domingo, 31 de mayo de 2020

Mayo 31 de 2020
“Y las cosas siguen igual”

Antiguamente, Leticia era considerada por varios estamentos gubernamentales de la capital como un “sitio de castigo”, a donde enviaban personajes públicos, militares, policías, aduaneros y todo funcionario que había cometido una infracción en el centro del país.
Esa  era la clase de autoridades que llegaban a regir los destinos de la ciudad. Si a la llegada de estos infractores le sumamos el conglomerado de habitantes existentes en la región, compuesto por nativos, por  ex presidiarios que llegaron después  del cierre de la penitenciaría de Araracuara a hacer nueva vida,  aventureros, rebuscadores, inmigrantes de otros países ,colonizadores peruanos , colombianos y brasileños, quienes al mezclarse con esa sangre india rebelde e indomable formaron un mestizaje avasallador que dio como resultado una mezcla genética bastante complicada, que subsistían de su trabajo aumentado por las bonanzas que emergieron como las del caucho, pieles ,animales, madera y pescado.
Por esa razón, cuando apareció la bonanza del narcotráfico, en una ciudad en donde la mayoría de sus habitantes e indígenas espantaban cada día de sus puertas la pobreza que se vivía en la región, el terreno estaba abonado para que ella permeara la mayoría de las familias leticianas, estamentos gubernamentales y autoridades. Y por eso ocurrió lo que ocurrió, a todo ese personal que llegó castigado y demás, en vez de que Leticia fuera su sitio de castigo se les convirtió en el paraíso para conseguir dinero fácil aprovechando su investidura. Y es que nadie se pudo escapar a ese flagelo, pues la mayoría de funcionarios, sobre todo autoridades, recibían mensualmente su “sueldo” extra por facilitar el accionar de estos emergentes y hacerse los ciegos y sordos ante cualquier irregularidad. Razón por la cual capo que se respetara pasaba por Leticia como Pedro por su casa, porque allí con dinero  todo era posible, ya que las autoridades, sabiendo quiénes eran, a qué iban y quiénes eran sus contactos en la ciudad, nunca actuaron y si lo hicieron fue con “positivos” insignificantes, mientras que por otro lado salía el cargamento, para ellos era más significativo económicamente.
De ahí que todo joven ambicionaba, en esa época, ser autoridad, aduanero, empleado gubernamental, político o gobernante, porque ellos sabían que eran los únicos empleos que daban la oportunidad de rebuscarse un dinero extra, al observar que la mayoría de funcionarios salían económicamente bien, pero no era por el sueldo que devengaban del gobierno. Hasta donde yo conozco casi nadie se ha hecho rico trabajando honradamente en la región, salvo algunas excepciones muy conocidas quienes también, de una manera u otra, tuvieron su vínculo o pecado con la bonanza, pues ya es bien sabido que capitales sanos de la época fueron infiltrados por capitales del narcotráfico para efectuar lo que hoy se llama “lavado de activos”, en donde se trabajaba con un glosario que figuraba en la mesa de muchos funcionarios con las palabras: soborno, enriquecimiento ilícito, cohecho, peculado por apropiación y concusión, entre otros. Así que analizando a sangre fría, sin escrúpulos, ahí está esbozado parte del origen de la situación de corrupción que se está viviendo en el departamento, en donde la mayoría aspira a los puestos públicos y políticos con esa finalidad, la de arreglar su situación económica a costa de lo que sea. ¿Y el pueblo?, muy bien muchas gracias.
Aquí les formulo una pregunta para que se den cuenta de que algo está pasando en la región: ¿Por qué en Bogotá algunas autoridades y empleados públicos están pagando para que los trasladen a Leticia a jubilarse?
Para reforzar lo antes dicho y terminar mi crónica, va una anécdota ocurrida con  un funcionario del Inderena.
Cierto día que se encontraba dicho funcionario ejerciendo su autoridad por la orilla del río, epicentro del comercio y movilización de toda clase de productos  era el lugar del rebusque para la mayoría de las autoridades de la época, quienes como aves de rapiña mezclados con la multitud o escondidos desde las bodegas de pescado, vigilaban con ojo avizor prestos a descubrir cualquier matute, tráfico ilegal de dólares animales o droga, que les representara una entrada extra en el día.
Allí se encontraban mimetizados con la población, policías, aduaneros, agentes del Das, funcionarios del Inderena, del Ica y hasta agentes de la DEA disfrazados de pescadores o hippies.
Como decía, el funcionario caminaba por la orilla en su cacería, cuando descubrió a un indígena que llegó en una canoa con varios costales. Identificándose como  agente de control del Inderena requisó los bultos descubriendo que contenían unas  bolsas llenas de peces  ornamentales, que estaban en veda por ese tiempo y por ende prohibida su  pesca y comercialización.
Para el funcionario su pensamiento fue “Se me apareció la virgen” y para el indígena las alternativas que se le presentaron fueron dos: dejarse decomisar la mercancía o pagar para continuar con la infracción. Después de unos minutos de conversación, llegaron a un acuerdo consistente en pagar para no perder la mercancía, con la opción de seguir pasándola cada viernes sin problema, so pago de una cuota, Pacto que quedó convenido
Puntual, cada viernes, desde temprano, el funcionario estaba al acecho de su víctima para recibir la cuota estipulada. Así pasaron muchas semanas durante las cuales recibía su dinero extra sin ningún problema.
Sucedió que al empleado le notificaron vacaciones, razón por la cual debió abandonar la ciudad. Antes de viajar adiestro a un compañero para que lo reemplazara, sobre todo en el cobro de la coima que había estipulado con el indígena.
Al nuevo funcionario le detalló todas las características de la canoa y de la imagen del infractor para que le cayera los viernes, día en que solía llegar.
El primer viernes de su cacería, el compañero estuvo muy pendiente desde temprano en la orilla del río vigilando la llegada del nativo.
Cuando llegó una canoa con un personaje que se ajustaba a las características que el compañero le había dado, lo esperó a que desembarcara y cuando se echó el bulto al hombro, el nuevo funcionario se le acercó saludándolo muy cortésmente, al mismo tiempo que se le presentaba: buenos días amigo: yo soy funcionario del “Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente.  El indígena no lo dejó terminar la presentación cuando le respondió: menos mal que usted no es de esos hps del Inderena que me la tienen dedicada.                                                                    

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