Septiembre 15 de 2012
Crónicas leticianas 19
Rumba en la frontera
Antiguamente
El Marco y Tabatinga eran dos poblaciones, la civil y la militar que unidas en
una sola, conformaban el área fronteriza brasilera.
La
población de El Marco, era el sitio obligado a visitar, tanto nosotros los habitantes de Leticia como los
turistas que arribaban a la ciudad, cuando de rumbear, cambiar de ritmo y de
licor se trataba.
Parte
de la población esperábamos con ansias que fuera el sábado para irnos a bailar al
otro lado, conformando unas “patotas” que en barra nos dirigíamos hacia los bailaderos pues a estos había que ir
prevenidos, ya para ese tiempo la rumba con los brasileros era complicada pues en
esos sitios como eran tan populares, había que estar a la expectativa, pues
como los colombianos teníamos fama de buenos gastadores éramos muy apetecidos
por las brasileras con las cuales teníamos bastante afinidad, razón por la cual había que estar listos para defender a la amiga y a la botella que bebíamos que casi siempre era ron bacardí,
pues esta al menor descuido en la mesa desaparecía, y eso era motivo para que
se prendieran unas peleas de la madona.
El
traslado hacia esos sitios casi siempre lo hacíamos a pie por una calle sin pavimentar que hoy en día es la que conduce a las instalaciones de la
planta generadora de energía. Este camino era el más rápido para llegar por el
cual no había problema mientras no lloviera pues había que pasar la quebrada San
Antonio.
Allí
estaban los bailaderos esperando a sus danzantes, los cuales se reconocían por
la cantidad de personas afuera, por las ventas ambulantes y por el ruido
estruendoso de los amplificadores ellos eran: El Chapeau de Palha, Bracope,
Tropical y la carpa de Pulinho.
Esos
sitios eran todo el embrujo de la cultura brasilera en cuanto a bailes y música
se trataba y en donde las “garotas” con sus esbeltos y esculturales cuerpos
danzaban insinuantes al ritmo de la
música siendo el atractivo
turístico para muchos colombianos.
Había
que ver el remedo de Carnaval de Río de Janeiro que presentaban en el pueblo en
la misma fecha en que ocurría el mundialmente
conocido carnaval.
Danzas
y música samba se bailaban y se dejaban escuchar durante los mismos días que
duraba el carnaval de río en donde la gente enardecida por el ritmo y el licor danzaban
varios días seguidos estimulados por un
aerosol que esparcían en el aire
conocido como Chisguette o Chinguette el cual producía un estado de
fogosidad y ahuyentaba el sueño Era una
especie de doping para resistir esa maratón bailable
Ritmos
de la época se bailaban hasta el amanecer siendo la samba el principal, con
temas como cidade maravillosa, cachaza
nao é agua nao, Me da dinero ahí, el
carimbó- Sirimbó de Pinduca, temas de Martinho Da Vila como Canta canta minha
gente, Lindomar Castilho con voce e doida de mais, Benito de Paula, conjuntos
juveniles como Os Motokas y otros temas
como Sinha Pureza, y e prohibido cuchilar, alegraban la noche.
Era
una experiencia inolvidable sobre todo cuando se iba por primera vez. Al
amanecer cuando había que regresar a Leticia, venía la complicación pues no
había transporte y el regreso había que hacerse a pie, si no había llovido no
era problema, pero si esta hubiese caído y escampado el regreso era toda una odisea
pues habían dos opciones para ello, por
el desecho de la quebrada San Antonio que a esa hora era oscuro y era peligroso o por la avenida internacional por donde el
barro amarillento extraído de los huecos cavados para hacer la red del acueducto eran unos obstáculos a
superar pues ese lodo se le pagaba a los zapatos quedando uno como montado en plataformas.
Además
de las caídas de los que iban “tomados” hacían parte de la fiesta del regreso Hablando
coloquialmente era una embarrada total la que regularmente salía, al llegar a
casa, con un buen baño.
En
Leticia, también teníamos nuestros sitios de diversión y sano esparcimiento
empezando por “el Apostadero Naval” que venía a ser el club social de la ciudad
en la época y en donde se realizaban espectaculares fiestas
con artistas y orquestas de renombre nacional como Los Hispanos, Lucho
Bermúdez, grupo Niche, Mario Gareña, Rafael Escalona, Nelson Pinedo entre otros.
También
estaba la caseta llamada “La Cumparsita ”
administrada por el famoso “Jabalí” en donde los sábados y días feriados se
presentaban conjuntos tanto colombianos como peruanos y brasileros además de la
orquesta local “Amazonas Ritmo y Onda” con
don Chepe Ramírez como director. Temas como “la Sirena ” “El forastero” y
otros de Nelson y sus Estrellas y Nelson
Henríquez se escuchaban hasta el amanecer. Posteriormente aparecieron las
discotecas como “La
Tarántula ”, La del Hotel Anaconda, Discoteca Tacones y la Poversa las cuales tienen
sus particulares historias de la época
del narcotráfico.
Si
de enamorar se trataba había unas buenas heladerías en donde se podía ir a
degustar un buen trago, con buenos decibeles en el sonido que permitían
charlar con su pareja o escuchar la
música de la época con los temas de Roberto Carlos como Amada Amante, Detalles, Amigo, Jesucristo,
temas de José Augusto como Candilejas, temas del gigante de la canción Nelson
Ned como si las flores pudiesen hablar y yo también soy sentimental. Temas
románticos con los cuales muchos conquistamos y enamoramos a nuestras novias y posteriormente a nuestras esposas.
Tales
heladerías eran “Acuarius” de los
hermanos Mejía, situada en donde hoy queda el colegio naval muy visitada por su
atención, también estaba “Palmeiras” situada exactamente en donde hoy está el
almacén El Opita. Ese era el sitio de mayor concurrencia por los habitantes y
los turistas pues las mesas situadas en la parte de afuera del local eran
apetecidas por la frescura que procedía del río en las noches de verano además
de su famoso trago a base de ginebra y
limón llamado “Samahuva Especial Drink” que era un agradable estímulo al organismo después de haber estado todo el día de tour
por el río, esa era administrada por los
hermanos Londoño., la terraza de Mike famosa por que desde allí se
fotografiaban los hermosos atardeceres.
Estaban además la del Hotel Parador
Ticuna que para un domingo ir con la familia a la piscina era especial, la del
Hotel Colonial y la del Hotel Anaconda que pasó a la historia porque era
prácticamente la oficina de todo emergente que llegaba a la región.
Y si de complacer su instinto gastronómico se
trataba, hubo magníficos sitios para degustar un buen plato empezando por “La Barra ” cuando fue un bar restaurante, manejado
por el famoso “Grillo” y su socio Javier
Espinoza. Restaurante que hasta ahora creo no haya sido igualado pues allí se
comía el mejor churrasco servido en la ciudad acompañado de un buen vino
Martínez Cuesta Rioja tinto o blanco de
cavas españolas, también estaba el restaurante del también español Barbero que quedaba al frente
de Barbacoas, el Caravelle con comida típica peruana situado en donde hoy queda
el supermercado León estaban además los restaurantes de los hoteles Anaconda, Parador Ticuna, y Colonial como los
mas representativos.
Esto
es grosso modo un recorderis de los sitios que nos dejaron gratas
recordaciones en la época en que Leticia
era una ciudad ecológica, pulmón del mundo y el turismo nacional y extranjero
era visible por todas sus calles, avenidas, almacenes, bares y restaurantes en
donde en un sano compartimiento se mezclaban con la población.
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