miércoles, 31 de julio de 2013

Julio 31 de 2013

Crónicas  leticianas 51
“A mi  locuaz afro descendiente amiga”
Para comenzar la crónica, voy a referirme a mi amiga como  la “afro descendiente” o la morena, para no llamarla “la negra” como todos la conocemos, no sea que algún defensor  oportunista, algún resentido,  o una de esas entidades  fariseas que, por ganarse un aporte económico defienden hasta la ilegalidad, me tilde de racista.
Es una crónica que, con el respeto que ella me merece, se la dedico en vida como un reconocimiento a su civismo, a su actitud en defensa de los intereses  de la ciudad y, sobre todo a la exótica “locuacidad” que maneja, con la cual, sin tapujos  ni eufemismos, le dice al pan pan y al vino vino.
El relato se remonta a la época  de la bonanza, cuando ella tenía un famoso restaurante situado en el llamado “callejón de las viudas” en el puerto civil, lugar que - aunque no era sitio de restaurantes estratos 5 - si se comía lo mejor de los frutos del rio amazonas, entre otros exquisitos platos.
Turista nacional  que llegara ala región y tuviese conocidos en el pueblo y no  fueran a comer a su restaurante,  se podría decir no había visitado a Leticia.
Llegar a su restaurante,  fuera de degustar sus ricas viandas, era actualizarse en los sucesos del pueblo  y del  país, pues noticia que no se supiera, se la inventaba.
Y para muestra un botón: Cierto día en  que llegó un emergente de los que solían llegar a la ciudad, fue invitado  por varios amigos a su restaurante, como parte del folclor amazonense.
Al llegar  al sitio fueron recibido por una simpática morena bien presentada, de contextura gruesa, con falda estrecha ceñida al cuerpo, quien saludándolos  amistosamente les dijo: Síganse mis amores, bienvenidos al mejor restaurante de Leticia, nuestra especialidad, fuera del chisme, es el caldo de pescado llamado “Tumba camas”, así que si llegaron bajitos de ánimo aquí se lo levantamos.
Procedió a sentarlos en una mesa en donde ya había otras personas almorzando.
 El emergente fue presentado a la amiga propietaria del negocio, de quien le agradó su espontaneidad, locuacidad y buen recibimiento.
¿Bueno amiga y qué nos recomienda para hoy?-Preguntó el recién llegado para romper el hielo-
Como ustedes son turistas, primero que todo tómense una chuchuhuaza para ponerse a tono (éste trago lo toman en la región las personas adultas, para la artritis y para mantenerse en forma).
Después de la aceptación por parte de los recién llegados, cuatro copas del licor fueron servidas; después del brindis y su ingestión, el efecto no se hizo esperar, empezaron a sudar como si se estuvieran derritiendo, debido a las calorías del licor y al calor abrasador que reinaba en esa tarde.
La morena al verlos transpirar les dijo: - ahora que están entrando en calor, viene la segunda parte, un suculento caldo de “cuchas” servidas en su propio caviar, pues están llenitas de huevos.
Dirigiéndose al nuevo cliente le dijo: Vea bizcocho, prepárese a conseguir amiga para esta noche, porque la morena le garantiza que con ese caldo, va a quedar como un trípode, parao en tres patas.
Todos los presentes soltaron la carcajada por lo jocoso del apunte.
Al instante estaban servidos varios humeantes platos con el famoso caldo.
Todos degustaron  el caldo y hasta repitieron.
Uno de los presentes, conocedor de lo mordaz de la lengua de la morena, le preguntó: ¿Oíste querida y cuál es el último chisme?
Al instante y sin pensarlo dos veces respondió: ¿Saben quién se casa? Pues la pecosa,  la secretaria de la alcaldía; imagínense que se consiguió de marrano a un pobre odontólogo que está recién desempacado haciendo el rural, ahí lo tiene andando  al pie de ella como perro faldero, dizque se va a casar por la iglesia,  esa mujer como ha sido de trajinada, con decirles que se va a ver más sangre en la reventada de un lazo que en esa luna de miel.
Los comensales que se encontraban almorzando volvieron a carcajearse  ante este nuevo comentario.
El nuevo emergente se dio cuenta de la magnitud de la lengua de la morena, que desde ese día prefirió tenerla como amiga. Después de almorzar, solicitaron la cuenta, la cual se las  pasó  la morena diciéndoles: -vuelvan por aquí mis amores, si desean comer algo especial yo se los preparo pero eso si, me avisan con un día de anterioridad.
Se despidieron de ella quedando muy agradecidos por la atención. Sobre el camino  el emergente les comento a los amigos: Qué tal ser enemigo de la morena, con esa lengua es capaz de dañar un baile de esmeralderos. Todos se limitaron a sonreír.
Esta es otro de los tantos personajes que, por una u otra razón, han pasado a ser parte la historia del pueblo leticiano.
Aún vive en la región atendiendo su restaurante situado en otro lugar y  disfrutando de los cumpleaños, reuniones y otras invitaciones  que las famosas “cuchibarbies” de la ciudad le hacen con tal que les amenice la noche con sus comentarios.

