Mayo 01 de 2020
Crónicas paisas 18
“Chance Ilegal”
Esta nueva crónica versa sobre la
época en que “el chance”, otra modalidad del rebusque económico para la época,
era clandestino por su ilegalidad, razón por la cual era perseguido por las
autoridades como el más ilegitimo de los trabajos.
Para nosotros, la Estación de
servicio Esso No 5 era la que daba la pauta en la búsqueda de trabajo, por los
contactos que se hacían a diario en los
servicios que allí se prestaban.
De ahí que 3 de los hermanos
Londoño iniciamos contacto con los propietarios del juego en este caso los
hermanos Manuel (El Doctor) y John Arcila y Guillermo Ospina (Tominejo) con los cuales
comenzamos a trabajar como vendedores. Posteriormente mis dos hermanos menores
asumieron cargos de más responsabilidad directamente en la oficina, manejando
el recibo del chance y el dinero producto de sus ventas.
Era un trabajo diario y nocturno
de adrenalina pura, recibiendo los juegos y evitando a las autoridades haciendo uso de todas la
precauciones para no ser allanados ni detenidos, pues los famosos “Tiras” o
detectives de la época pertenecientes a inspecciones de policía entre la que se
encontraba la más famosa de todas por su movimiento como lo fue, la del bosque
o permanencia del norte, en donde trabajaban
los agentes secretos más temerarios,
agresivos, abusadores y temidos por la ciudadanía y por el hampa antioqueña.
Entre ellos, los más conocidos por sus sobrenombres fueron: María Bonita, El Gago, Dos Patadas, El Ñato
Montoya, Aldo, Pilatos, quienes con Absalón Vargas a la cabeza como Inspector, no
daban su brazo a torcer al tratar de acabar con este ilegal negocio en una
época en donde primaba más la necesidad, que el temor a la justicia.
Fueron gestores, pioneros y a la vez
“planteros” en el inicio de este ilegal negocio,
importantes empresarios de Medellín entre quienes se encontraban: Los
anteriores mencionados con quienes empezamos a trabajar además de José Tapias, Tristán Ochoa, Argemiro
Salazar, Carlos Uribe, Jaime
Cardona, Agustín Vargas (Tim) Fernán López y Gildardo Echeverry entre otros,
quienes movían diariamente grandes cantidades de dinero y daban trabajo a un buen número de personas,
que se enrolaban al trabajo por recomendación de alguno de los que ya estaban
en el negocio, esto con el fin de evitar
la infiltración de alguna autoridad.
Todo marchaba muy bien operando
en una oficina situada en el tercer piso de un edificio situado diagonal al
edificio Miguel de Aguinaga (EPM) con entrada por Carabobo.
Allí desde las 5 pm empezaban las
actividades de entrega de juegos con todas las precauciones del caso, pues a
pesar de que ciertas autoridades recibían sueldo de la oficina, no faltaba
quien tuviera ganas de hacer un allanamiento y detenernos en plena actividad.
El modus operandi para entrar a
la oficina, era más o menos así: En la puerta principal del edificio que daba a
la calle había un portero de confianza conocedor de la mayoría de vendedores,
cuidado a su vez por otros dos personajes que permanecían merodeando cerca de
él.
El vendedor se acercaba al
portero, se identificaba y una vez verificada su identificación le permitían
seguir a hacer entrega del juego. Una vez en el tercer piso, tocaba en
clave una puerta metálica de seguridad
que cubría la entrada de la oficina, la cual se abría posterior al toque,
entraba el interesado y se cerraba de nuevo. Ya allí había más vendedores
entregando el juego. Mi hermano, al ser hombre de confianza se apersonó del
negocio haciendo un trato con el patrón, que consistía en que si algún día los
llegaran a allanar y detener , él se haría responsable del negocio como dueño
de él, esto con el fin de proteger la identidad del “patrón”, acuerdo del que
tuvieron conocimiento los empleados de confianza. Como allí en la oficina, nunca hacían presencia los patrones, los vendedores pensaban en
realidad que mi hermano era el amo y señor del negocio.
