martes, 15 de abril de 2014

Marzo 29 de 2014.
Crónicas leticianas 69
“Llamado a la conciencia ecológica”
Al celebrarse  el  29 de marzo  el Día del Planeta con su campaña “apaguemos la luz para que se ilumine el  Amazonas”, me resulta  apropiado escribir esta crónica.
Este eslogan  a manera de indirecta,  no es más que un llamado -para ser más exactos- a todos los gobiernos del mundo y en especial a todos los habitantes, gobernantes y entidades estatales de esa hermosa zona selvática colombiana  y a toda la amazonia    en general que, como  fábrica y reserva mundial de oxígeno  tristemente perjudicada por el mal manejo de los residuos sólidos, la tala y quema indiscriminada de bosques y la minería ilegal (entre otros males modernos  que  sin ningún control  están incidiendo en toda esa región),  están haciendo que cada día la contaminación de la selva y  de sus ríos se haga más notoria. Es un llamado a que se ilumine el Amazonas, para que los gobiernos vean en vivo y en directo la triste realidad de lo que está sucediendo en todo ese entorno, problemática a la que muy poco le están parando bolas y de la cual ya se sienten sus efectos, sobre todo en el medio ambiente, el sistema climático y en las aguas de su majestad el rio Amazonas en otra época, uno de los ríos menos contaminados del mundo.
Para  ilustrar ese fenómeno, viene a mi mente   la historia   que, durante mi última estadía en la  ciudad de Leticia en un almuerzo en donde tuve la oportunidad de  compartir algunas palabras con ella, me contó la ecologista francesa doctora Hélene Le Drogou,  fundadora de la fundación “Isla de Agua”, quien se encontraba de visita por la ciudad conociendo, precisamente, los pormenores de la de la contaminación del rio y de la selva amazonense. Me contaba que  estaba hospedada en la desaparecida casa flotante que instaló en las orillas del río Amazonas una importante empresa turística, para deleite y experiencia exótica  de sus turistas visitantes, experiencia maravillosa, según sus palabras.
Todo  era normal -me decía- hasta cierta noche cuando  en la madrugada se desató una  fuerte tormenta de las que suelen caer en el área. Ella se encontraba durmiendo, hasta que la despertó un sonido atípico de “algo” que golpeaba el maderamen  sobre el cual estaba montada la casa. Acompañada de una linterna salió a observar  de qué se trataba. Cuál no sería su sorpresa cuando vio la infinidad de botellas de plástico retenidas golpeando la edificación de madera que les obstruía el paso   para continuar, llevadas por la corriente, su carrera contaminante. Me comentó que no pudo dormir pensando sobre el fenómeno que estaba observando, lo que demostraba que la contaminación del rio Amazonas ya era una realidad.
Antes del almuerzo, ella ya se había puesto en contacto con autoridades civiles y militares y con varios comerciantes de la ciudad,  a los cuales les esbozó un plan con miras a llamar  la atención mundial sobre ese fenómeno, plan que consistía en construir - con botellas de plástico- una anaconda de gran tamaño con varios metros de longitud que pudiera verse desde el satélite, la cual sería remolcada por una embarcación por todo el río Amazonas,  desde Atacuari  hasta abajo de Tabatinga, pasando por Benjamín Constant e Islandia, sembrando conciencia ecológica y filmando el acontecimiento para hacer conocer el video del fenómeno a través de las redes informáticas. Según ella, todos  los consultados dieron su apoyo a la iniciativa la cual se realizaría después de que  regresara de la capital. Posteriormente abandone la ciudad y no volví a saber si el proyecto se había  hecho realidad, cosa que dudo, porque en esa región proyecto que no conlleve ganancias para los participantes no es viable.
Ese fenómeno de la contaminación se visualiza mejor cuando el río sube de caudal  y se adentra por todos los recovecos  de la selva y debajo de las palizadas de las casas palafitos que se construyen  a lo  largo de las orillas, sin ninguna planeación  ni servicios sanitarios, convirtiéndolo en una cloaca cuando el río saca a flote todo ese material  plástico y basuras retenidas que permanecen latentes  cuando está bajo; si a esto le sumamos  el aporte que hace la ciudad con sus aguas residuales que por  caños y otros medios desembocan  al río  y a  los lagos contaminándolo con sus desechos , el futuro para esa arteria fluvial no es nada halagüeño.
Aunque ya hay programas de reciclaje, hace falta más conciencia ecológica ciudadana y contundencia de las autoridades para hacerlas cumplir. ¿Cuántas veces hemos visto campañas de recolección de basuras efectuadas por importantes empresas de la región, a las que concurren el estudiantado, la población y muchas entidades, campaña que se limita al día de su realización porque al día siguiente continúa el mismo proceder de la ciudadanía arrojando las basuras al río y a la calle?  Yo estaría de acuerdo en empezar a tocarles el bolsillo a los infractores con multas,  y sé  que  más de uno va a poner el grito en el cielo ante  esta proposición, pero es que ya está demostrado que en este país del sagrado corazón   ya las expresiones “hagan el favor”, “tengan la bondad” “colaboremos por las buenas” están mandadas a recoger, porque, desafortunadamente, la mayoría de la gente no colabora, pero cuando se les toca el aspecto económico, aprenden porque aprenden. Sé que  muchos  tampoco van a estar de acuerdo, pero  esa expresión antigua de que “la letra con sangre entra” a veces cobra vigencia y es efectiva para ciertos casos.  Y en cuanto a las multas que se recolectarían  por ese concepto, esperamos que éstas en vez de aumentar las cuentas particulares de los servidores públicos, sirvan para hacer campañas más frecuentes y motivantes de educación ciudadana  con miras  a controlar ese fenómeno que ya está mostrando sus  nefastos resultados.

Carlos Javier Londoño O.

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