                                                                                                                        Carlos Javier Londoño O.

sábado, 27 de julio de 2013

Julio  26 de 2013
Crónicas leticianas 50

“A don Custodio Parra Rojas, mi respeto y mi reconocimiento”
Murió uno de los más  grandes comerciantes que tuvo el Amazonas en su época pionero del comercio y del turismo, señor Custodio Parra Rojas.
Sin causarme extrañeza, veo que  ninguna entidad de las que funcionan en la ciudad ni nadie  se ha pronunciado al respecto, aunque fuese con una mención al personaje que manejó los hilos de la economía en esa frontera tripartita.
Desafortunadamente, como Don Custodio, no  era “producto interno bruto” amazonense, a lo mejor no pasara a los anales históricos de la región, como le ha ocurrido a  otros personajes que han hecho mucho por el territorio y que el pago que  han recibido ha sido el  desconocimiento de sus acciones  y el desagradecimiento de la ciudad,  como son los casos de los foráneos el  Dr Silva y Mike Tsalickis entre otros, que por su accionar honesto y con las fallas que como todo humano se pueden cometer, han pasado como simples ciudadanos.
Caso contrario ocurre hoy con aquellos que, siendo o no conterráneos, por su actuar deshonesto, doble moral, negligente, apático e indolente  con la región, pero que si han compartido con el pueblo parte del erario amazonense, se han ganado  los puntos necesarios para subir al pódium de los personajes importantes.
Quiero con éste artículo -con el respeto que él y su familia me merecen- Agradecerle y hacerle un  reconocimiento  por todo lo que hizo por la región en épocas cuando Leticia tenía mejor calidad de vida, en donde los problemas del departamento eran  problemas de todos  y se trataban de solucionar  de común acuerdo y en donde los trabajos se ejercían con honestidad.
Éste personaje, quien con su almacén “La Confianza Y Créditos Cuspar” en primer lugar, seguido por el señor Blas Porras con su “Bodegas El Triunfo”, comercialmente en segundo lugar, trabajando  en camaradería y sentido de amistad con los señores Mario  Soarez de Tabatinga, propietario del supermercado “ Taquí ”, Joaquín Abenzur,   magnate maderero  y naviero que ejercía su comercio en Islandia ( Perú) y el señor Lucho Valdés Villacorta comerciante de Pucallpa (Perú) formaron el triángulo  comercial que movió las importaciones y exportaciones y las divisas  para los tres países y toda ésa frontera amazónica.
Según los “comunicativos” amigos de tertulia,  a los cuales les enseñó los juegos que aún eran desconocidos en la región, como el póker, el dominó y los dados entre otros, contaban que don Custodio llegó a Leticia  como guardia aduanero procedente  de una  hermosa tierra, su pueblo natal, llamado Timaná que queda en el departamento del Huila.
Trabajo en que se desempeñó con honestidad por largo tiempo.