Allí todo se manejaba con
confianza, con un contador a la cabeza que hacia el cuadre todas las noches. No
se salía de la oficina hasta que no jugaran las loterías de la noche y se
supiera el resultado, esto con el fin de verificar los ganadores de cada noche
y saber el monto de pérdida o ganancia
en cada juego, dejar organizados
los pagos para hacerlos efectivos al otro día a partir de las 10 am, premios
que se entregaban al vendedor para que este a su vez, se los pagara al ganador.
De ahí que había que trabajar con gente recomendada, honrada y de confianza
para que no se fueran a perder con el dinero de los ganadores como muchas veces
ocurrió. Así transcurrían las noches con la zozobra que el día menos pensado
tocaran la puerta, abríamos y se nos entrara la autoridad a hacernos un allanamiento.
Y así fue, llegó la inesperada
noche. Un detective adscrito a la permanencia del Bosque, apodado “ El Caimán” vestido
de mujer y acompañado de 10 policías mas armados hasta los dientes, se
infiltró como vendedora, neutralizando al portero y sus escoltas despejando la
ruta para subir al tercer piso acompañado de los policías y en donde haciendo
uso de la clave hizo abrir la puerta, la que al abrirse se escuchó el grito
“todos contra la pared con las manos en alto”. En total habíamos 22 personas
entre trabajadores de la oficina y vendedores los cuales cumplimos la orden sin
protestar.
Al preguntar la autoridad por el
responsable del negocio, mi hermano salió a asumir la responsabilidad adquirida
con anterioridad. De inmediato se empezó a hacer el inventario de los bienes
incautados en el allanamiento, en especial del dinero en efectivo y de los
talonarios como pruebas del trabajo ilegal que estábamos ejerciendo.
Después de legalizar el
allanamiento con un acta, y la toma de
fotografías por parte de los
periodistas, los 22 detenidos fuimos trasladados en una “bola” (carro policial)
a la inspección del norte, en donde fuimos reseñados y trasladados a un
calabozo con capacidad para máximo 10 personas
en donde nos introdujeron a los 22 que fuimos detenidos más 4 que se
encontraban allí presos para un total de
26 personas hacinadas. Esa misma noche de la reclusión, ocurrió allí una inolvidable anécdota: mi
hermano estaba estrenando tenis esa noche, cuando entramos al calabozo uno de
los detenidos que se encontraba allí, no sé si en estado de alicoramiento o de traba,
sin pensarlo dos veces se encaminó hacia donde mi hermano diciéndole: “sabe qué
hermano, a mí me gustaron sus pinrrieles (Zapatos) señalándole los tenis,
comentario al que mi hermano respondió
de inmediato: “pero sabes qué hp, que a
mí no me gustaron los tuyos” y se
armó la pelea. Los otros tres entraron en defensa del amigo, pero como que no
sabían contar, porque nosotros éramos 22 contra 3, que si no los sacan en ese momento fueran cadáveres,
pues la “aporreada” fue inolvidable. Esa noche pudimos dormir tranquilos porque
todos los recluidos, éramos de la misma barra.
Al otro día muy temprano llamaron
a mi hermano a declarar.
El formato de respuestas ya estaba previamente fabricado con unas contestaciones
claras y precisas y ensayadas sin ahondar
en ninguna de ellas para para evitar
contradicciones que nos pudieran enredar. Así fuimos pasando a declarar cada
uno de los responsables de la oficina, sin que tuviéramos ninguna
contradicción.
Durante los tres días que
estuvimos detenidos 22 desayunos, almuerzos y comidas nos llegaban a diario,
supuestamente enviados de la casa.
En resumen: todos salimos al
lunes siguiente a excepción de mi hermano, que fue enviado a La Ladera a purgar
6 meses de cárcel, sitio en donde afortunadamente no fue abandonado a su suerte
y el respaldo por parte de sus patrones se dejó sentir en todas las buenas
obras que se propuso realizar como fueron la de ser profesor, fundador,
patrocinador con uniformes y balones y director técnico de un equipo de fútbol.
A los 4 meses un decreto
presidencial derogó la medida por la
cual fue detenido, saliendo de inmediato de prisión todos los presos por esta
infracción.
Posteriormente fue reintegrado al
trabajo con las dádivas a que dieron lugar, el hecho de haberle cuidado la
espalda a los patrones.
Y a mí me quedó la experiencia de
haber sido ese el único carcelazo que he pagado en mi vida y todo, por el hecho
de estar rebuscándome una moneda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario