Marzo 29 de 2014.
Crónicas leticianas 69
“Llamado a la
conciencia ecológica”
Al celebrarse el 29 de marzo
el Día del Planeta con su campaña “apaguemos la luz para que se ilumine
el Amazonas”, me resulta apropiado escribir esta crónica.
Este eslogan a manera
de indirecta, no es más que un llamado -para
ser más exactos- a todos los gobiernos del mundo y en especial a todos los
habitantes, gobernantes y entidades estatales de esa hermosa zona selvática
colombiana y a toda la amazonia en general que, como fábrica y reserva mundial de oxígeno tristemente perjudicada por el mal manejo de
los residuos sólidos, la tala y quema indiscriminada de bosques y la minería
ilegal (entre otros males modernos
que sin ningún control están incidiendo en toda esa región), están haciendo que cada día la contaminación
de la selva y de sus ríos se haga más
notoria. Es un llamado a que se ilumine el Amazonas, para que los gobiernos
vean en vivo y en directo la triste realidad de lo que está sucediendo en todo ese
entorno, problemática a la que muy poco le están parando bolas y de la cual ya
se sienten sus efectos, sobre todo en el medio ambiente, el sistema climático y
en las aguas de su majestad el rio Amazonas en otra época, uno de los ríos
menos contaminados del mundo.
Para ilustrar ese
fenómeno, viene a mi mente la historia que, durante mi última estadía en la ciudad de Leticia en un almuerzo en donde
tuve la oportunidad de compartir algunas
palabras con ella, me contó la ecologista francesa doctora Hélene Le Drogou, fundadora de la fundación “Isla de Agua”, quien
se encontraba de visita por la ciudad conociendo, precisamente, los pormenores
de la de la contaminación del rio y de la selva amazonense. Me contaba que estaba hospedada en la desaparecida casa
flotante que instaló en las orillas del río Amazonas una importante empresa
turística, para deleite y experiencia exótica
de sus turistas visitantes, experiencia maravillosa, según sus palabras.
Todo era normal -me
decía- hasta cierta noche cuando en la
madrugada se desató una fuerte tormenta
de las que suelen caer en el área. Ella se encontraba durmiendo, hasta que la
despertó un sonido atípico de “algo” que golpeaba el maderamen sobre el cual estaba montada la casa.
Acompañada de una linterna salió a observar
de qué se trataba. Cuál no sería su sorpresa cuando vio la infinidad de
botellas de plástico retenidas golpeando la edificación de madera que les obstruía
el paso para continuar, llevadas por la corriente, su
carrera contaminante. Me comentó que no pudo dormir pensando sobre el fenómeno
que estaba observando, lo que demostraba que la contaminación del rio Amazonas
ya era una realidad.
Antes del almuerzo, ella ya se había puesto en contacto con
autoridades civiles y militares y con varios comerciantes de la ciudad, a los cuales les esbozó un plan con miras a
llamar la atención mundial sobre ese
fenómeno, plan que consistía en construir - con botellas de plástico- una
anaconda de gran tamaño con varios metros de longitud que pudiera verse desde
el satélite, la cual sería remolcada por una embarcación por todo el río Amazonas, desde Atacuari hasta abajo de Tabatinga, pasando por Benjamín
Constant e Islandia, sembrando conciencia ecológica y filmando el
acontecimiento para hacer conocer el video del fenómeno a través de las redes
informáticas. Según ella, todos los
consultados dieron su apoyo a la iniciativa la cual se realizaría después de
que regresara de la capital. Posteriormente
abandone la ciudad y no volví a saber si el proyecto se había hecho realidad, cosa que dudo, porque en esa
región proyecto que no conlleve ganancias para los participantes no es viable.
Ese fenómeno de la contaminación se visualiza mejor cuando el
río sube de caudal y se adentra por
todos los recovecos de la selva y debajo
de las palizadas de las casas palafitos que se construyen a lo
largo de las orillas, sin ninguna planeación ni servicios sanitarios, convirtiéndolo en
una cloaca cuando el río saca a flote todo ese material plástico y basuras retenidas que permanecen
latentes cuando está bajo; si a esto le
sumamos el aporte que hace la ciudad con
sus aguas residuales que por caños y otros
medios desembocan al río y a los
lagos contaminándolo con sus desechos , el futuro para esa arteria fluvial no
es nada halagüeño.
Aunque ya hay programas de reciclaje, hace falta más
conciencia ecológica ciudadana y contundencia de las autoridades para hacerlas
cumplir. ¿Cuántas veces hemos visto campañas de recolección de basuras
efectuadas por importantes empresas de la región, a las que concurren el
estudiantado, la población y muchas entidades, campaña que se limita al día de
su realización porque al día siguiente continúa el mismo proceder de la
ciudadanía arrojando las basuras al río y a la calle? Yo estaría de acuerdo en empezar a tocarles
el bolsillo a los infractores con multas, y sé
que más de uno va a poner el
grito en el cielo ante esta proposición,
pero es que ya está demostrado que en este país del sagrado corazón ya las expresiones “hagan el favor”, “tengan
la bondad” “colaboremos por las buenas” están mandadas a recoger, porque,
desafortunadamente, la mayoría de la gente no colabora, pero cuando se les toca
el aspecto económico, aprenden porque aprenden. Sé que muchos tampoco van a estar de acuerdo, pero esa expresión antigua de que “la letra con
sangre entra” a veces cobra vigencia y es efectiva para ciertos casos. Y en cuanto a las multas que se recolectarían
por ese concepto, esperamos que éstas en
vez de aumentar las cuentas particulares de los servidores públicos, sirvan
para hacer campañas más frecuentes y motivantes de educación ciudadana con miras
a controlar ese fenómeno que ya está mostrando sus nefastos resultados.
Carlos Javier Londoño
O.
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