jueves, 18 de abril de 2019


Mayo 16 de 2016


Crónicas leticianas

“Realidades que no se pueden ocultar”

Leticia para mí es la ciudad más sui géneris existente en Colombia cuyas características  las puede dar su posición geográfica estratégica colindando con esas dos fronteras, por la cantidad de turistas de diferentes nacionalidades  que la visitan o por la interrelación que existió entre los nativos y los primeros pobladores  que llegaron a colonizar esa tierra.
De ahí que la variedad de genes que predominan en la región, alimentados por ese calor tropical, la variedad de alimentos  exóticos  extraídos de animales, plantas y frutos hacen que con esa mistura (mezcla) como diría el brasileño, de razas, costumbres, descendencias e idiosincrasias allí todo sea normal.
Comportamientos  ahora camuflados bajo esos conceptos  eufemísticos con que nos quieren enredar la verdad, sobre todo cuando se habla de ciertos comportamientos sexuales los cuales han existido desde tiempos inmemoriales.
Cuando llegué por primera vez a esa tierra, por la naturaleza de la región, por la moralidad de sus gentes  y  con mi juventud relativamente sana, nunca me imaginé que  en ese oasis de tranquilidad y paz existían los “maricas” y perdonen de mis palabras lo expresivo porque debía de decir homosexuales o gays  como para dorar la píldora en un país en donde esos personajes siempre se han conocido con esa acepción.
Hago aquí una aclaración que no voy a denigrar, ni ofender a  ningún elemento de  los pertenecientes al respetable colectivo LGTBI, sólo voy a describir los fenómenos que se vieron,   se han visto y se seguirán viendo  desde que el dinero  entre otros intereses estén de por medio.
Y para comenzar  hablaremos de los famosos en esa tierra  en donde la homosexualidad no ha respetado ningún estrato social, posición económica ni cultural, en donde se destacaron alcaldes, comisarios, prestantes comerciantes y gente del común a los cuales sólo les bastaba ingerirse un trago para que sacaran a flote su verdadera identidad y los cuales aunque nunca salieron del closet  la mayoría de la población sabíamos de sus aberracioncitas.
Como anécdota les contaré el caso de dos empleados que laboraban para nosotros en la heladería, eficientes, respetuosos y responsables en su labor quienes siendo hermanos tenían la particularidad de ser homosexuales. Cierto día pregunté al mayor si en la casa no había algún hermano a quien le gustaran las mujeres  a lo cual me respondió: - si, a mis hermanas –
En cuanto a la prostitución y el lesbianismo, éstos dos fenómenos idiosincrásicos también estuvieron y están  presentes en la región  acrecentándose con mayor notoriedad en la época de la  bonanza en donde prestantes señoras de la sociedad, hijas de familia caían ante  la magia  fascinante de un billete de 100 dólares, cuyos deslices eran de conocimiento popular pues en un pueblo tan pequeño y en donde casi todos nos conocíamos era muy difícil pasar desapercibido cuando de echarse una canita al aire extra conyugal se requería, a no ser que se internara en la selva con su conquista eludiendo los ojos avizores de los chismosos que estaban a la expectativa para reconocerlos.
Aparte de la prostitución ejercida  por algunas mujeres nativas de la región se sumaban las  que pasaban del Brasil y del Perú reforzadas por las llegadas de Bogotá; Cali, Pereira y Medellín quienes llegaban a participar de la danza de los millones ejercida por los capos del narcotráfico.
La promiscuidad sexual, el incesto y la violación de menores tampoco  fue cosa del otro mundo en un pueblo en donde muchas veces a pesar de las menores empezar su actividad sexual desde temprana edad y a sabiendas de sus padres, hay veces que con la anuencia y montaje   de ellos, le buscan la caída al marrano a veces turista para achacarle la violación que muchas veces es reparada por una buena suma de dinero  o pagado con cárcel  a sabiendas popular de las actividades de la  menor.

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