sábado, 21 de abril de 2012


MI MATRIMONIO…UNA AVENTURA


Si el amor a primera vista existe, esto fue lo que ocurrió cuando en  el Amazonas vi a la mujer que hoy es mi esposa.
Desde ese día me propuse enamorarla, tarea que no fue fácil. Sin embargo las cosas se fueron dando y la relación marchaba bien hasta el día en que se enteró su progenitora quien, prohibiendo y controlando, hizo que nuestra comunicación se tornara más difícil, por lo cual  acrecentamos los recados, las escapadas y todo lo permitido con tal de vernos y decirnos  algunas palabras  alentadoras.

El contraataque vino de nuevo por parte de los  papás quienes decidieron enviarla  a estudiar a Bogotá, decisión que ella me comentó en uno de nuestros encuentros. De inmediato le pregunté:
-¿Y usted  se quiere ir?
-No,- me respondió.
- ¿Está dispuesta a hacer lo que sea con tal de quedarse?
 - Sí, fue  su  respuesta.
- Voy a pensar  a ver  qué podemos  hacer.

Esta situación taladraba  mi cabeza De pronto  la solución afloró.
-Ya la tengo...nos casamos.-
-¿No será una locura?- decía para mis adentros.
-No… que va, ella está enamorada  y yo también, y eso es lo que cuenta.

Por esta razón, como paso inicial, nos comprometimos con todas las de las ley, pero esto no iba a  presionar para que la mamá desistiera del viaje, si llegara a darse cuenta de nuestros planes.

Conversando con mi novia seriamente sobre el asunto, le expliqué que nuestra  única salida era el matrimonio, por eso  al preguntarle si estaba dispuesta a hacerlo y su respuesta fue un sí, sentí algo extraño en mi cuerpo, esto iba a ser  realidad.
-¿Cuándo?- Nos preguntamos, porque esto lo tenemos que hacer cuanto antes y a escondidas, porque no hay otra forma.

-Fijemos como fecha tentativa  el 25 de Diciembre, día de tu cumpleaños, mientras preparamos los pormenores para  que esta decisión no tenga contratiempos - le dije.
-No hay problema - contestó –

Desde ese día inicié contactos. Primero les comuniqué la determinación a mis hermanos, quienes ya vivían en la misma población, todos me apoyaron. Luego dialogué con un médico  amigo y su señora, quienes me sirvieron de padrinos. Con estas concreciones, el matrimonio era un hecho.

 Fui donde el sacerdote para enterarme de los requisitos prematrimoniales; y  lo
primero que me dijo fue que necesitaba un permiso de los padres para casarme con ella, por ser menor de edad.
Ahí si vi la cosa grave y le respondí: - No ve padre que por eso nos vamos a casar a escondidas, porque si se dan cuenta no lo van a permitir.
-Qué pena pero ese es el principal requisito – me contestó.-

Como el padre era amigo mío le dije a manera de chantaje: -Bueno, padre, no hay problema, si usted no me casa yo me voy a vivir con ella y ahí le dejo a su conciencia esta decisión, porque yo quiero hacerlo con la bendición de Dios.
-Ahí si me la puso bien grave, - me respondió - Espere un momento yo hablo con Monseñor.
Tomó el teléfono y marcó. Alcancé a escuchar cuando  explicaba la situación a su superior y no sé qué le contestaría, pero me dijo:- Se salió con la suya, los caso el 25 de diciembre a las 5  pm.  
Le agradecí  la colaboración y salí del despacho, con el corazón emocionado, a contarle a mis hermanos y a concretar los detalles. Posteriormente le dije a ella que todo estaba listo y me respondió  que ella también lo estaba.

Llegó el día esperado. Desde temprano me levanté y fui donde mi familia a organizar la que supuestamente iba a ser una reunión para celebrar el cumpleaños de mi novia, pero que  en realidad sería la fiesta de nuestro matrimonio. Como  otro de mis hermanos tenía un taxi, su misión sería recoger la novia  a las 4.45 pm y llevarla a la iglesia. Todo estaba  fríamente calculado.

Llegada la hora, me tomé un trago doble de whisky  y me dirigí  al templo  a encontrarme con los padrinos. En el preciso momento en que la novia llegaba a la iglesia pasó una señora reconocida  por su lengua viperina, quien sabia de lo nuestro y se dio cuenta de la situación.
Ahí si me puse nervioso porque pensé que iría  a contarle a mis suegros. Sin embargo, la suerte estaba echada y todos entramos a la iglesia por el despacho parroquial, pues el templo estaba cerrado. Había tensión…. La  ceremonia comenzó.

Todo iba muy bien hasta el momento en que el sacerdote me preguntó  si  aceptaba a mi novia por esposa. En ese mismo instante, se escuchó el rechinar de las bisagras de la puerta principal al abrirse y se notó el susto de todos los invitados  al mirar hacia atrás; pensamos que  los padres de ella  habían llegado.

Las risas se dejaron sentir cuando notamos que era la señora aseadora que entraba a cumplir con sus deberes;  la ceremonia continuó. Nos declararon  marido y mujer  y como tal salimos a celebrar junto con los invitados a la fiesta  que teníamos preparada. Nos divertimos toda la tarde, hasta el momento en que ya era hora de  poner  la cara  a la  situación.
Me despedí de los invitados y fui con mi esposa a casa  de los suegros; mientras mi esposa salía con su  mamá, yo me quedé contándole lo ocurrido   a mi suegro quien, dolorido y lloroso después de escuchar mi explicación, aceptó la realidad. Cuando mi suegra entró y lo encontró llorando, preguntando la razón de ello, él  respondió:
- Mija, tenemos un nuevo hijo en la familia
- ¿Qué pasó, se murió la mamá de Javier?
-  No, mija. ¡Se casó con la niña!

Entre abrazos y sollozos se dieron las explicaciones. Ya entrada la noche  llegó la hora de marcharnos, situación traumática  para los padres que pretendían que su hija se quedara  a dormir en la que antes era su casa.

Ante mis argumentos como nuevo esposo entraron en razón y  permitieron su  partida, no sin antes  formar un séquito  para acompañarla a su nueva morada.
Ella continúo sus estudios y yo con mi trabajo.

Posteriormente viajamos a nuestra luna de miel, no a Cartagena ni a San Andrés, como se acostumbraba, sino que nos internamos 5 días en la selva Amazónica, en donde al trinar de los pájaros y el fluir de las aguas de un río, nos dedicamos a cumplir con nuestros deberes conyugales. 

De esto  hace ya 35 años y nuestra relación sigue vigente.

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