“Nunca es tarde para una buena reconciliación”
Roberto llevaba seis años de separación y aunque era consciente de que la situación que vivía había sido producto de su infidelidad, sus altibajos en su vida sentimental eran muy notorios.
En uno de esos días de soledad en que la nostalgia, los recuerdos y el desamor lo agobiaban, procedió a encender el equipo de sonido, colocó música para el recuerdo, abrió una botella de whisky, ingirió una copa y se sentó a revivir su pasado. Su mente se devolvió años atrás evocando los mejores momentos vividos y compartidos con su esposa e hijos, momentos de los cuales ya no disfrutaba.
Fue durante esta cavilación cuando se propuso hacer una especie de conversatorio con el “Señor de los Cielos”, el que perdona y el que todo lo sabe.
Adosando una silla vacía a su lado, inició un dialogo poco común con el personaje que supuestamente estaba sentado a su lado, pidiéndole ayuda para analizar juntos la balanza de vida con respecto a los buenos o malos actos cometidos durante los años de convivencia con su esposa. Si alguien hubiese visto ese diálogo pensarían que Roberto estaba “locato” por esa inusual actitud que presentaba al hablar con un asiento vacío.
Después de media hora del insólito dialogo y pormenorizado análisis llegaron a la conclusión de que fueron más los actos buenos que malos, habidos durante la relación, los cuales daban a Roberto un balance positivo de buenas acciones en su haber. Acto seguido, con el pie alejó la silla dejando la situación de
reconciliación con su esposa en manos del “Creador” con las siguientes palabras: Bueno Señor; estoy en tus manos, como tú eres bueno y justo y aunque cometí un error, viendo que las cosas pintan a mi favor, ahí te dejo la inquietud y la solución a mi problema y se desentendió del tema.
A los pocos días recibió la llamada de un cuñado quien después de saludarlo le dijo: sabe que su ex esposa está muy enferma y los médicos no saben qué es lo que tiene. ¿Cómo así? - Preguntó - Dame el No del teléfono yo la llamo a ver qué pasa (La ex vivía en Barcelona). A los tres días Roberto se comunicó con ella. Después de varios años sin intercambiar palabras, le preguntó sobre la enfermedad y en especial sobre la sintomatología que sentía. Tras la explicación de ella, Roberto se atrevió a decirle que lo que ella estaba experimentando se llamaba” El Síndrome de Ulises” enfermedad presentada a los emigrantes que llegan a España en especial, que es lo que en Colombia llamaríamos nostalgia, estrés, tristeza, añoranza por su tierra y familiares, que inclusive causa la muerte y que para ella era más llevadera por que vivía con una hermana, que si dudaba de sus palabras que leyera el libro que él precisamente acababa de leer al respecto, del escritor colombiano Santiago Gamboa llamado “El Síndrome de Ulises”, que una de las formas de solucionar esa situación sería venirse de nuevo para Colombia. No se habló nada más. Al mes Roberto supo que su ex había regresado a Bogotá, que había estado en Villavicencio, en donde él residía, paseando con sus hermanos e hijo menor el cual Roberto como padre, hacia 7 años no veía, detalle que lo enardeció y razón por la cual llamó a la ex para informarle que a fin de semana estaría en la capital para hablar con ella y ver a su hijo. Ella le respondió que bajaría a Villavicencio con el niño y que inclusive iba para el apartamento
en que él vivía, situación que preocupó a Roberto, ya que después de tantos años sin convivir, no sabía cómo debía tratarla.
Llegó el día esperado. Roberto salió al terminal a recibirlos. Después de un beso en la mejilla a ella como saludo y abrazos al hijo entablaron conversación. Tomaron un taxi y se dirigieron al apartamento, luego fueron a compartir un helado. Cuando de regreso a casa, se desplazaban a pie conversando, fueron interceptados por un par de ladrones que por poco causan una desgracia familiar por la forma agresiva del ataque, pues con puñal en mano, trataban de cumplir su cometido. Luego del imprevisto, del cual salieron ilesos, fueron al apartamento a curar las heridas causadas a la señora por el arrastre que le proporcionaron.
Ya en casa, después de la zozobra por el incidente ocurrido, al frio de un buen vino, un buen dialogo y una disuasiva conversación, poniendo el perdón como base de la reconciliación, la separación llegó a su fin, zanjando una problemática de siete años.
Roberto y su esposa gozan al calor familiar y al día de hoy, una nueva vida, demostrando que, con Dios como garante, buena actitud y buen dialogo, toda reconciliación es posible.
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