Después de renunciar a su empleo original de aduanero,  decidió  montar su propio negocio, que todos conocimos con el nombre de almacén “La Confianza”, desde donde empezó su ascendente carrera comercial pues era el representante de casi todas las firmas empresariales  colombianas, peruanas y brasileñas, y especialmente de Panamá,  país del cual era su primer importador.
El origen de su capital –decían- fue producto del azar, tema que no viene al caso  profundizar, aunque lo conozco,  para evitar malos entendidos, pues de esos comentarios  nada me consta.
Posteriormente se asoció con otro comerciante, creando las bodegas en donde comercializaba las pieles de tigre, caimán negro y serpientes, dándole trabajo a muchas personas de la ciudad que laboraban en el puerto, comprando para él  toda clase de pieles que llegaban, en un   negocio que era permitido en aquel entonces hasta  cuando llegó la veda por un  acuerdo firmado en Leticia por los presidentes Pastrana de Colombia y Garrastazú Medici del Brasil.
Desde las bodegas salían cantidades de pieles  en los barcos ingleses  que llegaban  a Leticia y  que posteriormente salían para  Europa.
Hacedor junto con su hijo Evelio , como arquitecto, y  Jaime Núñez - popularmente conocido como  “Panucho”- como  maestro de obra, del famoso “Hotel Anaconda” emblema amazónico que ha albergado personajes de toda clase  desde presidentes  hasta emergentes famosos; hotel que fue construido como competencia turística a los hoteles “Parador Ticuna” y “ Hotel Colonial” de los  hermanos Mike y Jorge Tsalikis,  impulsadores turísticos del Amazonas a nivel nacional y mundial.
Fue el pionero de los créditos en el Amazonas y en especial en la  ciudad capital Leticia, con su almacén “Créditos Cuspar”,  el cual fue gerenciado  inicialmente por el señor Alberto Sánchez, seguido por su sobrino Robinson Parra quien se lo compró posteriormente, siendo el heredero al día de hoy,  de ese emporio comercial que inició su tío y que hoy se llama “Créditos Parra”.
Como dato anecdótico, les cuento que las primeras volquetas que llegaron a Leticia fueron  sacadas a crédito por los señores Hernando Matiz e Ignacio Enciso.
Toda persona que se precie de haber  vivido en Leticia por muchos años, tuvo que ver con el almacén Créditos Cuspar, de ahí que fue incluido el cuento de que el que tomara agua del  río Amazonas  para aquella época, le caía la maldición  que se hacía realidad con los siguientes hechos: vivir en Leticia  por más de 10 años, casarse con una leticiana, comprar un carro viejo, que la  casa se la construyera Panucho  y tener un crédito, en Créditos Parra.
En resumen: Don Custodio fue todo  un magnate en la región. En cualquier transacción de gran magnitud  económica que se hiciera en la ciudad, sus manos  estaban de por medio  pues era tanto el poder, que hacia subir o bajar las cotizaciones  del Cruzeiro y el sol (moneda del Perú) en la ciudad de acuerdo con su conveniencia.
Desafortunadamente para  dolor de mucho leticiano, la mayoría de las grandes empresas creadas en la región fueron hechas por manos netamente foráneas.
A Don Custodio, mi respeto y mi reconocimiento.

