MI
MATRIMONIO…UNA AVENTURA
Si el amor a primera vista existe,
esto fue lo que ocurrió cuando en el
Amazonas vi a la mujer que hoy es mi esposa.
Desde ese día me propuse
enamorarla, tarea que no fue fácil. Sin embargo las cosas se fueron dando y la
relación marchaba bien hasta el día en que se enteró su progenitora quien,
prohibiendo y controlando, hizo que nuestra comunicación se tornara más difícil,
por lo cual acrecentamos los recados, las
escapadas y todo lo permitido con tal de vernos y decirnos algunas palabras alentadoras.
El contraataque vino de nuevo
por parte de los papás quienes decidieron
enviarla a estudiar a Bogotá, decisión
que ella me comentó en uno de nuestros encuentros. De inmediato le pregunté:
-¿Y usted se quiere ir?
-No,- me respondió.
- ¿Está dispuesta a hacer lo
que sea con tal de quedarse?
- Sí, fue
su respuesta.
- Voy a pensar a ver qué podemos
hacer.
Esta situación taladraba mi cabeza De pronto la solución afloró.
-Ya la tengo...nos casamos.-
-¿No será una locura?- decía
para mis adentros.
-No… que va, ella está
enamorada y yo también, y eso es lo que
cuenta.
Por esta razón, como paso
inicial, nos comprometimos con todas las de las ley, pero esto no iba a presionar para que la mamá desistiera del
viaje, si llegara a darse cuenta de nuestros planes.
Conversando con mi novia seriamente
sobre el asunto, le expliqué que nuestra única salida era el matrimonio, por eso al preguntarle si estaba dispuesta a hacerlo y
su respuesta fue un sí, sentí algo extraño en mi cuerpo, esto iba a ser realidad.
-¿Cuándo?- Nos preguntamos,
porque esto lo tenemos que hacer cuanto antes y a escondidas, porque no hay
otra forma.
-Fijemos como fecha tentativa
el 25 de Diciembre, día de tu cumpleaños,
mientras preparamos los pormenores para
que esta decisión no tenga contratiempos - le dije.
-No hay problema - contestó –
Desde ese día inicié contactos.
Primero les comuniqué la determinación a mis hermanos, quienes ya vivían en la
misma población, todos me apoyaron. Luego dialogué con un médico amigo y su señora, quienes me sirvieron de
padrinos. Con estas concreciones, el matrimonio era un hecho.
Fui donde el sacerdote para enterarme de los
requisitos prematrimoniales; y lo
primero que me dijo fue que
necesitaba un permiso de los padres para casarme con ella, por ser menor de
edad.
Ahí si vi la cosa grave y le
respondí: - No ve padre que por eso nos vamos a casar a escondidas, porque si
se dan cuenta no lo van a permitir.
-Qué pena pero ese es el
principal requisito – me contestó.-
Como el padre era amigo mío
le dije a manera de chantaje: -Bueno, padre, no hay problema, si usted no me
casa yo me voy a vivir con ella y ahí le dejo a su conciencia esta decisión,
porque yo quiero hacerlo con la bendición de Dios.
-Ahí si me la puso bien
grave, - me respondió - Espere un momento yo hablo con Monseñor.
Tomó el teléfono y marcó. Alcancé
a escuchar cuando explicaba la situación
a su superior y no sé qué le contestaría, pero me dijo:- Se salió con la suya,
los caso el 25 de diciembre a las 5 pm.
Le agradecí la colaboración y salí del despacho, con el
corazón emocionado, a contarle a mis hermanos y a concretar los detalles. Posteriormente
le dije a ella que todo estaba listo y me respondió que ella también lo estaba.
Llegó el día esperado. Desde
temprano me levanté y fui donde mi familia a organizar la que supuestamente iba
a ser una reunión para celebrar el cumpleaños de mi novia, pero que en realidad sería la fiesta de nuestro
matrimonio. Como otro de mis hermanos tenía
un taxi, su misión sería recoger la novia a las 4.45 pm y llevarla a la iglesia. Todo
estaba fríamente calculado.
Llegada la hora, me tomé un
trago doble de whisky y me dirigí al templo a encontrarme con los padrinos. En el preciso
momento en que la novia llegaba a la iglesia pasó una señora reconocida por su lengua viperina, quien sabia de lo
nuestro y se dio cuenta de la situación.
Ahí si me puse nervioso porque
pensé que iría a contarle a mis suegros.
Sin embargo, la suerte estaba echada y todos entramos a la iglesia por el despacho
parroquial, pues el templo estaba cerrado. Había tensión…. La ceremonia comenzó.
Todo iba muy bien hasta el
momento en que el sacerdote me preguntó si
aceptaba a mi novia por esposa. En ese mismo instante, se escuchó el rechinar
de las bisagras de la puerta principal al abrirse y se notó el susto de todos
los invitados al mirar hacia atrás; pensamos
que los padres de ella habían llegado.
Las risas se dejaron sentir
cuando notamos que era la señora aseadora que entraba a cumplir con sus
deberes; la ceremonia continuó. Nos
declararon marido y mujer y como tal salimos a celebrar junto con los
invitados a la fiesta que teníamos
preparada. Nos divertimos toda la tarde, hasta el momento en que ya era hora de poner la cara
a la situación.
Me despedí de los invitados y
fui con mi esposa a casa de los suegros;
mientras mi esposa salía con su mamá, yo
me quedé contándole lo ocurrido a mi suegro quien, dolorido y lloroso después
de escuchar mi explicación, aceptó la realidad. Cuando mi suegra entró y lo encontró
llorando, preguntando la razón de ello, él respondió:
- Mija, tenemos un nuevo hijo
en la familia
- ¿Qué pasó, se murió la mamá
de Javier?
- No, mija. ¡Se casó con la niña!
Entre abrazos y sollozos se dieron
las explicaciones. Ya entrada la noche
llegó la hora de marcharnos, situación traumática para los padres que pretendían que su hija se
quedara a dormir en la que antes era su
casa.
Ante mis argumentos como
nuevo esposo entraron en razón y
permitieron su partida, no sin antes formar un séquito para acompañarla a su nueva morada.
Ella continúo sus estudios y
yo con mi trabajo.
Posteriormente viajamos a
nuestra luna de miel, no a Cartagena ni a San Andrés, como se acostumbraba, sino
que nos internamos 5 días en la selva Amazónica, en donde al trinar de los
pájaros y el fluir de las aguas de un río, nos dedicamos a cumplir con nuestros
deberes conyugales.
De esto hace ya 35 años y nuestra relación sigue
vigente.
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