domingo, 9 de junio de 2013

 Junio 07 de 2013



Crónicas Leticianas 43



Personajes que hicieron historia en Leticia: “Sor Metralla”




Hubo en la región ciertos personajes, unos autóctonos y otros venidos de otras ciudades colombianas, que de una u otra manera merecen ser mencionados en la historia de la región. Los cuales fueron famosos por su comportamiento, sus particularidades, su aspecto o sus excentricidades y pasaron por esa tierra dejando una huella en el folclor amazonense.
La mayoría eran reconocidos por sus apodos, razón por la cual si los mencionamos por sus nombres de pila, mucha gente no va a saber de quien se trata.
Era la época de la bonanza cocalera cuando la mayoría de los habitantes de Leticia,
de una manera u otra, directa o indirectamente dependíamos de esa furtiva economía que tanto daño hizo a la región, como lo confirmaba monseñor Canyes en una de sus homilías dominicales, en la cual refiriéndose al tema del narcotráfico en la ciudad, decía: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”
Y mucha razón tenía, porque ni el clero ni las monjas se escaparon a la contaminación de ésta triste realidad, pues fue para esa época cuando apareció sor Adiela Gil, una monja paisa de esas echadas para adelante, con espíritu de sacrificio, trabajadora de raca mandaca, benéfica y colaboradora con los necesitados de la región  por los cuales se proyectó construir unas casitas sin costo alguno y sin ningún interés político, sin esperar una dádiva o un voto a cambio, como el caso que se presenta actualmente con las famosas casas de interés social, paliativo que se inventó el gobierno para asegurar una reelección.
Como ella observaba que el derroche de dinero se veía por doquier por parte de los  emergentes o traquetos -para llamarlos por su nombre- que estaban vigentes en la ciudad, vio en ello la oportunidad de realizar  el sueño de construir las casas. Así que por intermedio de un amigo se acercó a ellos, con miras a obtener una colaboración pecuniaria para sacar adelante su proyecto, el cual fue apoyado por la mayoría de ellos, que le prometieron voluntariamente donarle el dinero necesario.
Desde ese día sor Adiela se convirtió en la protegida  de sus colaboradores quienes la bautizaron “sor metralla”, por el disparo de plata que les hizo desde el primer día.
En cierta ocasión, cuando después de una cabalgata encabezada por los Ochoa,y el mejicano, entre otros,  sus benefactores se encontraban bebiendo en una de las famosas heladerías de la ciudad,  la monja atinó a pasar por el lugar y, ni corta ni perezosa se les acercó  a saludarlos y por ende a recibir las dádivas  prometidas para su obra. Allí estuvo un rato compartiendo con ellos, cuando llegó la hora de recibir  lo prometido, uno de ellos que se encontraba algo ebrio, para quedar bien con los demás procedió a regalarle el caballo de paso que estaba montando.
Todos aplaudieron el gesto y ella quedo muy agradecida, pero todos se preguntaban ¿Qué va a hacer una monja con un caballo de paso?.
Al dar las gracias y explicar los inconvenientes que tendría al recibir el regalo, no faltó quien le propusiera que lo ofreciera en venta entre ellos y así fue; uno de ellos le propuso el cambio del solípedo por una moto y dinero en efectivo para su obra. Como buena paisa ella aceptó,  quedando todos contentos con la negociación.
Al otro día, la monja se paseaba por toda la ciudad muy campante en la moto producto de la transacción, pero la superiora no vio con buenos ojos que una monja estuviera  recorriendo las calles  de la ciudad en moto, razón por la cual se la prohibió. Ella otra vez, ni corta ni perezosa le expuso la situación a uno de sus colaboradores quién, conociendo de la necesidad de transporte de la monja, le cambió la moto por una bicicleta y le encimó dinero con el cual estaba sacando adelante su obra y con el cual había construido  algunas casitas.
Cierto día, para agradecer las donaciones y congraciarse con sus benefactores, la monjita invitó  a un seleccionado grupo de emergentes a un almuerzo preparado por ella.
Muy puntuales estuvimos en el sitio, y digo estuvimos porque yo, como enlace, también fui invitado.
Sentados en una humilde mesa en el comedor de una de las casas construida por ella con dinero de ellos, nos sirvieron el significativo almuerzo consistente en un crocante bocachico frito acompañado de arroz, patacones y ensalada como plato fuerte, como  sobremesa nos repartieron una cerveza fría y como postre manjar blanco. Todos degustamos con satisfacción la humilde invitación.
Una vez terminado el almuerzo  la monja se dirigió a  los invitados con las siguientes palabras: “Quiero agradecerles su presencia en esta humilde casa, la cual construí con los aportes que ustedes me dieron y que hace feliz a una humilde familia de esta ciudad..Dios les ha de pagar, pero los invité, mas que todo, para que se den cuenta de lo que me falta por construir”.
Todos soltamos la carcajada, la monjita se había salido de nuevo con la suya. Al otro día quedó de pasar por la nueva contribución.
Posteriormente, por estar haciendo obras con dinero del narcotráfico, la monja fue trasladada a Barranquilla en donde murió. Estas eran las vivencias que en camaradería se vivían y se disfrutaban en la región.
                                                                 
Carlos Javier Londoño O.

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