Carlos Javier Londoño O.

jueves, 18 de julio de 2013

Julio 10 de 2013.



Crónicas leticianas 49

“La tendencia corruptiva en el Amazonas no es casual, es heredada”.

Desde hace mucho tiempo  atrás, el Amazonas por ser un departamento no  representativo electoralmente  para los caciques centralistas, no es tenido en cuenta  para proyectos progresistas nacionales y si a eso le sumamos la falta de acción de sus “honorables” representantes que no exigen los privilegios que el departamento se merece y en especial su ciudad capital Leticia como  vitrina representativa nacional en esa frontera tripartita, en donde la población, por el hecho de vivir y cuidar  gratis esa frontera, el gobierno debiera prestarles mayor atención con incentivos tanto económicos, como  proyectos de gran envergadura en industria y comercio, educacionales,  y de salubridad entre otros, para que no siga siendo la “cenicienta” de Colombia y sitio de engorde de funcionarios que van a vegetar y esperar que la edad les dé la oportunidad de adquirir una buena pensión, sin comprometerse con la situación  que se está viviendo en la región,  tal vez para no dañar su hoja de vida, y dando pie para que ciertos funcionarios públicos  se  “inventen” sus formas particulares de entradas diferentes al sueldo,  que ahora   llaman corrupción.
Por esa razón les voy a hacer un recorderis  sobre el porqué, esa modalidad corruptiva, viene imponiéndose  desde la época de la bonanza.
Antiguamente Leticia era considerada por varios estamentos  gubernamentales de la capital, como un “sitio de castigo” a donde enviaban personajes públicos, militares, policías, aduaneros y todo funcionario que había cometido una infracción en el centro del país. Esas eran las autoridades que llegaban a regir los destinos de la ciudad. Si a la llegada de estos infractores le sumamos  el conglomerado de habitantes  existentes  en la región compuesto  por nativos,  por  los ex – presidiarios que llegaron  al cierre de la penitenciaría de Araracuara a hacer nueva vida, los aventureros, rebuscadores, inmigrantes de otros países ,colonizadores peruanos , colombianos y brasileños quienes al mezclarse con esa sangre india rebelde  e indomable formaron  un mestizaje avasallador  que dio como  resultado una mezcla  genética bastante complicada que subsistían de su trabajo aumentado por las bonanzas  que surgían como las del  caucho, pieles ,animales, madera y pescado. Por esa razón, cuando apareció la bonanza del narcotráfico en una ciudad en donde, la mayoría de sus habitantes e indígenas espantaban   cada día de sus puertas la pobreza  que se vivía en la región, el terreno estaba abonado para que ella penetrara en la mayoría de las casas leticianas, estamentos gubernamentales  y autoridades. Y por eso ocurrió lo que ocurrió, a todo ese personal  que llegó  castigado y demás, en vez de que Leticia fuera su  sitio de  castigo se les convirtió en el paraíso para conseguir dinero fácil aprovechando su investidura. Y es que nadie  se pudo escapar a ese flagelo, pues la mayoría de funcionarios, sobre todo autoridades recibían mensualmente  su  “sueldo”  extra por facilitar el accionar de estos emergentes, hacerse los ciegos y sordos ante cualquier irregularidad. Razón por la cual capo que se respetara pasaba por  Leticia como Pedro por su casa porque, allí con dinero, todo era posible ya que las autoridades sabiendo quienes eran, a que iban, quienes eran sus contactos en la ciudad, nunca actuaron y si lo hicieron fue con “positivos”  insignificantes, mientras que por otro lado salía el cargamento  que para ellos era más significativo económicamente. 
