con autoridades de la ciudad  y como  turistas fueron llevados a conocer los sitios  más representativos turísticamente para la época.
A raíz de esa Nobel visita, hubo otra anécdota digna de recordar: Fabio Dickson comerciante de la región, tenía  para la época  un puesto de cambio de moneda  situado en toda la esquina de lo que era la Casa España – hoy almacén El opita –
Para hacerle un homenaje al Nobel  y a Macondo con su mundo mítico durante su visita, engalanó el puesto de  trabajo  con numerosas mariposas amarillas, convirtiéndolo en  un atractivo para todos los que por allí pasaban. Precisamente, en uno  de los recorridos del Nobel por las calles de Leticia, ese  lugar era de paso obligatorio con su comitiva. El Nobel al observar la referencia de Macondo, se acercó a dialogar con Fabio a quien agradeció el detalle  y entre otras cosas  le preguntó  sobre un sitio en donde podía conseguir dos guacamayas entre ellas una azul  para llevarlas a su finca en Cartagena. Después de unos minutos de dialogo con Fabio y con Nelson Hernández quien también se encontraba presente, continuaron su camino.
Cuando se retiraron, se acercó un personaje,  “ordinario emergente”, burro con plata,   de los que existieron en  la región durante la época de la bonanza y le preguntó a Nelson que si ese “duro” – refiriéndose a  Gabo – era de Medellín o de Cali y que si de pronto necesitaba “merca” que él tenía disponibilidad.
Nelson se quedó atónito ante la ignorancia de  éste personaje que solo atinó a decirle: Si, ese es el “duro” pero de las letras, no ves guevón que ese es nuestro premio Nobel  de literatura Gabriel García Márquez. Aquí si pudiéramos decir para estar actualizados con la situación que esos eran los apuntes y anécdotas que se vivieron y se viven en la macondiana Leticia.
Irónicamente, hoy Leticia, como Aracataca se encuentran sin agua y sin un “Nobel” que aprovechando su status e influencia,(llámese para Leticia gobernador, alcalde, representante, diputado o edil) hubiera hecho “ algo” significativo que mejorara la calidad de vida de su región. La historia se sigue repitiendo.

Como recuerdo de esa visita del Nobel a Leticia, Nelson posee  un tomo de la novela “Cien años de soledad” autografiada por el autor.

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