domingo, 16 de septiembre de 2012


Septiembre 15 de 2012

Crónicas leticianas 19

Rumba en la frontera

Antiguamente El Marco y Tabatinga eran dos poblaciones, la civil y la militar que unidas en una sola, conformaban el área fronteriza brasilera.
La población de El Marco, era el sitio obligado a visitar, tanto  nosotros los habitantes de Leticia como los turistas que arribaban a la ciudad, cuando de rumbear, cambiar de ritmo y de licor se trataba.
Parte de la población esperábamos con ansias que fuera el sábado para irnos a bailar al otro lado, conformando unas “patotas”  que en barra nos dirigíamos  hacia los bailaderos pues a estos había que ir prevenidos, ya para ese tiempo la rumba con los brasileros era complicada pues en esos sitios como eran tan populares, había que estar a la expectativa, pues como los colombianos teníamos fama de buenos gastadores éramos muy apetecidos por las brasileras con las cuales teníamos bastante afinidad, razón  por la cual había que estar listos para  defender a la amiga y a la botella  que bebíamos que casi siempre era ron bacardí, pues esta al menor descuido en la mesa desaparecía, y eso era motivo para que se prendieran unas peleas de la madona.
El traslado hacia esos sitios casi siempre lo hacíamos a pie por una calle  sin pavimentar que  hoy en día es  la que conduce a las instalaciones de la planta generadora de energía. Este camino era el más rápido para llegar por el cual no había problema mientras no lloviera pues había que pasar la quebrada San Antonio.
Allí estaban los bailaderos esperando a sus danzantes, los cuales se reconocían por la cantidad de personas afuera, por las ventas ambulantes y por el ruido estruendoso de los amplificadores ellos eran: El Chapeau de Palha, Bracope, Tropical y la carpa de Pulinho.
Esos sitios eran todo el embrujo de la cultura brasilera en cuanto a bailes y música se trataba y en donde las “garotas” con sus esbeltos y esculturales cuerpos danzaban insinuantes al ritmo  de la música  siendo el atractivo turístico  para muchos colombianos.
Había que ver el remedo de Carnaval de Río de Janeiro que presentaban en el pueblo en la misma fecha en que ocurría el mundialmente  conocido carnaval.
Danzas y música samba se bailaban y se dejaban escuchar durante los mismos días que duraba el carnaval de río en donde la gente enardecida por el ritmo y el licor danzaban varios días seguidos   estimulados por un aerosol que esparcían en el aire  conocido como Chisguette o Chinguette el cual producía un estado de fogosidad  y ahuyentaba el sueño Era una especie de doping para resistir esa maratón bailable
Ritmos de la época se bailaban hasta el amanecer siendo la samba el principal, con temas como cidade maravillosa,  cachaza nao é agua nao,  Me da dinero ahí, el carimbó- Sirimbó de Pinduca, temas de Martinho Da Vila como Canta canta minha gente, Lindomar Castilho con voce e doida de mais, Benito de Paula, conjuntos juveniles como Os Motokas  y otros temas como Sinha Pureza, y e prohibido cuchilar, alegraban la noche.
Era una experiencia inolvidable sobre todo cuando se iba por primera vez. Al amanecer cuando había que regresar a Leticia, venía la complicación pues no había transporte y el regreso había que hacerse a pie, si no había llovido no era problema, pero si esta hubiese caído  y escampado el regreso era toda una odisea pues habían dos opciones para ello,  por el desecho de la quebrada San Antonio que a esa hora era oscuro y era peligroso  o por la avenida internacional por donde el barro amarillento   extraído de  los huecos cavados para hacer  la red del acueducto eran unos obstáculos a superar pues ese lodo se le pagaba a los zapatos quedando uno como montado en plataformas.
Además de las caídas de los que iban “tomados” hacían parte de la fiesta del regreso Hablando coloquialmente era una embarrada total la que regularmente salía, al llegar a casa, con un buen baño.
En Leticia, también teníamos nuestros sitios de diversión y sano esparcimiento empezando por “el Apostadero Naval” que venía a ser el club social de la ciudad  en la época  y en donde se realizaban espectaculares fiestas con artistas y orquestas de renombre nacional como Los Hispanos, Lucho Bermúdez, grupo Niche, Mario Gareña, Rafael Escalona,  Nelson Pinedo entre otros.
También estaba la caseta  llamada “La Cumparsita” administrada por el famoso “Jabalí” en donde los sábados y días feriados se presentaban conjuntos tanto colombianos como peruanos y brasileros además de la orquesta local “Amazonas Ritmo y Onda” con  don Chepe Ramírez como director. Temas como “la Sirena” “El forastero” y otros de Nelson y sus Estrellas  y Nelson Henríquez se escuchaban hasta el amanecer. Posteriormente aparecieron las discotecas como “La Tarántula”, La del Hotel Anaconda, Discoteca Tacones y la Poversa las cuales tienen sus particulares historias   de la época del narcotráfico. 
Si de enamorar se trataba había unas buenas heladerías en donde se podía ir a degustar un buen trago, con buenos decibeles en el sonido que permitían charlar  con su pareja o escuchar la música de la época  con  los temas de Roberto Carlos como  Amada Amante, Detalles, Amigo, Jesucristo, temas de José Augusto como Candilejas, temas del gigante de la canción Nelson Ned como si las flores pudiesen hablar y yo también soy sentimental. Temas románticos con los cuales muchos conquistamos y enamoramos  a nuestras novias  y posteriormente a nuestras esposas.
Tales heladerías  eran “Acuarius” de los hermanos Mejía, situada en donde hoy queda el colegio naval muy visitada por su atención, también estaba “Palmeiras” situada exactamente en donde hoy está el almacén El Opita. Ese era el sitio de mayor concurrencia por los habitantes y los turistas pues las mesas situadas en la parte de afuera del local eran apetecidas por la frescura que procedía del río en las noches de verano además de su famoso trago  a base de ginebra y limón llamado “Samahuva Especial Drink” que era un  agradable estímulo al organismo  después de haber estado todo el día de tour por el río, esa era administrada por  los hermanos Londoño., la terraza de Mike famosa por que desde allí se fotografiaban  los hermosos atardeceres. Estaban además la del Hotel  Parador Ticuna que para un domingo ir con la familia a la piscina era especial, la del Hotel Colonial y la del Hotel Anaconda que pasó a la historia porque era prácticamente la oficina de todo emergente que llegaba a la región.
Y  si de complacer su instinto gastronómico se trataba, hubo magníficos sitios para degustar un buen plato empezando por “La Barra”  cuando fue un bar restaurante, manejado por  el famoso “Grillo” y su socio Javier Espinoza. Restaurante que hasta ahora creo no haya sido igualado pues allí se comía el mejor churrasco servido en la ciudad acompañado de un buen vino Martínez Cuesta Rioja  tinto o blanco de cavas españolas, también estaba el restaurante del  también español Barbero que quedaba al frente de Barbacoas, el Caravelle con comida típica peruana situado en donde hoy queda el supermercado León estaban además los restaurantes de los hoteles  Anaconda, Parador Ticuna, y Colonial como los mas representativos.
Esto es grosso modo un recorderis de los sitios que nos dejaron gratas recordaciones  en la época en que Leticia era una ciudad ecológica, pulmón del mundo y el turismo nacional y extranjero era visible por todas sus calles, avenidas, almacenes, bares y restaurantes en donde en un sano compartimiento se mezclaban con la población. 

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