De ahí que todo joven ambicionaba en esa época,  ser autoridad, aduanero, empleado gubernamental, político o gobernante porque ellos sabían que eran los únicos empleos que daban la oportunidad de rebuscarse un dinero extra , al observar que,  la mayoría de funcionarios salían económicamente bien, pero no era por el sueldo que devengaban del gobierno, pues que yo sepa, casi nadie se ha hecho rico trabajando honradamente en la región, salvo algunas excepciones muy conocidas quienes  también, de una manera u otra  tuvieron su vínculo o pecado con la bonanza, pues ya es bien sabido que capitales sanos de la época fueron infiltrados por  capitales del narcotráfico para efectuar lo que hoy se llama “lavado de activos”, en donde se trabajaba con un glosario  que figuraba en la mesa de muchos funcionarios  con las palabras: soborno, enriquecimiento ilícito, cohecho, peculado por apropiación, y  concusión entre otras.
Así que analizando a sangre fría, sin escrúpulos, ahí está esbozado parte del origen de la situaciónde corrupción que se está viviendo en el departamento, en donde la mayoría aspira a los puestos públicos y políticos con esa finalidad, la de arreglar su situación económica, a costa de lo que sea. Y el pueblo, muy bien muchas gracias.
Aquí les formulo una pregunta para que se den cuenta de que algo está pasando en la región: ¿Por qué en Bogotá  algunas autoridades y empleados públicos están pagando para que los trasladen a Leticia?
Para reforzar lo antes dicho y terminar mi crónica, va una anécdota ocurrida a   un funcionario del Inderena .
Cierto día que se encontraba  dicho funcionario ejerciendo su autoridad por la orilla del río, ya  que ese sitio, por llegar tanta gente en embarcaciones,  era el rebuscadero  para la mayoría de las autoridades de la época, quienes como aves de rapiña, se mezclaban con la multitud o escondidos desde las bodegas de pescado, estaban con ojo avizor prestos  a descubrir cualquier matute, tráfico ilegal de dólares   animales o droga,  que les representara  una entrada extra en el día.
Allí se encontraban  mimetizados con la población, policías, aduaneros, agentes del Das, funcionarios del Inderena,  del  Ica y hasta agentes de la DEA disfrazados de pescadores o hippies.
Como decía, el funcionario caminaba por la orilla en su cacería, cuando descubrió a un indígena que llevaba un costal al hombro  cuyo contenido eran unas bolsas llenas con peces ornamentales que estaban en veda  por ese tiempo y por ende prohibido su comercio.
Para el  funcionario su pensamiento fue “Se me apareció la virgen” y para el indígena las alternativas que se le presentaron fueron dos: dejarse decomisar la mercancía o pagar para continuar con la infracción. Después de unos minutos de conversación, llegaron a un acuerdo el cual fue pagar para no perder  la mercancía, con la opción de seguir pasándola  cada viernes sin problema,  so pago de una cuota. Y así fue.
Puntual, cada viernes, desde temprano, el funcionario estaba al acecho de su víctima para recibir la cuota estipulada.
Así pasaron muchas semanas durante las cuales recibía su dinero extra sin ningún problema. Sucedió que al empleado le notificaron vacaciones, razón por la cual  debía abandonar  la ciudad. Antes de viajar, adiestro a un compañero para que lo reemplazara, sobre todo en el cobro de la coima que había estipulado con el indígena.
Al nuevo funcionario le detalló todas las características de la canoa y de la imagen del infractor para que le cayera los viernes, día en que solía llegar.
El primer viernes de su cacería, el compañero  estuvo muy pendiente  desde temprano en la orilla del río vigilando la llegada del nativo.
Llegó una canoa con un personaje que se ajustaba a las características que el amigo le había dado, lo esperó a  que desembarcara  y cuando se echó el bulto al hombro, el nuevo funcionario  se le acercó  saludándolo muy cortésmente, al mismo tiempo que se le presentaba: buenos días amigo: yo soy funcionario del “Instituto Nacional de los Recursos Naturales y del Ambiente, el indígena no lo dejo  terminar su presentación cuando le respondió: menos mal que  usted no es de esos  hp del Inderena que me la tienen montada. 

