Junio 07 de 2013
Crónicas Leticianas 43
Personajes que hicieron historia en Leticia: “Sor Metralla”
Hubo en la región ciertos
personajes, unos autóctonos y otros venidos de otras ciudades colombianas, que
de una u otra manera merecen ser mencionados en la historia de la región. Los
cuales fueron famosos por su comportamiento, sus particularidades, su aspecto o
sus excentricidades y pasaron por esa tierra dejando una huella en el folclor
amazonense.
La mayoría eran reconocidos por
sus apodos, razón por la cual si los mencionamos por sus nombres de pila, mucha
gente no va a saber de quien se trata.
Era la época de la bonanza
cocalera cuando la mayoría de los habitantes de Leticia,
de una manera u otra, directa o
indirectamente dependíamos de esa furtiva economía que tanto daño hizo a la
región, como lo confirmaba monseñor Canyes en una de sus homilías dominicales,
en la cual refiriéndose al tema del narcotráfico en la ciudad, decía: “El que
esté libre de pecado, que tire la primera piedra”
Y mucha razón tenía, porque ni el
clero ni las monjas se escaparon a la contaminación de ésta triste realidad,
pues fue para esa época cuando apareció sor Adiela Gil, una monja paisa de esas
echadas para adelante, con espíritu de sacrificio, trabajadora de raca mandaca,
benéfica y colaboradora con los necesitados de la región por los cuales se proyectó construir unas
casitas sin costo alguno y sin ningún interés político, sin esperar una dádiva
o un voto a cambio, como el caso que se presenta actualmente con las famosas
casas de interés social, paliativo que se inventó el gobierno para asegurar una
reelección.
Como ella observaba que el
derroche de dinero se veía por doquier por parte de los emergentes o traquetos -para llamarlos por su
nombre- que estaban vigentes en la ciudad, vio en ello la oportunidad de
realizar el sueño de construir las casas.
Así que por intermedio de un amigo se acercó a ellos, con miras a obtener una
colaboración pecuniaria para sacar adelante su proyecto, el cual fue apoyado
por la mayoría de ellos, que le prometieron voluntariamente donarle el dinero
necesario.
Desde ese día sor Adiela se
convirtió en la protegida de sus
colaboradores quienes la bautizaron “sor metralla”, por el disparo de plata que
les hizo desde el primer día.
En cierta ocasión, cuando después
de una cabalgata encabezada por los Ochoa,y el mejicano, entre otros, sus benefactores se encontraban bebiendo en
una de las famosas heladerías de la ciudad,
la monja atinó a pasar por el lugar y, ni corta ni perezosa se les acercó a saludarlos y por ende a recibir las
dádivas prometidas para su obra. Allí
estuvo un rato compartiendo con ellos, cuando llegó la hora de recibir lo prometido, uno de ellos que se encontraba algo
ebrio, para quedar bien con los demás procedió a regalarle el caballo de paso
que estaba montando.
Todos aplaudieron el gesto y ella
quedo muy agradecida, pero todos se preguntaban ¿Qué va a hacer una monja con
un caballo de paso?.
Al dar las gracias y explicar los
inconvenientes que tendría al recibir el regalo, no faltó quien le propusiera
que lo ofreciera en venta entre ellos y así fue; uno de ellos le propuso el
cambio del solípedo por una moto y dinero en efectivo para su obra. Como buena
paisa ella aceptó, quedando todos
contentos con la negociación.
Al otro día, la monja se paseaba
por toda la ciudad muy campante en la moto producto de la transacción, pero la
superiora no vio con buenos ojos que una monja estuviera recorriendo las calles de la ciudad en moto, razón por la cual se la
prohibió. Ella otra vez, ni corta ni perezosa le expuso la situación a uno de
sus colaboradores quién, conociendo de la necesidad de transporte de la monja,
le cambió la moto por una bicicleta y le encimó dinero con el cual estaba
sacando adelante su obra y con el cual había construido algunas casitas.
Cierto día, para agradecer las
donaciones y congraciarse con sus benefactores, la monjita invitó a un seleccionado grupo de emergentes a un
almuerzo preparado por ella.
Muy puntuales estuvimos en el
sitio, y digo estuvimos porque yo, como enlace, también fui invitado.
Sentados en una humilde mesa en
el comedor de una de las casas construida por ella con dinero de ellos, nos
sirvieron el significativo almuerzo consistente en un crocante bocachico frito
acompañado de arroz, patacones y ensalada como plato fuerte, como sobremesa nos repartieron una cerveza fría y
como postre manjar blanco. Todos degustamos con satisfacción la humilde
invitación.
Una vez terminado el
almuerzo la monja se dirigió a los invitados con las siguientes palabras: “Quiero
agradecerles su presencia en esta humilde casa, la cual construí con los
aportes que ustedes me dieron y que hace feliz a una humilde familia de esta
ciudad..Dios les ha de pagar, pero los invité, mas que todo, para que se den
cuenta de lo que me falta por construir”.
Todos soltamos la carcajada, la
monjita se había salido de nuevo con la suya. Al otro día quedó de pasar por la
nueva contribución.
Posteriormente, por estar
haciendo obras con dinero del narcotráfico, la monja fue trasladada a
Barranquilla en donde murió. Estas eran las vivencias que en camaradería se
vivían y se disfrutaban en la región.
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