viernes, 29 de mayo de 2020


Mayo 29 de 2020
“Guerra a la polilla 2 “

Con la destitución del sub gerente  de la empresa, como primer acto de control  en contra de la corrupción que se venía operando en  ella, posteriormente  comencé a hacer controles esporádicos en los sitios de la compañía más propensos a ella como en los vuelos chárter contratado por una persona en donde los kilos de más, que atentaban contra la seguridad de la aeronave y por ende de su tripulación, eran parte de la “polilla” o en los vuelos organizados por la misma empresa en donde se recibía mercancía de todo el mundo hasta completar el cupo en kilos.
Aunque estos controles no los hacia a diario, si eran efectivos cuando algo sospechoso se detectaba, pues eso de estar pesando toda la carga a diario, era un programa muy engorroso. Así que decidí hacerlos al azar los días menos pensados descubriéndose casi siempre anormalidades sobre todo, cuando el vuelo era programado por la empresa en donde toda la carga recibida era anotada en una planilla con  datos precisos de destinatario y remitente con dirección y teléfono, caja o costal, contenido ( sin verificar), peso y valor cobrado, esto con el fin de llevar un control exhaustivo del peso en kilos llevado a bordo, y que la empresa aseguradora tuviera datos precisos para el pago de indemnizaciones cuando  se presentaba alguna eventualidad en vuelo como botar la carga. En este control podía suceder lo siguiente: cajas revisadas al azar con destinatario  pero que  no aparecían relacionadas en la planilla. Cuando esto sucedía, ordenaba llevar las cajas a la oficina de la  gerencia hasta el otro día  cuando  aparecía el dueño de ellas a preguntar por qué sus cajas no llegaron a su destino. De inmediato se llamaban a los coteros encargados de cargar el avión  para que el remitente identificara al responsable de recibir las cajas  y de cuanto fue el valor del   dinero no declarado. Una vez echa esta identificación, se les informaba al remitente, que su carga salía al otro día en el primer vuelo y a los comprometidos en la infracción, su despido.
Estas irregularidades sucedían, sin excepción, en todas las empresas que operaban en el Aeropuerto Vanguardia, pues allí todo transporte era posible desde que la plata saliera a relucir, ya que al estar en su apogeo las zonas cocaleras controladas por la guerrilla como Miraflores, Carurú, Pacoa, San José del Guaviare; Cumaribo entre otras,  adonde volábamos con autorización de las autoridades y de la Aerocivil con los controles respectivos,  toda la mercancía que entraba a esas zonas por su escasez y dificultad en el trasporte era oro en polvo, por esa razón todo lo que se llevaba ya estaba prácticamente vendido. De ahí que todo el mundo estaba con esa mentalidad de poder subir a bordo y transportar lo que fuera, no  importando lo que hubiera que pagar con tal de llevarla y más cuando eras sustancias prohibidas o mercancía como armas, gasolina, permanganato y todos esos insumos para la elaboración de la droga. Todas esas transacciones eran bajo cuerda con la complicidad de la policía, los controladores de la Aerocivil, y por supuesto con el piloto y los despachadores auxiliares de vuelo de la empresa o los mismos pasajeros. Negocio redondo en donde todo el mundo ganaba menos la empresa, la que se veía abordada a veces con problemas jurídicos cuando se decomisaba alguna mercancía ilícita  a bordo de la aeronave.
Todo giraba alrededor del dinero, tan es así, que cuando en algún vuelo, no había ganancia extra, los pilotos se inventaban alguna excusa para no volar, como ponerse de acuerdo con el mecánico para que desconectando o averiando alguna pieza vital para el encendido del avión, este no respondiera al encendido,  por lo cual no se podía realizar el vuelo. Como yo era neófito en detectar estas fallas, contraté un piloto y un mecánico que estaban disponibles para cuando yo los llamara ante una situación de estas para que, revisando el avión, me informaran que tipo de falla se  había presentado.