Carlos Javier Londoño O.

miércoles, 10 de julio de 2013

Julio 10 de 2013

Crónicas leticianas 48
“Excentricidades en la bonanza”

Fueron muchos los “emergentes” famosos que se pasearon por las calles de la ciudad de Leticia durante la bonanza del narcotráfico en los años 70 y 80.
De ellos,  varios fueron extraditados, otros fueron dados de baja por ajuste de cuentas o por manos de las fuerzas gubernamentales, algunos están presos en cárceles colombianas  y los que lograron superar la situación, viven con el estigma  de ser o haber sido un narcotraficante.
Algunos dejaron historia en la ciudad, al tratar de sobresalir con actos a veces salidos de lo normal, que si producían malestar en la ciudad, su majestad “don dinero” cubría cualquier perturbación  ocasionada por la inoportuna excentricidad. Otros con sus actos benéficos, trataban de convencer a las autoridades de la legalidad de su trabajo.
Lo cierto es que las excentricidades  se dieron y todo se veía normal pues, vuelvo y  repito, el dinero tapaba cualquier irregularidad o perturbación atípica en la ciudad.
Y para muestra un botón: Unos se destacaron por llevar, en vuelos chárter,  caballos de paso para exhibirse por la ciudad; otros, por llevar plaza portátil para hacer corridas de toros o  llevar gallos famosos para efectuar, en la gallera, millonarias peleas. Algunos se distinguieron por hacer sus bacanales en prostíbulos y casas particulares, en donde  las hermosas mujeres, el licor y la droga, eran las reinas  de la noche. También se destacaron por hacer fiestas inolvidables  de cumpleaños, en las cuales  la gastronomía  y el ambiente musical amenizado por cantantes famosos,  llevados desde Bogotá, eran el atractivo,  o por llevar, con dinero del narcotráfico, representante por el Amazonas al Reinado Nacional de belleza en Cartagena. Otros se destacaron por su  colaboración interesada a sus  fines personales, como aquél que regaló la primera ambulancia para el hospital San Rafael de Leticia.  En fin, no había nada imposible de hacer en la región, cuando de pasar una noche alegre con algo de anormalidad se trataba.
El caso más particular era la excentricidad de un conocido personaje que, cuando visitaba  la ciudad  de Leticia, casi siempre llegaba “entonado” por las bebetas que se daban a bordo, con la anuencia de las azafatas en el vuelo comercial en que llegaba, situación muy normal vivida en el transporte aéreo de pasajeros de la época.
Como el avión llegaba después del mediodía, hora de calor insoportable, después de instalarse en el hotel, vestido con pantaloneta de baño, botella de whisky en mano y seguido por sus damas de compañía,  se dirigía a la piscina apoderándose de ella y ordenando a sus escoltas traer la banda de músicos del Apostadero Naval, que para ese tiempo era la banda que, con músicos maestros como Picón, Zabala,  el viejo Cuba  y Nory, entre otros, animaban popularmente cualquier evento.
Una vez llegaba la banda, la fiesta se prendía alrededor de la piscina y el licor y la comida empezaba a circular por cantidades.
Mientras tanto, el  personaje disfrutaba la piscina con sus mujeres, las cuales lo bañaban con whisky al son de juegos y risotadas.
Todos bebían por parejo: los miembros de la banda, el personaje  sus invitados y los escoltas quienes, para atender al patrón, ponían en cada esquina de la piscina un vaso con Whisky. El personaje se sentaba en la primera esquina a escuchar la música y a beber el vaso servido; cuando lo terminaba, se introducía a la piscina y nadando iba  hasta la otra esquina, y así sucesivamente repetía la operación hasta ingerir los cuatro vasos. Esta ronda la hacía  varias veces, mientras tanto la banda no dejaba de tocar y de beber.
 Cuando ya estaban todos “prendidos”, le ordenaba a la  banda que se introdujera  a tocar, en la parte baja de la piscina. Y era  en ese preciso instante en que empezaba su diversión.
Él también se introducía en la parte baja junto a la banda, sacaba un billete de 50 dólares el cual les mostraba a los  integrantes. Luego se sumergía   para pisar el billete con el pie. Posteriormente, al emerger, les decía que a la voz de tres el primero que cogiera el billete,  se haría acreedor a él.
Imagínense el despelote, todos inmediatamente se sumergían  en busca del billete sin importarles el instrumento; afuera las risas y carcajadas se sentían por toda la piscina; instrumento que se dañaba a los ocho días estaba restituido. Esto duraba toda la tarde hasta  entrada la noche, pues ese era el compromiso para la tranquilidad de los huéspedes  a la hora de dormir.
Como la armada empezó a poner  “peros” para alquilarle la banda, aduciendo de que estaban tocando para mafiosos, el señor ni corto ni perezoso mando  comprar a Bogotá sus propios instrumentos, que  guardaba en una casa de confianza en la ciudad y los cuales, junto con los integrantes de la banda, estaban a su disposición cuando él llegaba a la ciudad.
Ustedes se preguntarán: ¿pero todo eso era permitido en el hotel?  Claro que sí, porque el consumo diario por ese concepto, fuera de habitaciones y otras extras sumaban, a su partida, varios millones de pesos que pagaban sin remordimiento y sin exigir cuentas.
Esa fue  otra de las “rarezas” que se pudieron observar durante el transcurso en que duró la famosa bonanza, que si bien trajo su poderío económico, fue una experiencia fugaz pues, como lo pueden comprobar, ninguno de esos personajes dejó una obra para el bien laboral de la ciudad  que lo hiciera recordar en la posteridad, aparte de los huérfanos que dejaron, niñas que a cambio de unos dólares contaminados, perdieron su virginidad, hijos que algunos de los cuales ni saben quién es su padre, el deterioro de la economía, la carestía de los productos que aún sigue vigente y lo más importante: la herencia de una  vida disoluta, auspiciada por la  mentalidad   del dinero fácil, en una ciudad en donde todo es posible y si no, el dinero lo hace así.

