Crónicas Leticianas 42
“El Origen del fuego”. Leyenda Huitota.
En alguna de las tertulias
caseras que solíamos hacer con nuestro amigo el sastre Vallecilla, hubo una que
amerita quedar para la posteridad y trata sobre el origen del fuego, según la
leyenda Huitota.
Hace muchísimos años, cuando había poca gente sobre la tierra, no
existía el fuego, razón por la cual los primeros habitantes tenían muchos
problemas como por ejemplo, no poder cocinar, no poder salir de noche a cazar, ni
pescar, porque no veían los caminos o trochas por donde se desplazaban y
se tropezaban con todo lo que se
encontraban a su paso.
A raíz de ésta situación, uno de
los viejos de la tribu llamó a su compadre “Fisido” -que en lengua huitota
significa colibrí o picaflor- al cual le
expuso la situación.
Fisido le comentó que él conocía
al viejo dueño de la candela, pero éste no quería dársela a nadie porque, según
él, no se la merecían.
Como Fisido sabía en donde se
encontraba, tuvo que ingeniarse una treta
para poder ir hasta allá sin despertar sospechas, ya que el viejo era tan
astuto como un zorro.
Entonces se convirtió en un coco
pequeño como fruto de la palma de chambira, se
dejó caer al río y dejándose llevar por la corriente recorrió toda la
selva hasta que llegó a la maloca en donde vivía el viejo cuidando muy bien de
la candela, en compañía de una nieta.
Cuando llegó al frente de ella Fisido,
convertido en coco, retomó la forma original de picaflor que era y
empezó a chapalear para no ahogarse, como estrategia para que la joven lo viera
y lo rescatara, lo cual efectivamente sucedió: cuando ella lo vio ahogándose,
lo sacó del agua fue y se lo mostró al viejo, pidiéndole permiso para tenerlo
en la maloca.
El truco estaba funcionando, como
estaba mojado, por insinuación del abuelo la niña lo colocó cerca al fuego para
que se calentara y se secara, no dejando de observar el fuego para que no
sucediera nada lamentable.
Como la nieta estaba pendiente,
el viejo se descuidó un poco, y acostándose en la hamaca a cantar y descansar, se
fue quedando dormido mientras Fisido no le quitaba el ojo de encima.
Como lo notó dormido, comenzó a
tragarse unos tizones encendidos; cuando estuvo lleno y seco, emprendió el
vuelo. Cuando el viejo despertó y se dio cuenta del engaño se enojó, tomó una cauchera y salió detrás de él. Como era un ave tan
diminuta y veloz se perdió rápidamente por entre la selva.
Voló todo el día entre bejucos, árboles y ramas llevando dentro de
su cuerpo los tizones encendidos.
Al atardecer llegó donde el
compadre al cual le dijo: “Aquí les traigo la candela y empezó a vomitar los
tizones, los cuales eran recogidos por la gente y los soplaban mezclados con la
lana del nido de una hormiga llamada
“raya” la cual arde muy bien, naciendo allí el fuego o candela que cambió la
vida a los huitotos porque ya habían luz y calor para hacer muchas cosas que
antes no se podían hacer sin éste elemento.
De ahí nació la creencia de que el colibrí tiene el cuello rojo por
las quemaduras que le produjo el fuego de los tizones.
Esta es otra narración, de las
tantas leyendas que existen en la región que ilustran la variedad de creencias
nativas que deben conservarse como
tradición oral de nuestros antepasados. Tradiciones, leyendas e historias que
se dejaron de recopilar gracias a la
incompetencia de cierto gobernante de la región.
Carlos Javier Londoño O.
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