Así que cierta vez  en que se contrató un vuelo chárter directamente entre la empresa y una entidad estatal para transportar unos muebles con miras a habilitar una escuela en San José del Guaviare, el día del vuelo llegó el piloto que por turno le correspondía hacerlo  y tras averiguar de qué tipo de carga se trataba el chárter y que el negocio fue hecho directamente con la empresa en donde no había dinero de “polilla”  hizo todo lo posible para no volar y tras hacer las pruebas iniciales para el vuelo se bajó del avión argumentando que tenía fallas y no encendía que por lo tanto no había vuelo devolviéndose para la casa. Al ver tal actitud, dispuse de otro de los correctivos que ya tenía previsto y lo primero que hice fue hacer cerrar el avión con llave para que ningún mecánico de la empresa lo revisara y de inmediato llamé al mecánico y piloto que tenía como reserva.
Cuando llegaron les explique lo sucedido. De inmediato mecánico y piloto de emergencia, se subieron al avión a detectar la falla. Después de revisar y hacer pruebas entregaban el avión funcionando y explicando que la falla se debía a que intencionalmente, habían desconectado algo vital del avión  para que no encendiera lo que vulgarmente llaman sabotaje.
Después de recibir la paga por el trabajo efectuado y dejar el avión en buenas condiciones para volar, se llamaba a otro piloto para que hiciera el vuelo y le ordenaba a la secretaria que llamara al piloto y al mecánico saboteadores  quienes al llegar a la gerencia ya tenían su liquidación y carta de despido.
Para rematar esta crónica, hubo otro caso digno de mencionarse en donde  manifiesto el desespero de la gente que por lograr sus objetivos hace cosas a veces difíciles de creer.
Esto ocurrió cuando en otro de los tantos vuelos chárter organizado por la empresa con destino a Miraflores, se recibieron todo tipo de mercancías para su transporte: verduras, granos, ropa, repuestos, guacales con gallinas, mercancías varias y en general todo lo que se pudiera llevar  a bordo, inclusive ese día iba un motor Yamaha  40 HP en su caja original. Todo iba en regla, razón por la cual el avión decoló rumbo a Miraflores, infortunadamente faltando media hora para llegar a su destino se le fue un motor, ante esta emergencia la orden del comandante fue  botar al vacío toda la carga para así, como primer acto para salvar el avión y sus pasajeros, alivianar el peso del avión y  no forzar el motor que quedaba funcionando. Así se hizo, toda la carga fue lanzada al vacío inclusive el motor fuera de borda, carga por la cual respondería la compañía aseguradora pagando las indemnizaciones respectivas.
Ocurrió que esa misma tarde, después de la emergencia,  llegó un señor a preguntar sobre lo ocurrido con la carga despachada en la mañana que no llegó a su destino.  Lo hicieron pasar a la gerencia en donde yo me encontraba para  explicarle lo sucedido.
Después de la explicación el usuario montó en cólera preguntando que quien le iba a responder por el motor Yamaha de 40 caballos que el despachó y que fue tirado a la selva durante la emergencia, motor en donde él aseguraba, iban camuflados 50 millones de pesos ?
Pidiéndole cordura , le expliqué que por el valor del motor   el seguro respondía, pero que por el dinero que iba clandestinamente  sin declarar dentro del motor, esa operación se me salía de las manos y que la empresa no respondía por nada, respuesta que en nada le gusto al cliente que hasta con darnos plomo nos  amenazó. Ante el enojo del señor, conservando mi cordura, caso insólito, le aconsejé que fuera a la Fiscalía, Policía  o al organismo que tuviera la competencia para que pusiera la denuncia contra la empresa por la pérdida de ese dinero, sugerencia que lo más seguro no iba a acatar el ofendido porque a lo mejor tenía que dar muchas explicaciones a las autoridades con respecto a ese dinero y la forma en que lo había enviado. Refunfuñando salió de la oficina  no volviendo aparecer nunca más  por la empresa ni a reclamar el valor del motor.
Así poco a poco tras estos golpes dados a los  infractores, en donde me eche encima muchos enemigos, la empresa fue saliendo adelante hasta lograr su punto de equilibrio, lo que permitió su venta.    

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