Carlos Javier Londoño O.

lunes, 8 de julio de 2013

Julio  05 de 2013

Crónicas Leticianas 47

“No había agua potable ni luz, pero si  teníamos,  casino, prostíbulos y discotecas”

Eran las 9 pm de un viernes cualquiera de  los años finales a la década de los setenta. El Casino Internacional Anaconda, situado  alrededor de la piscina del hotel  del mismo nombre,  se dispone a abrir sus puertas al público.
El frescor de los aires acondicionados  se sentía  por todo el salón y el aroma de los ambientadores olorizaba el lugar.
Los “crupier”, impecablemente uniformados, parados frente a las mesas de Black-Jack y de ruleta,  en una posición casi militar, esperaban  la llegada de los clientes, tales  como los  emergentes de la época, lo más granado de la sociedad leticiana, pilotos, gerentes de banco, turistas y toda clase de personas que querían  experimentar una noche  de suerte, en los juegos de azar que el casino les ofrecía.
El desfile comenzaba, cuando “personajes” famosos de la época, con sus voluptuosas y sensuales damas de compañía venidas de otras ciudades, luciendo su garbo y lo último en modas y joyas,   entraban al reciento a ocupar un lugar  en las diferentes mesas.
Una vez acomodados, empezaba la repartición de whisky de las mejores marcas, acompañado por crocantes pasa-bocas.
Así se daba inicio, por esa noche, a la danza de los millones, en donde se jugaban grandes capitales de los que  circulaban en la ciudad, producto de las negociaciones ilícitas de la época.
Cada juego tenía su parafernalia diferente.
En la ruleta, los crupier iniciaban la venta de fichas para las apuestas en la misma mesa, dinero  que recibían  representado en dólares, cruzeiros, soles, pesos, travel checks, cheques personales o vales firmados cuando la persona era de confianza,  el cual iban depositando por una ranura que quedaba en la parte derecha de la mesa  que se  comunicaba con una urna sellada herméticamente situada debajo de ella.
A la voz de “hagan sus apuestas”  los jugadores empezaban a colocar el montículo de fichas sobre la cuadricula con color y número de su agrado, esperando un golpe de suerte.
Los diamantes incrustados en los anillos de los apostadores destellaban rayos coloridos al  incidirles la luz que los alumbraba encima de la mesa.
Posteriormente, a la voz de “No va más”, se suspendían las apuestas y todos debían retirar las manos de la mesa al mismo instante en que la bolita empezaba a  girar en sentido contrario a la ruleta.
El silencio era total. Sólo se escuchaba el sonido de la bolita girando, golpeando y brincando de casilla en casilla esperando la desaceleración para ubicarse  en el número ganador.
Cuando ésta paraba, el crupier cantaba el número afortunado por ejemplo “negro el 6” y de inmediato procedía  a pagar a los ganadores que ubicaron sus fichas en la cuadrícula con el número favorecido.
Cuando alguien ganaba una buena suma de dinero regalaba una propina al crupier quien  cantaba al instante, “empleados”, expresión que era respondida por todos los crupier del salón con un “Gracias”, dinero que también se guardaba en una urna para la repartición entre ellos, cuando se cerraba el casino.
En las mesas de Black-Jack,  la ceremonia era diferente: el crupier destapaba  varias cajas de naipes nuevos, los cuales mostraba al público y con la  destreza de un prestidigitador los revolvía  en un acto casi circense, para después colocarlos en la caja desde donde los repartía de acuerdo al pedido  que los jugadores le hacían para  completar la veintiuna o por lo menos no pasarse el límite, para aspirar a  ganar.
Mientras todo esto ocurría, el administrador - con ojo de lince - recorría el salón,  pendiente de las mesas para evitar  alguna irregularidad.
Mientras duró esa bonanza, esa diversión y entretenimiento, ocurría todas las noches de  martes a sábados y siempre el salón permanecía lleno, pues en la semana el movimiento de personas que visitaban la ciudad era notorio y la rotación  de dinero se veía por doquier.

