lunes, 10 de septiembre de 2012


Agosto 31 de 2012


Crónicas leticianas 17

Nuestro sentido patriótico en la frontera.

Desde los  tiempos en que Leticia pasó a ser territorio colombiano, los peruanos no han visto con buenos ojos esta perdida, razón por la cual en épocas anteriores siempre se especulaba de una posible toma de la ciudad por parte de ellos.
Fue así como una tarde de aquella época, se  empezó a correr el rumor de que esa noche la toma podía hacerse realidad.
La tensión se acrecentaba  mientras caía la tarde, movimiento de tropa, gente inquieta y a la expectativa, era lo que se veía.
El Comandante de la guarnición  Mayor Casalins, perteneciente  a la Armada Nacional, al observar que la población se encontraba intranquila, como medida preventiva y defensiva y  como jefe militar máximo en la zona, permitió como acto excepcional el porte de armas para todos los civiles residentes en la ciudad.
Para complementar este rumor, ya entrada la noche se observo en la isla peruana que quedaba al frente de Leticia, unos  movimientos de luces y reflectores que alertaron, previnieron y tensionaron más  a la población  y a las autoridades locales.
Ante la orden impartida por el comandante, la calles se vieron pobladas, fuera del personal militar que patrullaba, con personal civil  quienes portaban toda clase de armamento desde los más viejos hasta los más modernos, hecho que causó asombro a las autoridades que desconocían el potencial bélico que poseía la ciudad.
Como personaje destacado en esta operación tenemos a un  ex presidiario de la selvática colonia Penal de Araracuara la cual  había sido cerrada en años anteriores, quien residía en Leticia.
Los presos que allí purgaban sus penas, al cierre de la prisión, muchos se quedaron a vivir en la selva y otros se trasladaron a ciudades colombianas incluyendo Leticia en donde habitaban, como decentes ciudadanos, un buen número de ellos.
Este personaje conocido como “ 7 pintas” cuyo apodo  se gano por su forma peculiar de vestir pues para cada día de la semana tenia una pinta diferente la cual no repetía. Era una de sus características.
A pesar de sus antecedentes, vivía normalmente y era respetado en la ciudad.
Esa  noche aprovechando la orden impartida  por la autoridad, sacó a relucir sus armas  y concretando a varios de sus compañeros de reclusión, formó un comando quienes marchando acompasadamente desfilaron por la ciudad dando un ejemplo de patriotismo jamás visto, y los cuales dirigiéndose a la sede militar se pusieron firmes ante las autoridades  encargadas  como un comando voluntario dispuesto a defender la soberanía de la ciudad si la ofensiva se hacia realidad. El comandante, agradeciéndoles el gesto les pidió el favor de que patrullaran la ciudad.
El Mayor quedó impresionado  por la cantidad de armas que salieron a relucir, lo mismo por el gesto patriótico de las gentes que en grupos se presentaban al comando a ofrecerse como voluntarios en la defensa de la ciudad.
El pueblo no durmió esa noche, gente armada  recorría la ciudad en motos, carros  y cuanto vehículo de tracción funcionara. El jefe de bomberos como radioaficionado que era, de desplazó con una patrulla militar río Amazonas arriba  a comprobar la veracidad del rumor, desde donde se contactó con la guarnición en Leticia, con sus colegas  radioaficionados colombianos y del mundo quienes por su intermedio conocieron  la situación..
Al amanecer  regresaron con la buena noticia que el rumor era una falsa alarma y que los movimientos que se veían al frente en la isla, era una embarcación de gran calado que estaba en reparación.
Toda la ciudad volvió a la normalidad y del armamento exhibido en la  noche, conocido por las autoridades, al otro día desapareció como por arte de magia sin que éstas tomaran cartas en el asunto pero con el conocimiento de que allí existían y que estaban listas para defender el nombre de Colombia.
Con este gesto se demostró que las gentes que vivíamos en aquella época en esa querida frontera, nos corría por las venas ese amarillo, azul y rojo de nuestra bandera colombiana la cual no estábamos dispuestos a  que nadie nos la irrespetara y en donde ese vibrar de patria y el nacionalismo existente en cada uno de nosotros hacia que las  autoridades no se preocuparan en demasía,  pues sabían que la frontera estaba bien cuidada y representada.
Situación muy diferente a la que se vive actualmente  en donde me tocó presenciar  entre otras demostraciones apátridas, que al sonido de nuestro himno nacional, a la juventud y a mucha gente les preocupa muy poco su respeto y sobre todo no hay autoridad alguna que lo haga respetar. De ahí que escuchar ahora en esa frontera,  nuestro himno o un forró brasileño en alguna presentación, es la misma vaina. 

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