Mayo 16
de 2016
Crónicas
leticianas
“Realidades que no se pueden ocultar”
Leticia para mí es
la ciudad más sui géneris existente en Colombia cuyas características las puede dar su posición geográfica
estratégica colindando con esas dos fronteras, por la cantidad de turistas de
diferentes nacionalidades que la visitan
o por la interrelación que existió entre los nativos y los primeros
pobladores que llegaron a colonizar esa
tierra.
De ahí que la
variedad de genes que predominan en la región, alimentados por ese calor
tropical, la variedad de alimentos
exóticos extraídos de animales,
plantas y frutos hacen que con esa mistura (mezcla) como diría el brasileño, de
razas, costumbres, descendencias e idiosincrasias allí todo sea normal.
Comportamientos ahora camuflados bajo esos conceptos eufemísticos con que nos quieren enredar la
verdad, sobre todo cuando se habla de ciertos comportamientos sexuales los
cuales han existido desde tiempos inmemoriales.
Cuando llegué por
primera vez a esa tierra, por la naturaleza de la región, por la moralidad de
sus gentes y con mi juventud relativamente sana, nunca me
imaginé que en ese oasis de tranquilidad
y paz existían los “maricas” y perdonen de mis palabras lo expresivo porque
debía de decir homosexuales o gays como
para dorar la píldora en un país en donde esos personajes siempre se han
conocido con esa acepción.
Hago aquí una
aclaración que no voy a denigrar, ni ofender a
ningún elemento de los
pertenecientes al respetable colectivo LGTBI, sólo voy a describir los
fenómenos que se vieron, se han visto y se seguirán viendo desde que el dinero entre otros intereses estén de por medio.
Y para
comenzar hablaremos de los famosos en
esa tierra en donde la homosexualidad no
ha respetado ningún estrato social, posición económica ni cultural, en donde se
destacaron alcaldes, comisarios, prestantes comerciantes y gente del común a
los cuales sólo les bastaba ingerirse un trago para que sacaran a flote su
verdadera identidad y los cuales aunque nunca salieron del closet la mayoría de la población sabíamos de sus
aberracioncitas.
Como anécdota les
contaré el caso de dos empleados que laboraban para nosotros en la heladería,
eficientes, respetuosos y responsables en su labor quienes siendo hermanos
tenían la particularidad de ser homosexuales. Cierto día pregunté al mayor si
en la casa no había algún hermano a quien le gustaran las mujeres a lo cual me respondió: - si, a mis hermanas –
En cuanto a la
prostitución y el lesbianismo, éstos dos fenómenos idiosincrásicos también
estuvieron y están presentes en la
región acrecentándose con mayor
notoriedad en la época de la bonanza en
donde prestantes señoras de la sociedad, hijas de familia caían ante la magia fascinante de un billete de 100 dólares, cuyos
deslices eran de conocimiento popular pues en un pueblo tan pequeño y en donde
casi todos nos conocíamos era muy difícil pasar desapercibido cuando de echarse
una canita al aire extra conyugal se requería, a no ser que se internara en la
selva con su conquista eludiendo los ojos avizores de los chismosos que estaban
a la expectativa para reconocerlos.
Aparte de la
prostitución ejercida por algunas
mujeres nativas de la región se sumaban las que pasaban del Brasil y del Perú reforzadas
por las llegadas de Bogotá; Cali, Pereira y Medellín quienes llegaban a
participar de la danza de los millones ejercida por los capos del narcotráfico.
La promiscuidad
sexual, el incesto y la violación de menores tampoco fue cosa del otro mundo en un pueblo en donde
muchas veces a pesar de las menores empezar su actividad sexual desde temprana
edad y a sabiendas de sus padres, hay veces que con la anuencia y montaje de ellos,
le buscan la caída al marrano a veces turista para achacarle la violación que
muchas veces es reparada por una buena suma de dinero o pagado con cárcel a sabiendas popular de las actividades de
la menor.
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