Mayo 04 de 2013
Crónicas leticianas 39
“Moniye-Amena” Árbol de la vida.
Uno de los tertulianos por medio
del cual conocí muchas leyendas, anécdotas, tradiciones e historias de muchos
personajes famosos de la región, fue un amigo sastre de profesión de apellido
Vallecilla.
Este vivía y trabajaba en
compañía de otro sastre llamado el italiano, en el local propiedad del abuelo
de los conocidos músicos amazonenses de apellido Erazo, que quedaba exactamente
al frente del supermercado Hiper.
Como yo vivía con mis hermanos en
la parte posterior, tuve la oportunidad de tomar muchas veces un tinto conversado
con el susodicho, conociendo a través de sus narraciones todas esas historias,
anécdotas y leyendas que ya he comentado en otras ocasiones.
En una de las tantas tertulias
que tuvimos, le pregunté que si él
conocía la leyenda huitota del árbol conocido como Moniye-amena. Fue como darle
cuerda.
Esta narración la haré a mi
estilo, con un español más laxo y
comprensible.
En la época en la que había pocos
hombres sobre la tierra, nació esta leyenda, la cual narra que en la selva amazónica vivía un viejo de nombre Monaya Jurama con su esposa y una hija muy hermosa llamada
Monaya Tirisa quien era la atracción de los demás hombres con quienes
convivían, los que le proponían matrimonio y a los cuales se daba el lujo de rechazar.
La razón para ella actuar de esa
manera era que tenía un amante secreto,
un atlético espíritu llamado Cuyo Buinaima, situación por la cual no podía
casarse con ella, ingeniándose una forma muy particular para encontrarse y
amarse.
En la cocina, junto al fogón,
Monaya ya tenía su lugar exclusivo en donde sentarse a ayudar a su mamá en los
oficios domésticos, como preparar la fariña y el casabe.
Se sentaba en una estera encima
de un huequito en donde se escondía Cuyo en forma de lombriz. Estando allí
sentada, Cuyo le penetraba por su parte íntima sin que sus padres se dieran
cuenta, siendo esta la forma particular de amarse.
Con el transcurrir de los
días, Monaya quedo embarazada y su
vientre empezó a crecer. Los padres estaban sorprendidos, pues no le conocían
hombre y además comían poco para que su vientre creciera de esa manera.
Le preguntaban sobre el novio, lo
cual ella negaba diciendo que no tenía a
nadie.
Los papás incrédulos buscaron por
todos lados al causante de la gravidez de su hija. Para que no se diera cuenta
de que lo estaban buscando, la mandaron a la quebrada a traer agua en un canasto, cosa casi imposible en su estado, por lo que se
demoraría mucho y los padres tendrían más tiempo para buscar.
En la búsqueda encontraron el
hueco junto al fogón al que procedieron a echarle agua caliente, quemando a
Cuyo que se encontraba allí escondido.
Por la noche cuando Monaya llegó
de la quebrada, como de costumbre, se
sentó encima del hueco esperando que su amado
se le introdujera pero esa noche no lo hizo. Al rato escuchó la voz de Cuyo
quien le contaba lo que le había sucedido
razón por la cual no volvería pero que tampoco la iba a abandonar, ya
que iban a tener un hijo por lo cual le
aconsejó: cuando lo vayas a tener ve a la quebrada y camina hacia arriba, allí va
a nacer una mata que te va a dar la comida que necesitas.
Efectivamente, cuando iba a nacer
el niño caminó quebrada arriba hasta donde germinó una matica de yuca que daba
unos frutos muy sabrosos con los cuales se alimentó y de la cual sus padres no
sabían nada.
La mata fue creciendo cada día
más.
En cierta ocasión, ella dejo a la
puerta de la maloca un pedazo de la pepa que comía, pedazo que fue descubierto
por el papá quien la olió y probo su sabrosura imaginando que ese era el fruto que su hija comía.
Le preguntaron sobre la
existencia de la fruta, por lo cual ella tuvo que confesar todo sobre la mata, que ya no solo daba yuca sino toda clase de
frutas como caimo, chontaduro y todas las demás que da la selva.
Por las tardes el viejo se
acostaba en la hamaca a cantar, cosa que tenía intrigado a los vecinos quienes
se preguntaban que estaría comiendo el viejo que estaba tan contento y se
fueron a preguntarle.
El les contó lo que pasaba y les
dijo que si querían de esa comida tenían que pagarle con cacería.
Se internaron en la selva y
regresaron con danta, cerrillo, tente, paujíl, venado, pescado y toda clase de
animales cazados.
De ahí nació la costumbre que cuando
hay baile el dueño de la maloca pone la comida de árbol o la de siembra y los
invitados traen las carnes.
Como era tanta gente tuvieron que
hacer una maloca mas grande, y ahí nació
otra costumbre que es el baile de la maloca, ya que con el baile pisan el terreno de la casa para que quede firme.
En la fiesta de la maloca los invitados comieron frutos del árbol moniye-amena el cual creció tanto que ya la
gente no alcanzaba los frutos, y por eso decidieron tumbarlo; el problema era
que carecían de un hacha.
Hablaron con todos los animales
pues en esa época hablaban y eran como la gente pero ninguno les colaboró.
Pensaron en el tucán -que tiene
un pico grande como un hacha- y le pidieron el favor de derribar el árbol lo
cual no pudo hacer porque es un pájaro como abobado.
Le pidieron el favor a la zorra
que es astuta y buena para trepar árboles. Ella les dijo que se subía pero que
no podía tumbar el árbol, que ella les
tiraría las frutas desde lo alto.
Se subió y empezó a comer de
todas las frutas que había en él y no tiró nada, cuando bajó con la barriga
llena, los hombres le quemaron el cuello para que no volviera a comer nada; por
eso, ella tiene en el pescuezo un mechón de pelo chamuscado.
Siguieron buscando a ver quien les tumbaba el árbol hasta que se
encontraron con el pájaro carpintero que en lengua huitota significa Eto. El
accedió y les dijo que les tumbaría el
palo; empezó a darle pico hasta que lo perforó, el árbol traqueó y se vino
abajo, lo que era la raíz se volvió
agua convirtiéndose en el mar, el tronco
se volvió el río Amazonas y las ramas sus ríos
afluentes como el Putumayo, el Apaporis, el Caquetá y muchos otros. Esta
es la leyenda de la forma como se
originaron los ríos que conocemos.
Como al caer el árbol las frutas quedaron esparcidas
por todo el terreno, cada cual cogió la que estaba a su alcance y por esa razón, hoy unos indígenas cultivan unos productos y
otros, frutas y productos muy diferentes. Por esta razón la riqueza de la
tierra son el agua y la comida
Carlos
Javier Londoño O.
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