Febrero 14 de 2013.
Crónicas leticianas 44
“La victoria regia diosa del amor: mito o realidad”
Tiempos aquellos cuando el bar- restaurante “La Barra” era uno de los más cotizados de la región, pues la exquisitez
de su churrasco acompañado con vinos de cavas españolas bajo la atención de su propietario más conocido como “el
grillo”, era solicitada por el sinnúmero de turistas tanto nacionales como extranjeros que lo visitaban.
Posteriormente se convirtió en el tinteadero y tertuliadero popular de vagos y personajes de la región que a diario
nos encontrábamos allí, para degustar un buen tinto y conocer por boca de otros, los últimos chismes del pueblo y
de la nación.
Porque cabe anotar, como cosa extraña, que en ese pueblo los miembros del sexo masculino son más
“comunicativos” que el sexo femenino y que de los comentarios y aseveraciones que hacen, no sostienen, no
verifican, no denuncian, ni responden por lo dicho.
De ahí que dos de los males que la población no ha podido superar a través de tantos años han sido el chisme y la
envidia.
Bien lo decía monseñor Canyes en sus pláticas dominicales que en Leticia no había guerrilla pero si “lengüilla” que
hacía más daño.
En esas tertulias se ventilaban temas de toda índole, la problemática social, política, gubernamental, de seguridad y
de falta de autoridad que todo el pueblo conocía a excepción de las autoridades.
Aunque aún perdura ese tinteadero de tradición, actualmente fue superado por otro bar mucho más moderno
desde donde muchos de sus clientes departiendo un tinto o una cerveza, manejan el presupuesto del departamento,
suben y bajan políticos, hacen coaliciones, inciden en las obras y proyectos a realizar y en general participan del
futuro de la región, entre otras cosas.
Así que si es nuevo en la ciudad y quiere conocer más a fondo la problemática de esa región, debe hacerse conocer
por los clientes de esos dos establecimientos para saber letra menuda, de lo contrario estará en la mira como un
intruso o informante.
Como decía, antiguamente nos reuníamos a comentar, fuera de los temas antes dichos, tradiciones populares,
contar anécdotas y hablar de personajes que pasaron por el pueblo dejando su historia.
Entre los asiduos visitantes de la barra estaban: fuera del Grillo que se sentaba también a tertuliar, Don Roberto
Muñoz, el Dr Linterna, Don Arturo Yepes, los hermanos Montoya (Sixto, Dionisio,Silvio ) Sixto Arbeláez, Jorge
Dimoftache, Octavio Villa, Gringo Negro, Adel Osorio, Henry Neira, , los Archila, País País, los hermanos González:
Germán y Octavio (Periquita), los españoles Barbero y Antonio Martínez, Tony Posada, Tiberio Toro, Luis Puentes y
la mayoría de adolescentes y veteranos de la época entre otros, quienes compartíamos local con vagos y
rebuscadores de la talla del “mono gallero”, “buena vida” “Totó” “ El Pipiolo” y muchos más.
Y no es que nos reuniéramos todos al mismo tiempo, ni que nos pusiéramos cita para encontrarnos si no, que ese
era el sitio clave para uno buscar a alguien, que si no estaba, uno se sentaba a esperar que llegara o pasara por el
lugar.
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De ahí que se sepan tantas historias y leyendas de la época que han pasado por tradición oral a nuestro tiempo,
como la historia narrada en una de las tantas tardes en que nos sentamos a degustar un café con el Dr. Linterna y
nos habló sobre una francesa que nos visitó llamada Chantall, quien con su hermosura enloqueció a muchos
habitantes de Leticia. Nos comentaba que ella llegó en la década de los 70, y que se costeaba sus gastos personales
ofreciendo su hermoso cuerpo y encantos a colombianos brasileros o peruanos siempre y cuando estuvieran
dispuestos a hacer el amor con ella sobre una Victoria Regia, el loto más grande del mundo, del cual había oído
hablar maravillas de las bondades naturales que este acto traía al hacerlo sobre él. Ese era el único requisito si
alguien quería disfrutar de su cuerpo.
Aunque muchos quisieron utilizar sus servicios, desistían por miedo a efectuar el procedimiento en la fragilidad de
esa hermosa planta la cual crece en su mayoría en lagos infestados de pirañas y boas constrictores.
Sólo los pescadores conocedores de la fortaleza de este loto se sometían a sus exigencias pues sabían cómo
sostenerse en ellos.
Ella juraba que acostarse desnuda sobre una victoria regia, era experimentar sensaciones indescriptibles que
ninguna droga o alucinógeno se las hacía sentir y que después de hacer el amor en ellos nunca se sintió cansada y
por el contrario era como si hubiese tomado un energético vital.
También nos comentaba, que Sixto Arbeláez podía dar fe de los misterios que esta planta podría conllevar, al
asegurar haber visto, en un lago el cual visitó, un indígena desnudo acostado sobre una de ellas, tomando los rayos
del sol.
Al acercarse para comprobar de quien se trataba, pudo ver que la persona allí acostada, era un conocido comerciante
de la ciudad quien sujeto por la cintura a una cuerda, la cual estaba amarrada a un árbol en la orilla, yacía extasiado
contemplando el azul infinito del cielo razón por la cual hizo el siguiente comentario: ya sé por qué éste se defiende
con esa esposa brasileña joven y hermosa que tiene
Además decía, que fueron muy pocos lo que lograron acostarse sobre el loto, pues los que lo intentaron, personajes
veteranos y jóvenes conocidos, sufrieron tremendos sustos cuando trataron de hacerlo, desistiendo con tristeza en su
empeño.
Y para rematar aseguraba, según los comentarios que los ancianos Ticunas, en noche de luna llena se acuestan
desnudos sobre ella para recobrar sus energías sexuales.
Esta es una de las tantas leyendas, historias o tradiciones que existen en esa región, las cuales pueden ser ciertas o ser
el resultado de las divagaciones mentales, producto del efecto de alguno de los tantos alucinógenos que nos provee
esa privilegiada selva, historias que trataré de escribir para la posteridad, a través de estas crónicas.
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