Fue  en la época, en que boato,  rumba,  despilfarro, ostentación, lujo,  corrupción, drogas, negocio y joyas entre otras,  eran las palabras  de mayor significación.
Y es aquí, en donde uno analiza las ironías de la vida en  ciertos  lugares: mientras el pueblo carecía de agua potable, de luz, de salud, de educación y otros servicios primarios necesarios, las discotecas  se abrían por doquier con su  clientela propia de acuerdo a su estrato, tales como las discotecas Anaconda, Tacones, La Tarántula, Poversa, Zorba, y la ballena de Jonás, establecimientos que eran visitados asiduamente casi todos los días por clientes y turistas,  con lleno total los fines de semana.
 Y ni hablar de los prostíbulos; para el índice poblacional de la época, puede decirse que estábamos en superávit de ellos, pues los había de toda clase, desde los que albergaban hermosas mujeres venidas del interior del país, de ciudades que por su fama, eran las más caras y cotizadas  como las  pereiranas, paisas, y caleñas, como las regionales de menor estrato, pero con propia clientela.
En dichos prostíbulos, cuando llegaba algún “personaje” importante de los que se movían por la ciudad, a celebrar la coronada de algún negocio, las puertas se cerraban y todo corría por cuenta del recién llegado, quien con su ejército de “lavaperros” se situaba en un lugar estratégico del  establecimiento.
Las personas que se hallaban en el interior tenían dos opciones, adaptarse al ambiente bajo la seguridad y control del recién llegado o desocupar el recinto.
A partir de ese momento había bar libre para los presentes y para los acompañantes, aparte del licor, mujeres y droga.
Se presentaban shows de lesbianismo en vivo,  por parte de las muchachas, quienes, por ganarse unos dólares extras, hacían lo que fuera, con tal de entretener y satisfacer la morbosidad de la concurrencia.
Estos shows tenían su toque de aberración, con unos actos difíciles de creer, a no ser que uno  los viva, en vivo y en directo.
Celebración acompañada además, por whisky y por clorhidrato de cocaína, que esparcido en las mesas de consumo, era inhalado nasalmente por los asistentes por tubitos hechos con dólares.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
Entre los más conocidos  que se destacaron por su buen servicio estaban: Monterrey, La Esquina Caliente, El Padrino, Balalaika, Monroy, Doris y el más popular el de Forcha, un antro de mala muerte, donde se podían encontrar  hermosas niñas nativas  que entregaban su virginidad por dinero, joyas o alguna bagatela que las ilusionara.
Y el más conocido internacionalmente llamado los “Chicos malos”, en donde el “paquete” completo incluía todos los servicios: mujeres, licor y droga.
De ahí el comentario de la revista brasileña “Manchette” la cual en uno de sus artículos mencionaba el lugar aconsejando a los turistas brasileños  que si querían “experimentar” droga  cuando fueran a  Leticia, visitaran ese sitio, en donde los narcóticos se compraban y se consumían libremente con la anuencia de algunas autoridades.
Para esa fecha, al decir de un amigo, la edad de las niñas para iniciar  el sexo no importaba, ya que según él  se catalogaban por tamaño y peso, pues la  trata de ellas, era pan de cada día, ya que  no había  ninguna acción ni control porque en esta ilegalidad también estaban involucradas algunas autoridades quienes se hacían los desconocedores de los  actos a cambio  de las dádivas que recibían.
Se veían casos particulares de padres que cambiaban  su hija por un motor fuera de borda,  o la vendían al mejor postor y donde el delito de “incesto” si no era normal, si hacía parte de esa cultura tripartita y hoy, aunque poco se comenta, aún perdura, sobre todo en el lado brasileño.
Desafortunadamente esas fueron parte  de las lacras que nos dejó el paso de la bonanza del narcotráfico que otros tratan de emular a como dé lugar.
Viene a colación el consejo que daba un  padre a su hijo, que aunque no es lo correcto, creo que está rigiendo para algunos  personajes en la región: “Consiga la plata mijo, consígala honradamente, pero si no puede honradamente, consiga la plata mijo”.
Carlos Javier Londoño O.